Marco Antonio De la Parra: "No creo en las consignas de las multitudes, le tengo desconfianza a la masa"

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El autor y psiquiatra vuelve a librerías con Los sueños rotos. Monólogo de un indignado, un ensayo crítico del país de hoy. También presentó en la Feria del Libro una edición ilustrada de Hamlet, de Shakespeare, con dibujos de Rodrigo López.




Este Chile, el de los últimos años, el que ha vuelto a salir a las calles por los casos de corrupción y colusión, la crisis de las AFP, los femicidios y la educación, convertido en un paciente frágil y tiritón sobre el diván, dispuesto a psicoanalizarse. Es la metáfora con que Marco Antonio De la Parra da la primera estocada en Los sueños rotos. Monólogo de un indignado, el volumen etiquetado por Ediciones B que este lunes presentó en la Feria del Libro de Santiago, junto al periodista Juan Manuel Astorga.

Podría leerse, dice el psiquiatra y dramaturgo de 64 años, como la continuación de su ensayo La mala memoria, de 1997. "Ese otro libro iba a tener una segunda parte que se iba llamar El país imaginario, pero sucumbió primero ante el caos de mi cabeza que al que se desató en el país. Razones personales. En fin, este nuevo intento, que retoma esa misma hebra, lo empecé a escribir en 2015, en el segundo round de Bachelet. Había comenzado mucho antes, pero me dio la impresión de que estaba ocurriendo algo más fuerte y que había que dar cuenta de eso", dice el autor de La secreta obscenidad de cada día y coordinador artístico del Teatro Finis Terrae.

El año pasado, mientras brincaba del fin del gobierno de Piñera ("El se estaba probando el busto del mejor Presidente de la historia de Chile al momento de rendir cuentas") al retorno de Michelle Bachelet a La Moneda ("Ella no toma en cuenta, oídos sordos, su baja popularidad. Ya no es la convocatoria transversal de otrora. Su liderazgo recibió encima el guadañazo del caso Caval"), De la Parra adaptó Hamlet, la obra de William Shakespeare, esta vez pensada para jóvenes amantes de la novela gráfica. Una edición publicada por Santillana de la misma obra, ilustrada por Rodrigo López, llegó a vitrinas hace pocos días. "Lo pensamos como una trilogía. Ahora estoy con Romeo y Julieta y luego vendrá Otelo. Shakespeare es un autor que conozco mucho, lo he enseñado y me fascina además, pues burló a la autoridad de su época", dice.

En Los sueños rotos, De la Parra sigue ese mismo impulso y elabora un ensayo crítico, verborreico a ratos y de afán retrospectivo, aunque sin dejar de atender buena parte de la contingencia local, desde los movimientos sociales, la educación y el modelo de las AFP, al sistema neoliberal en crisis. "Son cosas de la edad. No creo que se pueda hacer una radiografía del país de hoy sin escarbar en el pasado. Hacía ya muchos años que íbamos a caballo al galope hacia una crisis profunda de la democracia, y pronto íbamos a chocar de frente con el lado más oscuro de nuestra historia", opina. El reciente destape de la corrupción, cree, derribó sueños de ambos costados: "De la derecha sonriente pasamos a la izquierda enfurruñada detrás de la facies amable de la Presidenta y su carisma encantador. Oscuro panorama", anota.

¿Es Ud. el hablante o usurpa otra voz que consideró la adecuada para estar a tono con el resto del país?

Creo que es la mía, pero también la de varios que se quedaron en casa para las pasadas elecciones municipales. Si pienso al país como un psicoanalista, podría decir que pasamos del miedo que nos dejó la dictadura a la rabia inconmensurable de las nuevas generaciones, y ahora vamos, o estamos, por la desafección y abstención.

¿Fue su caso, Ud. votó?

Desde luego, es parte de los costos y deberes de todo ser cívico. Voté en Providencia, donde he vivido casi siempre, atiendo en mi consulta y además trabajo. Me fue mal. No triunfé con la alcaldesa pero sí voté un concejal. Para muchos, este gallinero volvió o volverá a ser lo que era antes de la pausa que vivimos.

En su libro, le escribe a "los jóvenes post capitalistas. Y post estatistas. Sus consignas son arcaicas y confusas". En su rol académico seguro le toca rodearse de jóvenes, ¿cómo los ve?

Antes, como director de la Escuela de Teatro de la Finis, los veía y oía más seguido, y no sé si podamos generalizar. Algunos de ellos, desde luego, son los que están en la calle y entregan una mirada nueva y distinta, pero ambigua. Pienso que no saben realmente lo que fue la dictadura y creen que lo que quiere y necesita este país es precisamente lo mismo y no, por eso la gratuidad no puede ir antes de la calidad si hablamos de educación, por ejemplo. Veo mucho afán en ellos de que el Estado sea dueño de todo, y eso ya se vio y no funcionó. Es pasado. El post capitalismo me parece más interesante, preguntarse qué vendrá y no seguir caminando con el espejo retrovisor en la mano. Esto es lo que llaman la "democracia en vivo y en directo", pero yo no creo en las consignas de las multitudes, sus discursos se aplanan y caen fácilmente. Le tengo desconfianza a la masa.

¿Qué propone entonces? Algo dice sobre un diálogo transgeneracional, ¿lo cree posible?

En la medida en que dejen de vernos a los viejos como cómplices de otros años o acomodados del sistema, creo que podría ser un buen paso oírnos, porque hoy estamos en distintas veredas. En este libro está más la herida, el diagnóstico más que la terapia y tratamiento. Quedará pendiente para un próximo libro.

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