Columna de Lucía Dammert: Democracia, tarea pendiente

Foto: Agencia Uno.


Los recientes resultados del Latinobarómetro para el año 2023 nos permiten identificar desafíos para nuestra región. Los datos no son alentadores, los latinoamericanos en promedio creemos que nuestros países no avanzan, vemos con desconfianza la política y, sobre todo, vamos relativizando la importancia de la democracia.

Pero partamos con un dato importante. El 77% está bastante o muy satisfecho con su vida, lo que muestra una grieta entre la percepción de lo individual y lo social, pero por otro lado reconoce una visión que puede convertirse en un pilar hacia la construcción de lo colectivo. Solo el 25% cree que el país está progresando, con los porcentajes más altos en El Salvador, con 80%, y Chile, en 18%. Progreso que está íntimamente ligado a la situación económica, considerada transversalmente como el principal problema a enfrentar. Llama la atención que Chile sea el país donde la delincuencia ocupa el segundo lugar de preocupación, superando a muchos países con niveles de victimización y tasas de homicidios muy superiores.

¿Quiénes están a cargo de solucionar estos problemas? Es posiblemente la pregunta que se hacen los latinoamericanos agobiados por una grave crisis económica y social post Covid-19. Claramente la política no parece estar a un nivel que genere confianza. Por ejemplo, 72% cree que los gobiernos trabajan para su propio beneficio y solo el 24% para el pueblo, dato que en El Salvador llega al 76% y en Chile, al 13%. Número escuálido que resalta la crisis política que vivimos. En nuestro país, la confianza en el Parlamento no supera el 17% y en los partidos políticos, 11%, en ambos casos bajo el promedio regional.

En estas condiciones la democracia pasa a ser un sistema que no parece ayudar a mejorar la calidad de vida de las grandes mayorías. No es de extrañar que el 28% se declare satisfecho con la democracia en Chile, y a nivel regional, tampoco que el 54% regional y el 41% en Chile considere que no importa si llega un gobierno no democrático, pero que resuelva los problemas. Tal vez lo más desafiante es que los de menor edad, educación y nivel socioeconómico muestran un menor apego a lo que parece ser una distante promesa democrática.

Justamente, los latinoamericanos (y los chilenos) están cansados de promesas sin resultados, de élites que se benefician a costa del no desarrollo del resto, de políticos que ven como corruptos y de un sistema que no parece tener ni la rapidez ni la capacidad para enfrentar los graves problemas económicos: falta de empleo, bajos salarios y pobreza. La respuesta ciudadana no parece ser la organización para enfrentar estos problemas, sino más bien la búsqueda de alguien o algo que pueda traer resultados concretos, tal vez efímeros, pero concretos a sus necesidades. Los resultados positivos de El Salvador en esta encuesta así lo demuestran.

El Latinobarómetro muestra una tendencia de casi dos décadas de deterioro. Puede que la política-entretenimiento genere audiencia e incluso intención electoral, pero termina claramente socavando los pilares fundamentales de nuestra convivencia ciudadana. La política democrática tiene en sus manos un desafío enorme: su propia supervivencia. Para esto se requieren debates serios, propuestas claras, Estados más eficientes, pero sobre todo, resultados tangibles y rápidos.

Por Lucía Dammert, académica de la Universidad de Santiago.

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