Nueva ley y nuevo status: La hora de las nanas

Miles de familias en Chile dependen de la nana, sobre todo para el cuidado de los niños. Aunque históricamente este ha sido un trabajo desregulado, en que se confunde lo profesional con el cariño, las cosas están cambiando. Y deberían cambiar más a partir de enero, cuando empiece a regir la nueva ley que, entre otras cosas, regula sus jornadas de trabajo.




Las nanas son parte importante de la historia de este país. Mujeres que tradicionalmente se han encargado del aseo, limpieza, la cocina y sobre todo del cuidado de niños en las casas de otras. Pero la figura de la mujer incondicional, la que criaba hijos y nietos de una misma familia, muchas veces sin un contrato, o que cuando quería jubilarse no tenía pensión, está en retirada. Y en enero debería comenzar su extinción.

Uno de los principales objetivos de la Ley 20.786 que "modifica la jornada de descanso y composición de las remuneraciones de los trabajadores de casa particular y prohíbe la exigencia de uniforme en lugares públicos" es avanzar hacia la profesionalización de esta labor, que todavía tiene altos grados de informalidad: no existen cifras oficiales, pero se estima que entre el 50 y el 70% de estas trabajadoras no tiene contrato o no se les paga regularmente las imposiciones.  "Este no es un trabajo indigno, las condiciones laborales, sí", ha dicho Ruth Olate, la presidenta del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular (Sintracap).

Aunque para el diputado Gabriel Boric -el único que votó en contra del proyecto- sigue siendo un avance "en la medida de lo posible" que no termina con la discriminación, la nueva legislación es una puesta al día con demandas largamente buscadas por las trabajadoras. Pero es cierto que más bien igualan sus condiciones con las del resto de los mortales. Porque durante décadas el servicio doméstico funcionó en una categoría distinta, con algunas normas, establecidas o tácitas, abiertamente discriminadoras. Así lo recuerda la senadora Carolina Goic, una de las autoras de la nueva norma, quien hace un recuento de los avances. "En 2011 recién pudimos regular el salario mínimo y equipararlo con el del resto de los empleados, porque hasta entonces las trabajadoras domésticas recibían sólo el 75% de este. Fue un reconocimiento a la dignidad de un segmento que, hasta entonces, estaba muy abandonado. Lo que se hizo después fue modificar el Código del Trabajo, que establecía que estas trabajadoras no tenían derecho a tomarse libres los feriados. Y finalmente este proyecto, que busca principalmente regular la jornada laboral".

La modificación más importante es el establecimiento de 45 horas laborales a la semana para quienes prestan servicios puertas afuera (aplicables en 5 o 6 días) y un descanso de 12 horas diarias para quienes viven en la casa en que se desempeñan, nueve de ellas continuas (Ver recuadro). "Había mujeres que estaban trabajando 72 horas a la semana", explica la senadora Goic.

La ley no ha estado libre de polémica: "Cómo van a trabajar sin delantal", "no alcanzo a llegar a mi casa con los nuevos horarios", "ahora hay que especificar hasta la ropa que van a lavar", "ya no me puedo llevar a mi nana a la playa" son frases que se escuchan en círculos sociales, pero que nadie quiere atribuirse porque son políticamente incorrectas.

Otra queja es sobre si el "emparejamiento" de la cancha corre para todos lados, es decir, si una madre o padre que trabaja y cuenta con su empleada para que cuide a sus hijos, tendrá las facilidades en su propio trabajo para llegar a su casa a tiempo y hacer el enroque. La ministra del Trabajo, Javiera Blanco, se hace cargo del punto: "En general, la mayoría de los trabajos establecen las 45 horas como jornada laboral. Pero como entendemos que siempre puede haber imprevistos, se ha creado una bolsa de 15 horas adicionales a la semana, que funcionan como horas extra y se pagan con un recargo del 50%", dice.

PARTE DE LA FAMILIA

Actualmente se estima que hay 332 mil mujeres que trabajan en el servicio doméstico, lo que representa un 10% de la fuerza laboral femenina. Un porcentaje alto, sin duda, pero que ha caído desde 1990 cuando superaba el 20%. Hace 25 años el 36,4% de las nanas lo hacía puertas adentro, hoy sólo lo hace el 17%.

