Columna de Javiera Arce-Riffo: Tiempos turbulentos



El Congreso Nacional ha perdido su lugar de relevancia. Si bien en un sistema presidencial como el chileno, el Congreso no posee el protagonismo que merece, por muchos años funcionó un poco más ordenado y organizado, y la transición cultivó una relación armónica entre Ejecutivo y Legislativo, pese a tener un sistema electoral como el binominal, altamente excluyente y escasamente competitivo, en que se generó durante veintisiete años un embate entre las dos principales fuerzas políticas, la centroizquierda (Concertación) y la centroderecha (Alianza por Chile). Esta dinámica, muy alabada en tiempos tan turbulentos como los actuales, generó una pérdida de dinamismo del paisaje político, un bloqueo de reformas sustantivas para la sociedad, y una deslegitimación de la democracia chilena, demostrada por la apatía en participación, en que Chile, una vez aprobado el voto voluntario, exhibió uno de los peores desempeños en participación política, solo superando a Venezuela y Haití, respectivamente.

La reforma de 2015 abrió la posibilidad a que nuevos partidos ingresaran al sistema, y junto a la ley de cuotas, ha permitido incrementar la presencia de mujeres en ambas cámaras, ya que los partidos por sí mismos jamás se abrirían a políticas de inclusión, y fue el Estado el que debió intervenir ante esta injusticia. La ausencia de mujeres en política no tiene mucho que ver con el mérito sino con una estructura de exclusión política. Sin embargo, junto con el desgaste que produjo el binominal, la flexibilidad de la normativa para abrir nuevos partidos políticos, la ausencia de normas disciplinarias y una ley de partidos fuerte, a pesar de la reforma ocurrida en 2016, ha generado un funcionamiento mediocre del sistema.

Para nadie es novedad que cada vez se vuelve más compleja la realización de acuerdos políticos en contextos de alta fragmentación y escasa propensión al diálogo. A pesar de que la negociación de la mesa del Senado no concitó el acuerdo para la permanencia de la mesa y algunos senadores no cumplieron la palabra previamente empeñada, en la Cámara de Diputados la cosa resultó un poco mejor, y se logró generar un acuerdo para su mantención, resultando vencedora la diputada Karol Cariola.

¿Qué tienen en común ambas acciones? La existencia de parlamentarios con escasa capacidad de coalición pero una enorme disposición al chantaje, como diría Sartori. El personalismo y el individualismo fue aprovechado por el oficialismo para mantener la mesa, sin embargo se requerirá bastante más destreza para alcanzar la gobernabilidad. Particularmente, cuando uno de los miembros de la mesa responde especialmente a sus propias emociones, ideas e intereses.

El escenario descrito no es muy alentador, pero pone sobre la mesa la urgencia de conversar de forma seria y razonable una reforma al sistema político. El tiempo se agota -y la gente también- y nuestra democracia no puede esperar más.

Por Javiera Arce-Riffo, cientista política

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.