Todo sobre (revivir a) mi padre

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El salto de papá, del periodista Martín Sivak, es el fenómeno literario del momento en Argentina y acaba de llegar a Chile. A través de la investigación, el autor revive la vida de su propio padre, un empresario comunista. Aquí habla sobre cómo llegó a contar la historia de su familia, y de paso, de una parte oscura de su país.




Es la primera página más feroz de un libro sudamericano publicado este 2017. "Antes de tirarse de palito de un piso dieciséis, papá se despidió de la clase obrera argentina", escribe Martín Sivak en el arranque de El salto de papá. Continúa describiendo los gritos de los albañiles que construían el hotel de enfrente al departamento de la calle Posadas -"¿Qué hacés, flaco? No te tirés"- y añade detalles de la investigación judicial, como que se sirvió antes un vaso de Coca-Cola y fumó un cigarro.

Y, por supuesto, saltó.

Tenía 48 años.

Era diciembre de 1990 y el salto de Jorge Sivak es el comienzo del libro que su hijo escribió, o pudo escribir, décadas después. El periodista argentino Martín Sivak ha publicado antes libros de investigación, como una historia de dos tomos sobre el diario Clarín, y biografías igualmente aplaudidas, como Jefazo (2008), sobre Evo Morales. Pero este año, tras casi una década de escritura, hizo llegar a librerías su investigación más difícil: la vida de su padre, que era un personaje que se paseó por parte de la historia argentina de la transición. Jorge Sivak era dueño del banco Buenos Aires Building y comunista a la vez, un hombre que compartía con guerrilleros y con militares, preso político, exiliado, retornado y empresario, quien el día que el Banco Central formalizó la quiebra de su banco, último sobreviviente de un conjunto de empresas que la familia había fundado medio siglo atrás, decidió morir. Padre de dos hijos, marido, fanático del equipo Independiente -enamorado de causas difíciles-, Jorge Sivak puede haber muerto hace veintisiete años, pero su hijo a través del reporteo de su propia vida lo desentierra y lo trae de regreso. El salto de papá se ha convertido en el fenómeno editorial de Argentina este año, aplaudido por la crítica y abrazado por el público, y que en sólo tres meses ya va por la quinta edición, esperando sus ediciones propias en México y Colombia.

Claro que esto a Martín Sivak parece tanto emocionarlo como agotarlo. Es, después de todo, su historia la que tiene que revivir en cada entrevista. "Me sentó un poco extraño ser el que nunca habló de su vida personal y de repente cuenta muchas cosas", dice el escritor, al teléfono desde Buenos Aires. "Por un momento me sentí hasta exhibicionista, pero bueno, esta historia sólo se podía contar de la manera en que la conté. Para mí el primer mes fue muy difícil todo, hablar de mi papá en público, presentarlo. Y sobre todo porque hay algo que no tenía presente: cuando un libro llega por el lado de la emoción, lo que produce es que muchos lectores te escriban. Hoy día solamente tenía 14 mensajes de Facebook de personas que no conozco, con comentarios del libro. Si para mí es difícil administrar la emoción, imagínate la emoción de otros. Han pasado muchas cosas que no me habían pasado nunca, y que son muy hermosas".

El salto de papá

está escrito desde la perspectiva de un hijo que ha perdido a su padre, y de una muerte sin mayores explicaciones finales ni cartas de despedida. También es la historia de la familia Sivak completa, incluyendo a Simón, su abuelo, y cómo armó la fortuna familiar, los vínculos políticos, los amigos y los enemigos. Parte importante es el trágico final de Osvaldo, el tío del autor, también empresario, quien fue secuestrado en 1979 durante la dictadura y liberado, y luego vuelto a secuestrar otra vez en 1985, lo que terminó con su muerte y paralizó al país cuando volvía la democracia. "Lo veo como mano de obra desocupada de la dictadura militar, algunos mantenían sus cargos en el Estado pero muchos no, y lo que hacían era utilizar parte del

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del terrorismo estatal, pero esto aplicado a un secuestro extorsivo", explica Sivak sobre el caso. "Lo más siniestro es que uno de los jefes de la banda que lo secuestró y asesinó en el año 85, había participado en la liberación de su secuestro anterior, y la familia lo había premiado. Eso es una de las cosas que aún me descompone cuando recuerdo la frase del organizador del secuestro, que cuando declaró ante la justicia dijo que Osvaldo era muy buena persona". El cadáver de su tío fue encontrado 28 meses después de una búsqueda llena de angustias, corrupción policial y que fracturó a la familia, y a su hermano Jorge, el padre de Sivak.

