La política familiar

Los últimos 25 años, Evelyn Matthei -hoy candidata presidencial de la Alianza- ha estado en la primera línea política. Eso ha tenido un costo familiar: cuando fue senadora por Coquimbo entre el 98 y 2011, a sus hijos los comenzó a ver sólo los domingos. Su marido Jorge Desormeaux, un economista también ocupado, asumió parte de las funciones. Los tres hijos cuentan cómo fue esa vida. Aseguran que no los resiente y que la admiran.




Jorge Desormeaux Matthei (29) hizo el comentario sin esperar esa reacción. Tomó lo último que quedaba de su jugo de naranja y le preguntó a su padre qué opinaba sobre la bajada de Pablo Longueira de la carrera presidencial ocurrida el día anterior. Su hermano Roberto (26) no sabía de qué hablaba. Jorge Desormeaux Jiménez, esposo de Evelyn Matthei, dejó el tenedor sobre su omelette y le quitó el iPhone a su hijo para revisar las noticias. Era la mañana del 18 de julio y los hombres de la familia de la futura candidata presidencial de la Alianza estaban de vacaciones en Nueva York.

Acostumbrados a crecer entre padres economistas que les enseñaron a diseccionar las situaciones, Jorge y Roberto siguieron el desayuno en el Hotel Kimberly discutiendo sobre quién podría ser el candidato que ocupara el lugar dejado por Longueira y cuáles eran las reales posibilidades de su madre. "Hicimos un proceso de descarte: Allamand se portó pésimo con mucha gente después de las primarias. Al ser tan mal perdedor, había quemado los puentes que tenía para ser candidato luego de Longueira", recuerda Jorge, el mayor de los Desormeaux Matthei. Roberto, el hermano del medio, era el más entusiasmado con que su madre fuera la candidata. A los dos sí les preocupó una cosa: notaban que su madre estaba exhausta con su labor en el Ministerio del Trabajo y sabían que las campañas son desgastadoras.

El padre, mientras tanto, intentaba comunicarse con su esposa.

-A usted esto no le va a tocar, el candidato va a ser el que salió segundo -le dijo a Evelyn cuando logró que le respondiera el celular.

-No me parece que sea tan claro -le dijo ella, sin darle más pistas sobre algo que a lo menos en su partido, la UDI, estaba ya zanjado.

En Santiago, se había quedado Antonia (22) la menor de este clan y estudiante de segundo año de Medicina en la Universidad del Desarrollo. Ella se había enterado del retiro de Longueira por las noticias e inmediatamente pensó: "Oh, oh, le van a pedir a mí mamá… puede que diga que no, porque está muy cansada y las campañas son agotadoras. Pero, por su sentido de responsabilidad, va a decir que sí". Su padre la llamó y le pidió que intentara lo imposible: "Por favor dile algo, convéncela de que no lo haga".

La noche del 17 de julio, Antonia escuchó a su madre llegar tarde a casa. Esperó un rato antes de ir a hablar con ella. Cuando lo hizo, Evelyn Matthei dormía profundamente.

A la mañana, al desayuno le preguntó qué iba a hacer. "Me decía que no sabía. Yo creo que era mentira, que no podía decirlo. Sabíamos qué iba a pasar, pero se mantenía el suspenso", recuerda la hija.

En un segundo llamado, ahora de Evelyn Matthei a su marido, ella le dijo:

-Me están pidiendo que postule.

Desormeaux dice que ni siquiera le preguntó si ya había aceptado, aunque admite que le costó digerir la noticia: "Me di cuenta lo que venía". De los 33 años de matrimonio de esta pareja, 25 de ellos Evelyn Matthei los ha dedicado a la política de primera línea. Y ahí las decisiones ella las toma sola. Desormeaux explica así el respeto que tiene por la independencia de su esposa: "Para mí es lo mismo que Evelyn me diera consejos para mis consultorías (económicas). Este es un tema que es, profundamente, de ella".

En la vida política de la candidata de la Alianza, su marido dice que sólo una vez él la aconsejó con insistencia hasta convencerla. Fue después del escándalo del espionaje telefónico, conocido como Piñeragate, de 1992, por el que ella terminó abandonando a su partido Renovación Nacional. Así lo cuenta él:

-Ella esa vez quiso renunciar a la política. Y cerrar la puerta. Eso es lo que sus adversarios esperaban. Fui yo el que le dijo que no, por ningún motivo, eso era aceptar todas las acusaciones que se entablaron en contra de ella. Los vencedores son los que escriben la historia. Ella me escuchó.

