Roberto Díaz: el músico oculto

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Además de ser un intérprete de viola muy reconocido en Estados Unidos, este chileno está a la cabeza de una de las instituciones más importantes del mundo en su área, desde donde está tratando de actualizar la formación en música clásica.




"Llevo cinco semanas recorriendo Estados Unidos, Canadá y España, en una razón de tres conciertos por semana y cada uno con un repertorio diferente", cuenta Roberto Díaz, en medio de una visita que hizo en abril a Chile, el país en el que nació y vivió hasta los 12 años. "Viajo por lo menos la mitad del año porque tengo, por así decirlo, dos vidas profesionales".

En una de esas vidas es uno de los violistas más importantes de Estados Unidos -tal como lo han descrito en el Washington Post o el New York Times-, fue solista de la orquesta de Filadelfia y se presenta frecuentemente en algunos de los escenarios más importantes del mundo. En la otra, es presidente y director del Curtis Institute of Music en Filadelfia, el conservatorio donde él mismo estudió y que es considerado el mejor de Estados Unidos.

Pocos chilenos pueden decir que tienen tanta responsabilidad en su área como Díaz en la suya, ya que la institución que tiene a su cargo busca atraer por medio de becas a los mejores talentos del mundo y la admisión es todo lo competitiva que puede ser un centro de excelencia en Estados Unidos, al punto que tiene menor tasa de aceptación que Harvard o Yale. "Curtis es una escuela donde vas a tocar, es un lugar al que vas a practicar, no es para quienes quieren ser profesor de violín, sino un violinista, clarinetista o cantante de ópera", cuenta él.

Entre las cuerdas

Roberto Díaz nació y creció en Santiago, y su padre, Manuel, también un destacado violista, lo puso tempranamente a tocar instrumentos a él y a sus tres hermanos. Él comenzó con el violín pero se cambió a la viola cuando se fue a vivir a Atlanta, a los 12 años, siguiendo a su padre, quien consiguió un puesto permanente en la orquesta de Atlanta. Partieron el 9 de septiembre de 1973. "Estando allá, un día nos preguntan en el hotel de dónde éramos y cuando dijimos que de Chile, nos preguntaron si ya nos habíamos enterado de la noticia del golpe. Fue un shock", recuerda.

Rápidamente se enamoró de su instrumento. "Nunca tuve interés en el violín, inventaba excusas para no practicar, pero cuando llegué a la viola fue diferente. Quizás una combinación de cosas, entre madurez y aceptación. Sólo quería tocar", cuenta.

Tocar es, desde entonces, dice él, una necesidad. "Tengo que practicar todos los días, así como se necesita comer diariamente. Siempre que viajo, aunque sea por unos días, llevo una de mis violas conmigo porque tengo tanta música que aprender".

¿Y tiene alguna viola principal?

Sí, soy muy afortunado. Mi principal instrumento es una viola Amanti que perteneció a William Primrose (considerado por muchos el mejor violista de todos los tiempos), hecha en Cremora, dicen que alrededor de 1570.

¿Le tiene nombre?

Sí. The Old Lady.

Que vuelva lo clásico

Estar a cargo de Curtis Institute no fue algo con lo que él soñaba. "Siempre pensé que iba a tocar música de cámara en solitario, pero estuve en cuatro grandes orquestas norteamericanas y he viajado por todo el mundo interpretando composiciones de todo tipo de músicos. También hice clases y ahora resulta que también hago administración. Nunca planeé nada, pero sucedió".

Desde que asumió como presidente de ese conservatorio en 2006 ha trabajado para actualizar la escuela y ponerla a tono con los nuevos tiempos, sin perder su tono clásico ni su atmósfera íntima centrada en el aprender haciendo. Parte importante de esa labor ha sido abrirse al mundo, y para eso con su equipo han diseñado cursos masivos online, realizando presentaciones por streaming, abierto videolibrerías de conciertos y han creado la que es hoy una de las principales insignias de la institución: el programa Curtis on Tour, giras en las que alumnos tocan con graduados y destacados docentes, de tal modo que en las presentaciones se combinan músicos muy experimentados con jóvenes talentos, que desde su nacimiento en 2008 ha estado en más de 50 lugares distintos en Europa, Asia y América.

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Díaz sabe que la música clásica hoy no lo tiene sencillo. "Las artes, en varias maneras, no son muy diferentes que la industria en general. Si no innovas, si no cambias, si no adaptas, si no diriges, te vas a quedar atrás. Por lo mismo, el mayor problema que tenemos, al menos en Estados Unidos, con las orquestas y las casas de ópera, es que las mentes artísticas detrás de ellas están peleando para hacer las cosas de la manera que se hacían hace más de 100 años. Pero la tecnología lo está cambiando todo y ahora podemos escuchar todo lo que todos los autores del mundo han hecho, en sólo cinco segundos".

De hecho, hay artistas pop que han compuesto discos en iPads.

Por eso, cuando hicimos el edificio nuevo de Curtis, estratégicamente agregamos un centro de tecnología. Lo que buscábamos era ver cómo Curtis se expandía hacia el mundo. Debo decirte: lo que nunca pensamos fue que el centro de tecnología se volvería un salón de clases. Ni siquiera soñamos con eso, pero cuando vimos que los alumnos estaban realmente interesados en eso, en crear videos y audios autoproducidos, fue sorprendente. Ninguno espera que los llamen para firmar un contrato por múltiples discos o para ser parte de una orquesta.

¿La música clásica también se adapta a los tiempos?

Exacto. Cuando estaba en la Sinfónica de Boston, solíamos pelear con la gente que grababa parte de los conciertos con su teléfono, los sacábamos del edificio. Ahora pienso que uno es afortunado si estás tocando el concierto de Brahms y alguien te está grabando justo cuando haces algo brillante, decide subirlo a internet y te vuelve viral. Porque gracias a eso, la próxima vez que toques a Brahms, va a haber una línea de gente esperando para escucharte. Las reglas son diferentes, por lo que la siguiente generación de músicos clásicos debe tener claro eso. Este es el mundo en que vivimos ahora.

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