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Esta historia se siente como imposiblemente más argentina: hay política, militares, cantantes, fútbol. Es la historia de tu padre, pero es también un retrato a tu país en el término de la dictadura y la transición a la democracia.

Fue algo involuntario. No es que dije "con este libro quiero iluminar la historia". Mi papá trataba con ex presidentes, con generales, coroneles, jugadores de fútbol, con iconos de la izquierda. Mi casa tenía que ver con ese mundo bastante extraño de mi papá. Casualmente esta semana es muy triste para mí porque Daniel Viglietti (el famoso cantante uruguayo, muy cercano a Sivak padre) murió el lunes. El martes me tomé el primer barco para asistir al entierro y acompañar a su viuda. De modo que fue una semana para mí muy fuerte.

Claro, cuando se muere alguien cercano a tu papá, como que él muere un poco de nuevo.

Daniel vino a presentar el libro a Buenos Aires, y lo iba a presentar en Montevideo. Así que estuvimos muy en contacto en estos meses. Es como decís, cuando se muere alguien próximo a tu papá o a un ser querido, como que se actualiza la ausencia. En el libro aparecen muchos de estos personajes muy argentinos y que están atravesados por esa vida de mi papá. En el año 84 él almorzaba cada quince días con un presidente militar, el general Lanusse, y él había estado preso bajo el régimen de Lanusse. En ese mismo tiempo pasaban por mi casa figuras de la izquierda. Era ese carácter anfibio de mi papá, que creía que podía convivir con esos mundos. Y creo que en un momento lo logró, hasta que le resultaron más difíciles de conciliar.

Da la impresión que partiste haciendo un libro, y el reporteo o investigación de tu propio pasado te llevó a escribir otro.

Fueron cosas más hazarosas. Me animé a empezarlo porque viví fuera de la Argentina cinco años. La primera parte la escribí cuando estaba viviendo en Estados Unidos, haciendo un doctorado en NYU. Me habría sido muy difícil hacerlo aquí y al día siguiente caminar por las mismas calles o ir a los lugares sobre los que transcurre esta historia. De modo que esa primera parte tiene que ver con esa distancia, en lo geográfico y también con el tiempo, habían pasado casi 20 años de la muerte de papá. Eso me ayudó a tomar un tono que no es dramático, no solamente viene del desgarro. Y después una de las personas que leyó el manuscrito me dijo que faltaban voces. La de papá, de sus amigos, y ahí me entregué al reporteo. Era una situación media absurda, como supuestamente yo conocía más que nadie la vida de mi papá. Pero bueno, empecé el reportaje porque a mí como periodista es lo que me resulta más fácil hacer. Sin esa segunda parte no había libro, tenía que estar acá confrontando la historia, los dolores.

¿Qué fue lo más difícil al escribirlo?

El libro fue cambiando. Pero el primer capítulo siempre fue el primer capítulo. Como que mi idea era escribir descarnadamente, no ser cuidadoso, hay cosas que me incomodan contarlas y ahora cuando pienso por qué las escribí, no sé mucho. Cuando cuento cómo me avisaron que había muerto mi papá, tengo tan presente lo que pasó en los siguientes diez minutos, que lo escribí; podría haber dicho que para qué contarlo, pero siempre fui más a esa zona de riesgo. Lo que intento es compartir al lector de la búsqueda, fue una invitación a ver cómo es la reconstrucción de una vida. Hubiese sido muy deshonesto de mi parte contar todo lo que está en el borde. Este libro no tenía otra manera de escribirlo.

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