Patricia Highsmith: El suspenso como obra de arte

Se acaba de editar en un libro los cinco tomos que Highsmith escribió sobre Tom Ripley, el gran héroe de novela negra que no es detective, sino asesino.<br />




Cuando tenía 16 años, Patricia Highsmith tenía que leer un libro de historia para el colegio, pero en la biblioteca había sólo tres copias para más de 100 alumnas urgidas. Ante la desesperación, estuvo tentada de robárselo; no lo hizo y en vez de eso escribió un cuento sobre una jovencita que se roba un libro de la biblioteca y nadie la descubre. Le interesaba retratar la necesidad imperiosa, la sensación de transgresión, la culpa, o falta de culpa de esta situación ética básica, junto con la represión del "irresistible deseo de confesar".

Con esta breve anécdota, Highsmith explicó, en la radio BBC, cómo empezó a escribir novelas negras, o de "suspense", según las llamaba. "Desde el punto de vista dramático, los delincuentes son interesantes porque, al menos durante un tiempo, son activos, libres de espíritu y no se doblegan ante nadie. Yo soy tan observante de la ley que me pongo a temblar ante un aduanero, aunque no lleve contrabando en las maletas. Tal vez lleve dentro de mí un impulso criminal grave y reprimido, pues de lo contrario no me interesarían tanto los delincuentes o no escribiría sobre ellos tan a menudo", abundó en su muy generoso libro Suspense, donde da consejos para escribir una novela de intriga y cuenta sus procesos creativos.

Nacida en Texas en 1921, a los seis años se fue con su madre a vivir a Nueva York (su padre desapareció del mapa), donde la crió su abuela. Empezó a escribir relatos en revistas y se volvió famosa antes de cumplir 30 con Extraños en un tren, que Hitchcock hizo película en 1955 con guión de Raymond Chandler. Ese mismo año apareció The talented Mister Ripley, traducida al castellano como A pleno sol, según el título de la versión de cine francesa de René Clement y protagonizada por Alain Delon. Sus relatos veloces, siempre acontecidos y llenos de detalles deliciosos, con una ambigüedad a toda prueba, son perfectos para el cine. Por eso también Win Wenders y Anthony Minghella usaron sus novelas, precisamente las de la saga Ripley.

"No hay nada espectacular en el argumento de A pleno sol, creo yo, pero el libro se hizo popular debido a su prosa frenética y a la insolencia y la audacia del propio Ripley", cuenta en Suspense. "Me imaginé a mí misma dentro de la piel de su personaje y eso hizo que mi prosa cobrara una confianza que en otro caso no hubiese tenido. Se hizo más entretenida. Ningún libro me ha resultado más fácil de escribir y a menudo tenía la sensación de que Ripley lo estaba escribiendo y que lo único que hacía yo era pasarlo a máquina".

Ripley es, como Highsmith, un tipo culto, llano y encantador, pero a segunda vista muy complejo y perverso. No duda en asesinar a quienes más admira para conseguir lo que desea, que es simplemente gozar de todos los medios para su refinamiento. "Lo considero un hombre tan civilizado, que mata cuando tiene necesariamente que hacerlo. No tienen que admirarlo, pero tampoco hay que censurarlo. Vive su vida; a su manera, no es un criminal, es un arribista obligado a matar", dijo Highsmith. Sólo su muy limpia prosa permite cruzar el encanto con la maldad para gozar con la fría inteligencia de Ripley y entender su mente de pseudo psicópata que, por supuesto, no se queda en la mera anécdota. De hecho, después de 15 años, Highsmith volvió a su personaje, ahora casado con una rica heredera y convertido en un tipo elegante y globalizado, para explotarlo en otras cuatro novelas, que escribió hasta 1991, pocos años antes de morir: La máscara de Ripley, El amigo americano, Tras los pasos de Ripley, Ripley en peligro.

Ripley cuestiona las nociones de justicia, del bien y el mal, de la ambición y también del arte: no es casual que sea un experto en música y pintura, que trafique cuadros falsos y se relacione con toda suerte de tipos turbios refinados. Hay allí tanto una crítica a la literatura como arte sublime y una prueba de la fascinación de Highsmith con la cultura de Europa, donde se quedó a vivir luego de asfixiarse con la reprobación moralista que siempre terminaba por recibir en Estados Unidos. Era lesbiana, un poco misántropa y muy libre, lo que resultaba escandaloso.

Graham Greene, maestro de la novela policial pero con un gran sentido de la ética, dijo que su amiga Highsmith creaba "un mundo claustrofóbico e irracional al que uno entra cada vez con una sensación personal de peligro". En Highsmith todo es plausible y podría ser real, pero prima lo que ella llamó experiencia emocional, que nos deja sentir las sensaciones más perturbadoras y alejadas de la supuesta normalidad. "Yo me dedico a crear debido al aburrimiento que me produce la realidad y la monotonía de la rutina. Al escribir, tengo que pensar en mi propio entretenimiento y la verdad es que a mí me gustan las sorpresas".

A todos nos gustan, más aún con la perfecta y perversa elaboración de esta escritora.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.