Se duplica demanda de astrónomos en Chile por usar observatorios

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Vista del observatorio Paranal. Al fondo el volcán Llullaillaco.

En Paranal y La Silla, propuestas de observación de entidades chilenas crecieron notoriamente en una década. En Alma y Telescopios Magallanes, de cada tres propuestas nacionales presentadas una es aceptada.




"Hace 20 años, la demanda de tiempo de astrónomos chilenos superaba por poco el 10% de observación astronómica que tienen garantizado en los telescopios internacionales. Hoy no solo hay una mayor cantidad de propuestas de observación nacionales, sino que son de gran calidad y con una sobredemanda del orden del 200% a 300%, lo que significa que una de cada cuatro propuestas será aceptada", indica Steffen Mieske, jefe de operaciones científicas del Observatorio Europeo Austral (ESO).

El experto de la organización -dueña de La Silla, Paranal (VLT) y parte de Alma- dice que solo en los dos primeros la demanda por observación se ha duplicado en la última década. "En el último ciclo (abril a septiembre de 2018) recibimos 98 propuestas con investigadores principales afiliados a instituciones chilenas, de un total de 897. Hace 10 años, recibimos 54 propuestas de 892. El número casi se duplicó, mientras que el total se mantuvo constante", explica.

El fenómeno se replica en Alma, con inversiones de EE.UU., Europa (ESO) y Japón. Si en 2013, cuando el radiotelescopio entró en operaciones, se presentaron 65 propuestas nacionales, en el último ciclo de observaciones (30 octubre 2017- 30 septiembre 2018) subieron a 95.

John Carpenter, Observatory Scientist de Alma, dice que "el número de propuestas de la comunidad chilena se está estabilizando en cerca de 100 propuestas por ciclo".

Aunque aclara que solo el 42% del tiempo solicitado por entidades nacionales podrá observarse (para 2017-2018), ya que el tiempo pedido es mayor que el disponible.

Cantidad y calidad

Cuando la ESO y la Asociación de Universidades para la Investigación en Astronómica (Aura) se instalaron en Chile, hace 50 años, con La Silla y Tololo, respectivamente, los astrónomos chilenos eran tan pocos que se conocían entre sí. Para mediados de los 80 la situación no había mejorado mucho, apenas 24 astrónomos en la U. de Chile y la U. Católica, cifra que se mantendría estable hasta el 2000.

Pero desde el nuevo siglo, el panorama cambia radicalmente: la comunidad astronómica nacional pasó de 40 investigadores en 2005 a 221 en 2016, y con 675 alumnos en preparación.

Dos grandes razones explican esa alza explosiva. Por un lado, los consorcios internacionales comienzan a instalar telescopios e instrumentos de última generación en Chile: VLT (ESO), el instrumento óptico más avanzado del mundo (1998-2000); los Telescopios Magallanes, de Carnegie Institution for Science (2000 y 2002); HARPS, el mayor buscador de planetas (2002) y Alma, el radiotelescopio más grande del planeta (2013-2015). Y están en carpeta: ELT (ESO) y GMT (Carnegie Institution): los mayores telescopios ópticos del planeta, que en 2017 pusieron su primera piedra.

A la par aparecieron fondos públicos especiales y las universidades chilenas comenzaron a hacer enormes esfuerzos por contratar astrónomos y abrir carreras de astronomía tanto en pregrado como posgrado: un paso fundamental para el desarrollo de esta ciencia en el país.

El acuerdo con el Estado chileno es que los observatorios deben asegurar el 10% de observación a astrónomos que trabajan en instituciones chilenas. A cambio el Estado les otorga la calidad de organismo internacional, lo que les permite operar bajo un marco regulatorio muy favorable. "Ese 10% representa una ventaja en el mundo científico y muchos astrónomos extranjeros decidieron venir a Chile y quedarse. Hoy representan una parte de la comunidad astronómica en Chile", dice Mieske.

Por eso, al experto de ESO no le asombra que las propuestas chilenas hoy se equiparen a las europeas en cantidad y calidad: "Para el período 2017-2018 llegaron 67 propuestas de Italia, 73 de Francia, 121 de Alemania, 167 del Reino Unido y 98 de Chile. No solo están usando el 10% reservado por su mérito científico, sino que entran a competir con el resto por su calidad, por lo que podrían incluso superar ese 10% en el futuro".

Un 10% con ventajas

Ezequiel Treister, académico de la U. Católica y ex presidente de la Sociedad Chilena de Astronomía (Sochias) explica que cada consorcio tiene comités especializados que evalúan anualmente propuestas de observación para sus telescopios.

Por ejemplo, en los comités de ESO y Alma todas las propuestas -nacionales e internacionales- compiten y son ranqueadas, según importancia científica. De las "chilenas", los mejores puntajes copan el 10% asegurado para entidades nacionales.

El Departamento de Astronomía de la U. de Chile (DAS) tiene el mandato de administrar el tiempo chileno en unas 10 instalaciones astronómicas, entre las que destacan el Observatorio Tololo y Las Campanas. El DAS organiza dos veces al año un Comité Chileno de Asignación de Tiempo (CNTAC) que define qué propuestas tendrán tiempo de observación y cuánto.

Treister indica que este comité evalúa cada semestre unas 100 propuestas nacionales desde hace unos tres años y que, por ejemplo, en los Telescopios Magallanes, de cada tres propuestas una logrará tiempo de observación.

"Es una cifra saludable, pues indica que están quedando las mejores propuestas y que se está usando a cabalidad ese 10%. Como referencia, en un momento, de 10 propuestas que llegaban el telescopio espacial Hubble una era aceptada, y con ello se corre el riesgo de que varias buenas investigaciones queden afuera", dice.

El astrónomo de la UC entrega otro dato. Aunque el 10% podría parece una cifra baja, considerando que los cielos privilegiados están en Chile, la millonaria inversión de estos consorcios no está al alcance del país. De hecho, hay observatorios que suman una inversión superior a los 5 mil millones de dólares, "una realidad inalcanzable para Chile. Una noche de observación en el VLT de Paranal cuesta 50 mil dólares".

Además, cada telescopio puede ser usado solo por los astrónomos de países miembros, mientras que los astrónomos trabajando en Chile pueden acceder a cada uno de ellos. "Hoy Chile concentra el 40% de la capacidad de observación astronómica mundial. Los europeos tienen acceso a tiempo en La Silla, Paranal, VLT y su fracción en Alma, nada más. Los astrónomos de EE.UU. a Gemini y su fracción de Alma. Los astrónomos en Chile, en cambio, pueden postular al 10% en cada uno de estos telescopios, por lo que pueden usar múltiples y diversos instrumentos para una misma investigación".

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