Columna de Gabriel Alemparte: ¿Y ahora qué?

Foto: Andrés Pérez


El arte de predecir nunca es fácil, pero hay que reconocer que varias de las encuestadoras chilenas adelantaron con exactitud el resultado del 17 de diciembre. En primer lugar, no hay duda alguna que la discusión constitucional fue percibida en sus dos procesos como una discusión lejana, académica (algún día habrá que juzgar el rol de académicos, expertos, universidades y centros de pensamiento en este proceso).

Distante y sin paciencia para ser explicada, los chilenos naufragaron en la compleja disyuntiva (binaria por cierto) de tener que decidir entre dos opciones con un texto de por medio. Un texto constitucional, no es solo un elemento altamente complejo que delimita el poder público y nuestro sistema político, sino, que además, define la propuesta de país que soñamos tener. Desde 2019, Chile presenta niveles profundos de polarización, los que unidos a una crisis de seguridad cada vez más aguda, un desplome de las expectativas económicas, el aumento del desempleo y la inflación, acompañada de fenómenos migratorios y de terrorismo en el Sur, son el aliciente perfecto para una sociedad fracturada y compleja que no es capaz de ponerse de acuerdo.

En esta crisis que ya se arrastra hace años, y que posiblemente será conocida como “de ensayos constitucionales”, volverán a la vista las crisis institucionales y políticas de 1823 a 1829 y de 1924 a 1932. La vuelta en 360° que vivimos los chilenos tiene que ver con ello. El hastío de la política cuando se ve que la discusión se enclaustra en sesudos análisis de un texto que no resuelve problemas –como prometieron algunos- alejó al chileno de la decisión. Más fácil es rechazar, ir en contra, que todos se pudran (un “que se vayan todos”) cuando la distancia entre la realidad de lo que se vive y lo que discute una elite ajena, en universidades y el Congreso, dista de lo que se vive todos los días. Ahí está la definición y el desafío de la política. En esta actividad, no hay “atajo corto”, en efecto, estos han demostrado ser un problema complejo en la historia de la Humanidad. Los procesos constitucionales –y quizás sea esta la lección- cuando provienen de un poder constituyente derivado son más fáciles de lograr cuando una sociedad busca o requiere un consenso político (particularmente en momentos transicionales) España y Sudáfrica pueden ser ejemplos de salón.

Volvamos al inicio. La encuesta Cadem nos da algunas luces interesantes. El voto que se autopercibe de izquierda fue monolítico a la hora de votar en contra (91%). El drama está en el voto que se denomina de derechas. Un 26% votó en contra de la propuesta. Esto significa que más de un cuarto del electorado de derechas no estuvo con las posiciones redactadas por su propio sector. Esto no deja de ser complejo, una derecha que se divide en tres con posiciones más moderadas (Evopoli-RN y la UDI) hace ya un buen tiempo, Republicanos que tenía aquí su gran posibilidad y un brazo de la ultraderecha que reuniendo las más variadas (y algunas delirantes razones) decidió ser más de derecha que la derecha.

El voto del a favor se pronunció a favor de un texto que daba más garantías en seguridad y combate a la migración, libertad de elección (58%), para cerrar el proceso y seguir adelante (25%) y por desaprobar el Gobierno del Presidente Boric (21%), mientras solo un 10% lo hizo para tener más derechos sociales. Por su parte, y pese a todas las explicaciones, vueltas y revueltas de la izquierda que se negó a solucionar la redacción del tema del aborto en el nuevo texto (esto tampoco da paso a quienes creen que con ello el aborto libre es querido por la sociedad). Solo recordemos que en el proceso pasado ese fue el punto de inflexión en encuestas para que el rechazo se antepusiera al apruebo en encuestas. Pero mientras ello ocurría, el gusto ideológico o las maniqueas interpretaciones (incluso con algunas profundas fakes) calaron profundo en sectores como mujeres entre 18-34 años donde el contra llegó a un 68% en mujeres y un 32% en hombres. El principal motivo para votar en contra fue un 55% que declaró que la propuesta tenía muchos retrocesos para las mujeres.

Cito estos números, porque transcurridos dos procesos quizás es el momento de fijar la agenda clara y comenzar a fijar las decisiones de la discusión pública. Al parecer la sociedad a primera vista quiere avanzar, sin perder derechos y mejorando muchos de ellos, pero sobre todo, poniendo el día a día por delante, eso significa hacerse cargo de sus necesidades urgentes: Seguridad, inmigración ilegal, economía y crecimiento, para ello ni la dispersión política, ni la falta de un sistema político adecuado ayudan a enfrentar un futuro que aún se ve incierto.

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