No sólo por ese episodio, sino por todas las renuncias familiares que la política ha significado para sus vidas, Desormeaux baja el tono de voz en esta conversación y cuando sus hijos Roberto y Antonia no están cerca, dice: "Cuando Evelyn es invitada a la política por Andrés Allamand me preocupé, porque no era el tipo de vida que yo tenía prevista para nosotros como familia. Yo tenía la sensación de que la política era dura y exigente. La verdad, me quedé corto: fue mucho peor. Los desagrados por los que hemos tenido que pasar, francamente, hubiera preferido no vivirlos. Uno aprende de cada uno, saca lecciones". Hace una pausa, mira por la ventana y continúa: "Hay un viejo dicho de la política norteamericana: 'Yo no volví del infierno con las manos vacías'. La verdad es que todos esos aprendizajes feliz los cambiaría por no haber pasado por ninguno de estos episodios."

Los 25 años de la madre en política también se reflejaron en cientos de ausencias en esa casa. "La política no respeta fines de semana, los almuerzos familiares, las fiestas de graduación de los hijos. Ninguna de esas cosas. Todas las urgencias del mundo político están sobre lo personal", remata el marido. El asumió una parte de ese rol en la casa: Desormeaux compra los regalos de Navidad, les llevaba los remedios a los niños cuando se enfermaban y acompañó a Antonia a comprar su vestido de graduación, pues su madre no podía. Ninguno de los dos, eso sí, fueron a reuniones de apoderados en los colegios de sus hijos. Los niños concluyeron que esas citas no debían tener importancia.

Los tres hijos de Evelyn Matthei repiten la misma frase cuando hablan de su madre por separado: "Me siento orgulloso de ella". El padre agregará: "La admiran profundamente. La mamá es un ejemplo para ellos".

Evelyn Matthei fue electa diputada por primera vez en 1989, por Las Condes. En ese momento, los dos hijos mayores tenían entre seis y tres años. Jorge, el mayor, vive hace dos años en Estados Unidos, donde fue a estudiar un MBA en MIT Sloan. Ninguno de sus padres pudo asistir a su graduación. Lo iba a hacer su madre, tenía hasta pasajes comprados, pero justo estalló el "caso exonerados" que se relacionaba con su cartera, y suspendió el viaje. A la graduación cuando se tituló de Economía en la UC, sólo llegó su abuelo.

Este hijo, en todo caso, fue quien alcanzó a aprovechar más tiempo a la mamá en sus primeros años. Tiene grabado que ella le enseñó a leer: "Eran libros de Enid Blyton, de misterio, muy entretenidos. Ella leía conmigo en las noches y me enseñó a devorar toda la serie de la autora. Cuando yo insistía en que eso era lo único que quería leer y no me interesaba nada más, fuimos a otros libros. Eso se lo aprecio muchísimo", cuenta Jorge desde Boston, a través de Skype.

Roberto, su hermano, también economista, comparte el recuerdo de su hermano: "Ella me incitaba a la lectura". Les enseñó en castellano y en inglés. Alemán, no. En ese idioma los tres hijos sólo aprendieron unas canciones que entonaban para Navidad. Esas fiestas de cuando eran niños todos las recuerdan buscando junto a unos primos al Viejo Pascuero en la casa de su abuelo, el general Fernando Matthei, mientras unos tíos ponían a escondidas los regalos en el árbol. Ya más grandes, la Navidad se comenzó a celebrar en casa. Evelyn siempre ha estado y es quien cocina una receta alemana que heredó de su suegra. Lo mismo para Año Nuevo. Y como ninguno de los tres es bueno para salir a fiestas, desde el patio de la casa en la comuna de Las Condes ven los fuegos artificiales y luego se duermen.

En su memoria, Roberto dice que guarda muchos recuerdos de su mamá antes de la campaña de 1997, cuando postuló al Senado por Coquimbo. "Cuando se va hacer esa campaña, prácticamente dejé de verla. Ella pasaba por La Serena, donde tenía un departamento, después a Valparaíso, al Congreso. Yo la veía una o dos veces a la semana, si es que... Yo tenía unos 12 años".

Todos los hijos identifican esa candidatura a senadora por Coquimbo -donde salió electa y reelecta en 2005- como el período de mayor ausencia de la madre. Hasta que asumió como ministra del Trabajo en enero de 2011, momento en que volvió a dormir todas las noches en casa. Cuando estaba en la IV Región, ella llegaba sólo los domingos.

-Roberto, ¿la figura paterna estaba más presente que la materna?

-Sí. Era un sacrificio que mi madre tuvo que hacer. No pasó mucho tiempo con nosotros de ahí en adelante, pero el tiempo que sí pasó fue bueno. No sentí que me haya abandonado. Siempre asumí el costo del trabajo de mi mamá y lo encontraba perfectamente razonable. No sólo la comprendía, sino que sabía que eso era lo correcto de hacer. Creo que en ese tiempo mi papá estaba comenzando su trabajo en el Banco Central.

-El también tenía un trabajo exigente.

-Sí, pero por último llegaba a la casa todos los días.

