Columna de José Miguel Ahumada: La carrera por minerales críticos y América Latina



La trayectoria de crecimiento de América Latina siempre ha sido zigzagueante. Después de la ‘década perdida’ de los ochenta, la región retomó un frágil y endeble crecimiento en los noventa, para luego entrar en una media década perdida, a partir del impacto de la crisis asiática en toda la región. Solo se retomó el crecimiento a través de un shock exógeno, como lo fue el boom del precio de los commodities a partir del año 2003, derivada del aumento de la demanda de China. Terminado ese shock el año 2013, la región volvió a un estancamiento económico. En el periodo 2014 y 2018, la región creció un 0.5%, mientras que en el periodo actual (2019-2023), incluido el shock del Covid, la región solo ha crecido un 0.9%.

El boom de los commodities fue un respiro para la región. La demanda china requería, para su industrialización, de aquellos recursos naturales que nuestra región, precisamente, poseía en abundancia (cobre, petróleo, soja, frutas, etc.). Tal como con el siglo XIX con la demanda inglesa, nos habíamos sacado ‘la lotería de recursos naturales’, según la expresión del economista Carlos Díaz-Alejandro. Pero, al igual que en aquella ‘lotería’, terminado el boom, volvimos a estancarnos, sin aprovechar productivamente los ingresos derivados de ese boom.

Pues bien, llevamos una década perdida como región y, sin embargo, comenzamos a presenciar una potencial nueva lotería, esta vez de minerales críticos. La presente crisis climática global está forzando reducir sustantivamente las emisiones de gases de efecto invernadero, y esto implica la presión a la producción a nuevas fuentes de energía, innovadoras tecnologías limpias y complejas infraestructuras. O sea, vemos la consolidación de una revolución tecnológica en marcha.

¿Qué rol está ocupando la región en esta revolución? Otra vez, nuestra región experimenta una nueva la lotería de minerales, en particular con el cobre y/o el litio, donde Argentina, Bolivia, Chile, Perú, y México son intensivos. Por ejemplo, la producción de turbinas de viento, autos eléctricos o paneles solares demandan grandes cantidades de una amplia gama de minerales, entre las cuales está el litio, el cobre, níquel, magnesio, etc. Ahora bien, la oferta de estos minerales está estratégicamente concentrada y dada en el mediano plazo, lo que ha abierto una carrera por parte de economías desarrolladas por asegurar su suministro, controlar las cadenas de valor y mermar la influencia decisiva que tiene hoy China en las cadenas de valor en torno, por ejemplo, a los autos eléctricos, paneles solares, etc.

La región, otra vez, se enfrenta a la posibilidad de tener una salida al estancamiento a partir de un periodo de boom, movido por la creciente demanda e inversión en estos recursos. Pero ¿cómo impedir que, de este boom, terminemos en un nuevo estancamiento, como ha sido la tónica de nuestra historia regional? La UE, EE.UU. y China requieren que la región sea una proveedora segura de minerales no procesados para sus industrias. Ese juego nos asegura un crecimiento, pero será de corto plazo, medioambientalmente insostenible e incapaz de dejar capacidades productivas de largo plazo en el territorio.

En tanto la oferta de estos minerales está dada, la región tiene un poder de mercado que debe aprovechar y hacer uso. Mientras EE.UU., UE y China aplican agendas de re-industrialización nacionales, contrarias a su antiguo credo liberal, la región no puede quedarse atrás. No puede seguir un credo que ni sus creadores hoy profesan. Articular a los productores regionales de litio y cobre es una tarea urgente, al igual que imponer coordinadamente reglas de inversión tecnológica interna a los inversionistas extranjeros. Junto a eso, establecer una agenda que fortalezca en capital y capacidades a los organismos financieros regionales es otro desafío necesario para una política regional de desarrollo. Medidas de ese tipo permitirán un nuevo regionalismo de carácter estratégico y productivo, que supere al de la década de los noventa, superado ya por la realidad misma.

José Miguel Ahumada, ex subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales.

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