Vivir tras las rejas... sin estar preso

No invierten en grandes tecnologías de seguridad ni innovadores planes de prevención. Ellos arman sus propias fórmulas frente a la delincuencia de sus barrios. Con lo que tienen y pueden.




Desconfía de todo aquel que  no sea del barrio. Mira de reojo. Atiende rápido y con voz baja. En cambio, si conoce a su interlocutor, le dice “vecino”. Ahí, recién, su semblante cambia. Sandra Marabolí dice estar ya cerrando un ciclo en el barrio Fray Camilo Henríquez, de la comuna de Puente Alto, pues su intención es cambiarse lo antes posible. Y es tajante. Para ella, vivir encerrada en su propia casa -que también es su trabajo- no es vivir.

La mujer fue víctima de dos asaltos en menos en 15 días, en febrero de este año, y cuenta que desde ese minuto comenzó a transformar su almacén -ubicado en el patio delantero de su casa- en un verdadero búnker.

Y no está lejos de serlo, pues después de ingresar por una reja al patio, el cliente y todo el que quiera llegar al negocio, se encuentra con una reja y con su dueña detrás de los barrotes. Su rostro, semi escondido,  sólo se ve con claridad por un espacio de no más de cinco centímetros.

“La primera vez llegaron dos tipos que se hicieron pasar por proveedores, pero cuando los hice pasar me encañonaron con una pistola y me llevaron al pasillo que da a mi casa. Allí me registraron y me robaron todo lo que andaba trayendo en los bolsillos. Después entraron al local y me lo desvalijaron entero. Se llevaron como $ 500 mil pesos en mercadería. Justo me iba de vacaciones a  descansar cuando pasó esto. Fue terrible”, cuenta Sandra.

A pesar de haber tenido una pistola en la sien, su temor más grande no era ese, sino la seguridad de su hijo, con quien vivió 15 días después otra experiencia  traumática. “Estábamos durmiendo, cuando a eso de las 3 de la madrugada sentimos como una explosión: unos hombres en una camioneta botaron la reja con un alunizaje para tratar de entrar a mi almacén. Cuando estaban intentando abrirlo, yo empecé a hablar fuerte, fingiendo que estaba conversando con Carabineros, ahí se asustaron y se fueron”, recuerda.

Ya me la ganaron

Al día siguiente, ordenó enrejar la propiedad y, aunque dice tener todas las medidas de prevención que recomiendan las autoridades, asegura que la delincuencia ya le ganó. “Yo me cambiaré de casa, de comuna y de barrio, pero de seguro esto pasa en todos lados, porque la delincuencia nos ganó a todos: a las personas, a las autoridades y a la policía. Carabineros hace bien su trabajo, pero esto ya toca otras cosas, también está el factor de la droga. Estamos cerca de ser Colombia o México, ojalá nunca pase, pero esto ya nos ganó y hay que resguardarse”, afirma con resignación.

La historia de la mujer es conocida en el barrio. Incluso es puesta de ejemplo por muchos de los vecinos que llegan a comprar al lugar.  “Es terrible. Vivir así, trabajar tras una reja. Y afecta también la relación entre vecinos que teníamos antiguamente. Antes se conversaba con la persona que vendía las cosas, uno pasaba la mañana entera copucheando, pero ahora tiene que ser todo rapidito, porque nadie confía en nadie”, señala Marcela, otra residente del sector, quien asegura que todas las semanas la junta de vecinos toca el tema de la seguridad ciudadana para tomar medidas contra la delincuencia y hacer llegar las inquietudes de la comunidad, tanto al municipio como a Carabineros.

Perro, portón y electricidad

“¿Y por qué vienen para acá?, si en todo Chile están robando, ya  asaltaron hasta al Marcelo Díaz y  al Massú, no se va a salvar ni uno”. Así reacciona el administrador  del condominio La Rotonda, ubicado en el paradero 14 de Vicuña Mackenna, en La Florida, cuando se le consulta por la situación delictual del lugar, pues el sistema de seguridad llama la atención.

Se trata de un portón de lata de casi dos metros, con puntas en su parte superior. Por dentro, alarmas, cercos eléctricos y de alambre de púa, más un bulldog, conforman las propias medidas de seguridad de los vecinos del condominio. “Es que estaban entrando a robar  muy seguido; para ser más precisa, todos los viernes en la madrugada. Entonces había que hacer algo de alguna manera, porque ya era mucho el descaro. Nos tenían de caseros”, apunta María  Luisa Nieto, presidenta de la junta vecinal.

Hace 32 años que Nieto vive en el mismo lugar y dice que si no es por las medidas de seguridad que han tomado los vecinos, la delincuencia les habría ganado la batalla hace rato y hubieran tenido que cambiar de residencia. “Esto es sólo inversión de nosotros, la municipalidad no nos ayuda en nada, porque dicen que no somos viviendas sociales. Nosotros tenemos que hacernos cargo. Y cuesta entenderlo, porque ahora no sólo tenemos que preocuparnos de las cosas básicas para vivir, sino que también de la seguridad ciudadana”, dice.

Una de las anécdotas que cuenta la mujer es sobre un vecino que le robaron el computador del auto cuatro veces: “El seguro se lo pagaba, lo instalaban, y cuando él lo traía, durante la noche se lo volvían a robar, así que optó por estacionarse en otra parte, en la casa de un amigo”.

Hasta los cigarros

Manuel Inostroza tiene su quiosco en Agustinas con San Antonio, y entre el año pasado y éste ya le entraron a robar 12 veces.

“La primera fue cuando entraron a la bodega que tengo por acá cerca; se llevaron casi un millón de pesos en cigarros. La segunda, cuando venía llegando en la madrugada para abrir el quiosco, me los encontré acá adentro, avisé a Carabineros y los pillaron. Cuando los tuve al frente les iba a pegar, pero la policía me advirtió que si les aforraba me llevaban detenido a mí”.

El hombre agrega que no cree en la prevención. “No, a mí me gustan las cosas concretas, no tanto los planes y cuestiones que anuncian. Hace cinco meses que me entraron a robar y de la fiscalía no me han dado ninguna información, no sé qué pasó con eso. Nada, muchas veces debe pasar”, criticó el comerciante, quien asegura que no le quedó más que reformar la puerta y poner alarma en su fuente laboral: “Ahora resulta que estoy más encerrado yo que los ladrones”.

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