Puertas afuera o adentro, la nana convive muchas horas con una familia y entra como pocas personas en su intimidad. Eso ha sido una fuente de tensiones porque puede conducir a una relación confusa, entre lo profesional y lo afectivo. Para la Ministra del Trabajo, Javiera Blanco, ahí radica la gran discusión de hoy. "Entender a la trabajadora como parte de la familia finalmente es un vicio, porque los límites son difusos y las tareas, poco claras. Un papá o una mamá deben estar disponibles todo el tiempo para sus hijos, pero no la nana, porque no le corresponde y porque es un trabajo".

En este punto concuerda la socióloga Magdalena Gil, quien realizó investigaciones al respecto en su doctorado en la Universidad de Columbia. "Estamos siendo testigos de un cambio en el modo de sociabilidad entre el empleador y el empleado. La clave está en la relación; no es posible pedirle favores a una nana sabiendo que ella no puede decir que no, los amiguismos no son adecuados por una cosa de poder. Y eso está mutando, primero por la notable disminución del personal puertas adentro y, segundo, porque la gente cada vez conoce mejor sus derechos".

También tiene que ver con el progreso material: "Con el desarrollo económico una mayor proporción de mujeres accede a la educación terciaria y el empleo doméstico pierde terreno. De hecho, el período de mayor baja en este tipo de empleos fue entre 1990 y 1997, cuando la economía crecía a tasas del 7%. Y tal como ocurre en los países más desarrollados, esto trae como resultado que grupos con grandes necesidades de trabajo, como los inmigrantes, comiencen a llenar estas plazas", dice el economista de Clapes UC, Juan Bravo.

Las cifras que entrega el Departamento de Extranjería y Migración lo confirman. Aunque la declaración laboral de un inmigrante es absolutamente voluntaria, lo que implica que estos números tienen carácter estimativo, del total de visas otorgadas en 2013, la mitad corresponde a mujeres, y de estas, el 21% declara como actividad ser empleada doméstica. Esto se traduce en 13.621 mujeres, la mayoría de nacionalidad peruana, seguidas de colombianas, bolivianas y dominicanas. Eso en los números oficiales, pero la cifra puede aumentar en un 50% si consideramos inmigrantes ilegales.

Y si hablamos de sueldos, el portal chilenanas.cl muestra que hoy las trabajadoras puertas adentro están pidiendo alrededor de 400 mil pesos mensuales y las puertas afuera, $350.000. Todas más imposiciones por el total de la remuneración, es decir, un 19% extra.

NI TAN CUICOS NI TAN PROGRES

Hay quienes siguen valorando la institución a la vieja usanza. Un caso extremo es el decorador Andrés Alsina, quien cada cierto tiempo revoluciona las redes sociales cuando sube fotos de sus "nanas" en verdaderas performances… las ha amarrado, ha simulado crímenes pasionales y hasta se ha fotografiado en sugerentes posiciones. Él se ríe de eso y también dice que lo hace su empleada, Érika, a quien él apoda "la Gatita", y lleva 10 años trabajando con él.

"Yo me fui en los 70 a vivir a Europa con mi familia y nos llevamos a la nana. Esa es mi generación, la que no las ve como empleadas, sino como una parte fundamental de la familia. En el minuto en que te lavan los calzoncillos o te recuerdan los remedios que debes tomar pasan a ser parte de tu vida. En mi caso, además de Érika tengo a la Yuli, que es la empleada de mis vecinos, pero viene a cocinar a mi casa, y Carmencita, que está en mi departamento en Buenos Aires. Ellas han estado presentes en todas las decisiones importantes de mi vida, hemos llorado juntos, porque no es posible congelar tu intimidad. Soy yo el que transgrede los límites, el que las somete a humoradas con las que gozamos juntos. Pero todo desde la más absoluta confianza… ¡Si no fuera así, imagínate lo que podrían hacer ellas en la Inspección del Trabajo con una sola foto en que aparecen amarradas a un poste!", dice.

Pero aunque a primera vista puede parecer una discusión elitista, lo cierto es que en la medida en que más mujeres se han incorporado al trabajo y han salido de sus casas, para muchas familias las nanas se han vuelto una necesidad, no un lujo, sobre todo, para las de clase media con hijos.

