Yanara Aedo: "Mi madre pasaba hambre y frío para acompañarme"

Yanara Aedo

La chilena ha encontrado su destino en España, donde no se cansa de luchar.




La palabra ambición está en todos los rincones de su vida. Quizá hasta formen una sociedad inseparable. Al menos, eso se desprende de la conversación con Yanara Aedo (Temudo, 1993). Nació para el fútbol siendo una niña y junto a hombres. Triunfó con mayúsculas en Colo Colo. Viajó después por el mundo. Ayer, en Estados Unidos, en Washington Capitals, y hoy en España, en el Valencia, a orillas del Mediterráneo, donde todo es más difícil.

¿Inspirarse en Valdivia no es ponerse el listón demasiado alto?

Me gusta Valdivia, inspira. No creo que sea ponerse el listón demasiado alto. Al contrario. Significa no conformarse. Seguir haciendo cosas, consiguiendo cosas, intentarlo…

¿Qué le hizo ser futbolista a una mujer como usted?

Nada específico. Tenía tres o cuatro años cuando empecé. Jugaba porque era lo que más me llama la atención. Veía que mi hermano mayor lo hacía y que yo podía hacerlo a su lado.

Se crío jugando entre niños hasta los 11 años. ¿Demasiado duro?

Al contrario. Fue lo que más me ayudó, porque era otro tipo de contacto, otro fútbol. De pronto, cuando llega el día, te das cuenta de que tú estás acostumbrada a jugar más rápido y sabes de esa picardía que tienen los chicos. Son detalles que después, cuando pasas a jugar entre mujeres, hacen la diferencia.

De Washington ha venido a Valencia. ¿Hay comparación?

No. Son dos estilos diferentes. No hay por donde comparar. Allí en Washington era todo más vertical, más físico, y mire que yo estaba en un equipo que tenía mucha posesión de la pelota. Pero nada es como en el Valencia, donde todo es más técnico, el juego es distinto, el trabajo es distinto, la vida es distinta.

El fútbol está hecho para emigrantes. ¿Qué aprendió por el mundo?

Un montón de cosas, de vida. Viajar sola te ayuda y hasta te tranquiliza… El mismo hecho de entender una cosa en dos idiomas diferentes… Yo no era así hasta que empecé a viajar, a conocer otras culturas, otro tipo de conversaciones, otro tipo de vidas…

¿Hasta dónde llega su ambición?

Me quedan muchas más cosas. Quiero seguir en Europa, llegar a jugar la Champions… Pienso en la selección. Me falta mucho todavía. Hay tantas metas por cumplir. He jugado un Mundial sub-17 con Chile, pero para mí no es suficiente. Quiero jugar un Mundial adulto. Quiero participar en unos Juegos. Chile tiene jugadores para lograrlo. Sólo falta el apoyo al fútbol femenino o que la gente crea en nosotras.

¿Qué sería de usted sin el gol?

Al final, un club te quiere o no por los goles que haces o por la capacidad de desequilibrio que tienes arriba. Yo juego de volante o delantera y quiero hacerlos, lo necesito. El gol es demasiado importante para mí.

¿Qué ha encontrado en Europa que no conociese?

No tanto. Sabía que era un fútbol atractivo, exigente, diferente. Si acaso he comprobado que si una no es técnica, no es rápida o no es inteligente nunca podrá jugar acá. Pero si estás es porque puedes estar y eso es lo que compensa la dureza de estar lejos de la familia, de perderte nacimientos, cumpleaños, momentos importantes en la vida.

¿A quién le dedica todo esto?

A mi familia, porque esto ha costado mucho. Pero, sobre todo, a mi abuelo, que ya no está yle hubiera gustado ver lo que estoy viviendo. Y a mi mamá, porque de chica me acompañaba, se mojaba, se embarraba, pasaba hambre, frío, calor, todo por acompañarme a que yo pudiese hacerlo.

¿De quién aprendió lo imprescindible?

Más que de un entrenador, fue de un preparador físico, Cristian Moreno. De él aprendí en el momento justo, cuando me estaba formando, toda la disciplina que necesitaba, las cosas emocionales y sobre todo valores que me acompañan no sólo en el fútbol. También en la vida diaria.

Usted es universitaria. ¿En qué se parece la universidad al fútbol?

Creo que si estudias algo que realmente te gusta lo terminarás sin problema cuando lo desees. En ese sentido es como en el fútbol.

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