Cuando en 1989 Antoine Gallimard, el dueño y regente de la gran casa editora francesa, le ofreció a Teresa Cremisi (1945) ser su directora editorial, podía considerarse un gran triunfo. Ella tenía una destacada trayectoria de 25 años en Italia, pero sería en Francia, en los 25 años siguientes, donde alcanzaría los puntos más altos, en editoriales muy importantes, con autores destacados y más triunfos, incluyendo varios premios Goncourt.

Aunque nacida en Alejandría, de padre italiano y madre medio española con pasaporte británico, es cierto que al llegar a Francia volvía a su lengua materna. Antes de llegar a Santiago para participar este martes en el ciclo La Ciudad y las Palabras del Doctorado en Arquitectura, de la Universidad Católica, lo explica a La Tercera: "Durante casi dos siglos, todo el Oriente Medio hablaba francés. No había allí excentricidad alguna. Todo el mundo hablaba francés, más o menos bien según la clase social". Pero no dejaba de ser una extranjera. De hecho, la nacionalidad francesa le fue negada y no la recibió sino hace poco.

Su extraordinaria labor en Gallimard se acabó abruptamente en 2005, cuando dejó la editorial para dirigir otra, Flammarion. En ambas casas ellas fue editora de algunos de sus más destacados escritores: Michel Houellebecq, Christine Angot, Yasmina Reza, Catherine Millet y Michel Onfray. Y, a pesar de haber dejado los cargos directivos, sigue siendo la editora de muchos de ellos, con quienes ha conocido alegrías y miedos. Ella fue la editora de la novela de toques islamistas de Houellebecq, Sumisión, que coincidió a las pocas horas de llegar a librerías con el atentado terrorista en la redacción de Charlie Hebdo.

En su primer libro, La Triunfante, Cremisi está lejos de hacer un recuento de triunfos. Es la historia de una niña de padre italiano y madre con pasaporte británico, que creció en la Alejandría de la posguerra, apasionada por las aventuras marítimas y las batallas navales ("La Triunfante" es una corbeta del siglo XIX que surcó el océano Pacífico). En 1956, ya adolescente, la crisis del canal de Suez en el Egipto de Nasser obligó a la familia a emigrar a Italia, donde la hija ve cómo sus padres se sienten desarraigados y ella misma partirá a Francia... Etiquetada como novela, La Triunfante tiene mucho de autobiografía.

¿Podría decir: "la narradora, soy yo"?

Es una novela. La narradora no soy yo (hay diferencias: ella se casa tarde, yo me casé a los veinte, ella no tiene hijos, yo tengo dos que adoro, y podría seguir). Quise decir "yo" a través de ella, porque el "yo" permite efectos narrativos más fuertes. Se puede trasladar mucho. De la intimidad. En revancha, ella tiene mi infancia (y la de mi madre mezcladas), ella tiene padres como los míos, y sobre todo ella tiene mis gustos. Digamos que intenté un autorretrato novelesco.

Ella siente la salida de Alejandría como un exilio...

La partida forzada es un exilio, por supuesto. Todos los bienes son abandonados, ya no hay casa, no habrá más amigos, no habrá más sociedad.

La vida en Milán, ¿es otra forma de exilio?

Italia es la primera etapa. Para los padres de la narradora, es un lugar que los acoge y también los excluye. Ellos cambian de estatus. No entienden bien los códigos del nuevo país. Para su hija, este es el comienzo de una nueva vida. Emocionante, pero que la separa de sus padres. Este es el camino de todos los exiliados: su pasado los ha dejado, pero sus hijos los dejarán también.

¿Y después París?

París es otra historia dado que es un exilio voluntario.

Dejó fuera del libro su experiencia de editora. ¿Cree que un día escribirá sus memorias sobre ese aspecto?

No, estoy segura de que no escribiré esas memorias. Las cosas más divertidas no las podría contar. Y no quiero contar eso que es la parte secreta de las relaciones amistosas o profesionales.

Fue editora casi el mismo tiempo en Italia que en Francia. ¿Hay un prejuicio en ver la etapa parisina como más espectacular?

Tiene razón: estuve en Italia en un torbellino profesional muy emocionante. Pero yo era joven y empecé, como es normal, con empleos menores.

Su partida de Gallimard, ¿fue también un exilio?

Sí, mi partida de Gallimard la he sentido como un exilio. Una aventura también, que fue muy hermosa.

Entiendo que continúa como editora de algunos autores.

Sí, continúo acompañando a los autores que me son más cercanos, publicándolos en Flammarion o en Gallimard. Pero también trabajo mucho para el CNC (el centro de cine que ayuda al cine francés: soy la presidenta de "Anticipo sobre ingresos"). Y también escribo columnas para La Repubblica.

Lo ocurrido en torno a Sumisión de Houellebecq debió ser un momento difícil.

La publicación de ese libro no pudo haber sido algo más complicado. Imagine: el libro salió ese día, y el atentado tuvo lugar por la mañana. Muy pocas personas habían leído el libro, pero los comentarios llovieron, a menudo agresivos. Houellebecq fue puesto bajo protección policial y la editorial también. Se pensó que todo podría haber sido distorsionado en ese período. Pero el público no se desanimó y el éxito fue inmenso.

En La Triunfante, la narradora se imagina casi octogenaria, viviendo en la costa de Italia. ¿Comparte esta idea?

De vez en cuando sueño con una vejez tranquila, mirando el mar, caminando, leyendo. Pero, en realidad, no sé si realmente tengo aptitudes para el reposo.