En las vísceras de Séptimo Día

cirque du soleil

Así se arma el show del Cirque du Soleil dedicado a Soda Stereo y que debuta este miércoles en Chile: casi todo fue levantado por artistas que nunca tuvieron idea del grupo.




Más que una compañía artística, el Cirque du Soleil es un compendio de buenas historias. Sobre todo cuando se trata de un espectáculo ideado en Montreal, inspirado en un conjunto argentino, con acróbatas en su mayoría de Estados Unidos y Europa, y con recorrido por México, Colombia, Perú y Chile: hoy esa torre de Babel se llama Séptimo día, el proyecto dedicado a la vida y obra de Soda Stereo, y que debuta este miércoles 19 en el Movistar Arena (Puntoticket).

Por ejemplo, sentado en uno de los rincones del Luna Park bonaerense -donde el montaje partió su tour regional en marzo- está Kasper Moller, un acróbata danés de 22 años, que encarna a uno de los habitantes del planeta Soda Stereo en donde gira la trama y que habla en un correcto español gracias a un reciente viaje de seis meses que hizo por Sudamérica.

"Trabajé en un teatro en España, pero después partí a Argentina, Bolivia y Chile. Ahí hice dedo desde la carretera austral hasta Santiago, me alojé en las casas de gente que conocía en el camino e hice muy buenos amigos", narra el especialista, en una travesía que no sólo le sirvió para reforzar el nuevo idioma, sino que también para confirmar algo imposible de entender desde el frío nórdico: en esta parte del planeta, Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti aún reinan casi sin contrapesos.

Cuando hace tres años fue fichado por la firma para sumarse al proyecto, viajó a Canadá para someterse al mismo rito de iniciación que debieron seguir todos los involucrados en la iniciativa: estudiar más de una cincuentena de links de YouTube con videos y grabaciones del grupo, bajar a sus aparatos móviles parte de sus himnos más connotados y leer en detalle las letras de las canciones, todas traducidas al inglés. Tras ese intensivo adoctrinamiento, todas las discusiones o las primeras ideas del futuro show se discutían en una pieza tapizada de fotos, pósters, recortes de diario e imágenes alusivas a los tres músicos.

Cuando algo no quedaba muy claro, el puente y el zoom con los autores de Persiana americana lo hacía la argentina Jazmín Calcarami, maquilladora principal de la obra y que se encargó de asesorar los looks de los 35 acróbatas y 43 artistas que dan vida a Séptimo día. Es una de las pocas profesionales del equipo que nació en el mismo lugar de los protagonistas.

"Era la única argentina del team creativo y, cuando estuve en Montreal, todas las ideas que iban saliendo me las comentaban, casi que me miraban a mí ante cada nuevo paso que dábamos, como si fuera una embajadora del grupo. Pero ellos también investigaron mucho. Fueron a la casa de la mamá de Gustavo, por ejemplo, y al final sabían más detalles que cualquier fan", recuerda frente a dos tocadores donde diversos jóvenes se pintan la cara y preparan su personaje para una de las tantas funciones, en una rutina que tarda dos horas.

En su implícita responsabilidad como representante de su país, Calcarami -quien también trabajó con Cerati- se topó con personas como la diseñadora Heather Shaw, encargada de toda la escenografía, quien guarda sueños muy lejanos al rock latino facturado en los 80: "Algo encantador para mí sería que el Cirque hiciera un espectáculo del grupo Pantera", suelta como un afán oculto que responde a su pasión desde adolescente por el heavy metal, tan propio de su natal California y tan lejos de la Sodamanía que alguna vez sacudió el fin del mundo.

La estadounidense sigue: "No los conocía, no tenía idea de ellos. Pero luego me di cuenta que fue lo más cercano a los Beatles que vivieron ustedes. Mirando sus peinados, su ropa y su maquillaje, deben haber sido como seres espaciales en un contexto de dictaduras".

Es posible. Por lo mismo, la trama de la producción se centra en esos dos opuestos, el fulgor del rock ganando espacio entre el gris de las sociedades ochenteras en Latinoamérica. Por eso, el protagonista es un adolescente que, audífonos sobre su cabeza, descubre el cancionero de los trasandinos, para luego saltar hasta un mundo de fantasía donde desfilan cuadros escénicos -algunos fascinantes, en el tono histórico de la compañía- musicalizados por hits como Sobredosis de TV, Signos, Un millón de años luz, De música ligera y Té para tres, donde los artistas caminan entre el público armados de guitarras.

Para Michel Laprise, director y gran jefe de Séptimo día, el espíritu festivo no sólo guarda relación con el suceso que impulsó el trío en días difíciles. También es un vínculo con el propio destino del Cirque, siempre habituado a los más obvios héroes de la escena anglo -Elvis, The Beatles, Michael Jackson-, pero hoy abierto por primera vez a un número fuera de esas fronteras. "Somos viajeros y así lo entendemos, como una forma de escapar de nuestra zona de confort", comenta frente al casi medio año que contará residiendo en el hemisferio sur para la tanda de presentaciones de su nueva cría laboral.

Aquella que justo se empezó a fraguar en plena agonía de Cerati. "Y eso también es un simbolismo de la magia que transmite todo esto: un homenaje a la felicidad que fue tenerlo, para ustedes durante décadas, para nosotros ahora que recién lo hemos descubierto", sentencia.

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