Para Josefina Reutter, autora del blog Cuicoterapia y quien recientemente escribió para The Clinic un artículo sobre las nanas, este es uno de los temas de conversación más recurrente entre las mujeres, sobre todo entre las que tienen niños chicos. "Por lo menos una vez a la semana alguien publica en el muro de Facebook 'Necesito nana urgente' o 'Mi nana se va a fin de mes'. Es una angustia constante entre las cuicas y las no tan cuicas, que no acostumbran a dejar a los niños todo el día en una sala cuna y, mucho menos, tienen abuelas disponibles para la crianza. Hoy no se quedan más de dos o tres años en una casa y su trabajo es cada vez más eso, un trabajo y, por lo tanto, si en otra parte le ofrecen más plata, se van". Lo mismo que probablemente harían sus empleadores. Reglas del mercado, les dicen.

Reutter plantea que hoy las trabajadoras de casa particular saben que lo que hacen es muy valioso y que hay menos gente disponible para reemplazarlas. "Este es un tema que afecta principalmente a las familias de clase media, donde los dos padres trabajan y se necesita a alguien en la casa. Porque se fomenta que las mujeres entren al mundo laboral y se abren más salas cuna, pero cuando el niño entra al colegio y sale a la una de la tarde no puede pasar el resto del día solo. Y ahí es donde hablamos de la 'nana empoderada'. Tienen más capacidad de negociación y se saben imprescindibles… si pide aumento de sueldo o más días libres, se lo dan. Y siempre va a haber gente dispuesta a pagarles más. Hoy la nana es quien decide con quién trabaja", dice.

DOS MIRADAS

¿Puede una profesional que trabaja y tiene niños vivir sin nana? Obviamente sí, pero marca diferencias en los estilos de vida de dos mujeres.

Nazhla Abad es abogada y diplomática, tiene tres niños entre dos y cinco años y no tiene empleada porque no quiere. Pasó sus primeros años de mamá en Holanda y se acostumbró a este estilo de vida. "La base está en tener un marido que haga todas las tareas a la par contigo, si no esto no resulta. Todos mis niños han ido a la sala cuna desde los tres meses, porque prefiero que compartan con otros niños y aprendan a que estén en la casa viendo televisión. Siempre he trabajado, pero tengo cierta flexibilidad que me permite ir a buscarlos algunos días a la semana". Dice, eso sí, que la vida en Chile no está concebida para no tener nana, "los horarios de trabajo son muy extendidos, las distancias enormes y no están institucionalizadas alternativas como los after school, que en otros países son obligatorios. Hay días en que corro bastante y nunca podemos salir solos, pero la recompensa es que no me pierdo ni un solo instante de la vida de mis hijos".

En el otro extremo está Victoria Oyarzún. Al igual que Nazhla vivió fuera de Chile, pero en su caso en Hong Kong, donde el servicio doméstico está absolutamente institucionalizado y casi siempre a cargo de mujeres de Filipinas o Indonesia. Cuando tuvo a su primer hijo contrató a una mujer filipina que se vino a Chile con ella y lleva siete años en su casa. Una de las razones que tuvo para tomar esta medida fue el deseo de que sus hijos se criaran en un ambiente bilingüe. "Hoy en mi casa sólo se habla inglés", dice.

Cuando quedó embarazada por segunda vez quiso más ayuda y su nana le pidió que trajeran a Chile a su sobrina, recién titulada de profesora. "Así que en mi casa tengo una profesora y una chef. Y tenemos una vida juntas, vamos de compras, comemos en familia. En mi casa nadie usa uniforme y realmente las sentimos como parte de la familia, las quiero y las cuido porque siempre están ofreciéndoles otros trabajos".

Pero lo que ella cuenta es cada vez menos común. Nadie se atreve a pronosticar que las nanas vayan a desaparecer, pero sí hay coincidencia en que a la figura de la empleada puertas adentro le queda poco de vida. "A medida que el país siga creciendo se irá extinguiendo este servicio y las familias deberán acomodarse a esta realidad, adecuándose a personas que trabajen puertas afuera y, en muchos casos, sólo algunos días a la semana", dice el economista Juan Bravo. La ministra Blanco agrega: "En otros países este es un servicio como cualquier otro y hacia allá deberíamos movernos".

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