Antonia Desormeaux tenía 10 meses cuando su madre vivió el Piñeragate, dos años cuando fue electa diputada por San Antonio y seis cuando se convirtió en senadora por Coquimbo. Antonia está en el living de la casa dando por primera vez una entrevista, es la única de sus hermanos que vive con sus padres. Roberto se mudó con un amigo una semana después de su regreso del viaje a Nueva York. Los planes ya se los había anunciado a la familia antes de partir de vacaciones y la mamá lo felicitó por independizarse. "Todos le dijimos lo mismo, pero a todos nos dio mucha pena porque mi hermano es lo máximo. Es lo mejor para él, nadie le iba a decir que se quedara", dice la joven.

-¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?

-Chuta, estamos mal, porque mi mamá no estaba en mi infancia- dice Antonia y sonríe.

Continúa: "Recuerdo que había un Silabario en la casa. No me gustaba ser la única que no podía usar unos libros que había. Le dije a mi mamá que me enseñara y me mostró la sílaba 'MA', pero ella tenía que seguir trabajando. Después se le olvidó, porque tenía otras cosas más importantes que hacer. Me quedé con el Silabario y lo aprendí sola, tenía tres años. Mi mamá se acordó tiempo después y le dije que ya lo había aprendido.

El padre cuenta: "Yo trataba de suplir a Evelyn, pero es difícil. Puedo pagar un vestido, pero no puedo hacer todas esas cosas que puede hacer una mamá con una hija". Antonia dice que no recuerda los momentos en que su mamá no estuvo. Sólo una vez, la primera que tuvo una tarea y no sabía qué hacer. "Fuera de eso, siempre estuve súper cómoda. Mi mamá siempre nos vio menos como niños y más como pares. Nunca nos trató como a unos animalitos curiosos a los que todavía les falta para convertirse en adultos, como mucha gente hace".

También recuerda cuando Evelyn estaba al piano y ella "caminaba silenciosamente hacia allá para escucharla mejor y cuando ella se daba cuenta, paraba. Yo le decía que siguiera. Aprendí cuál es la que más me gustaba, el Nocturno N° 1 de Chopin y le pedía que lo tocara varias veces".

Antonia, a quien en su casa llaman Toni, dice que está segura de que ella criará a sus hijos de la misma forma que lo hizo su madre. "No voy a tener una pega tan esclavizante como la de ella, así que voy a estar más de un domingo, una vez al mes. Pero estar preocupándose de que el cabro chico no se aburra, no … deben desarrollar su intelecto, creatividad, juicio, responsabilidad, explorar ellos. Esas son las cosas que yo tengo y las valoro".

Los tres hijos coinciden en que el poco tiempo que lograban estar con su madre lo pasaban muy bien con ella. Que con Evelyn son más cómplices que con su padre. El propio Desormeaux dice que la relación entre madre e hija "es estupenda, la de dos amigas" y asume que ser él quien imponía las reglas trajo un costo. Los jóvenes agregan que su madre tampoco cedía en todo, pero que, como es argumentativa, les explicaba los "no". Ellos quedaban convencidos.

Un año después que Matthei asumió como senadora, Desormeaux fue nombrado consejero del Banco Central (1999 a 2009). El también trabajaba duro, recuerdan los hijos. Y el padre cuenta que a veces Antonia tenía problemas para dormir y llegaba con su frazada hasta su escritorio y se dormía a sus pies. Hoy comparte el piso 15 en la calle El Golf 99 con Vittorio Corbo, Hans Eben y Ernesto Tironi, donde tiene su oficina de consultorías para empresas. Desde que su esposa comenzó la campaña, él colabora en la conformación de equipos técnicos.

Con esa intensidad de trabajo de los padres, quienes pasaron más tiempo con los tres niños fueron las nanas. Primero, Isabel Saavedra. Ella cuidaba a Jorge y Roberto: los despertaba, les preparaba desayuno, almuerzo, cena. Veían teleseries juntos. En 1998 ella volvió a su casa en La Serena y desde esa época en la casa trabaja María Isabel Gutiérrez.

"Ellas fueron nuestras madres subrogadas", afirma Jorge y lo repetirá su hermano Roberto. Antonia se referirá a ella como "mi otra mamá". Continúa Jorge: "Al final yo creo que tú necesitas figuras adultas cuando estás creciendo para que te den ejemplos, te enseñen, para que se aseguren que estás haciendo bien las cosas. Esas figuras no tienen por qué ser tus papás. Si bien nuestros papás hicieron bastante por nosotros, cuando éramos chicos también teníamos otras figuras: Isabel, María Isabel y John Arévalos. El es el conductor de mi mamá, pero hace de todo. Partió como jardinero, nos llevaba al colegio. Es un titán. También es parte de la familia".

Es miércoles 21 de agosto y en el comedor de los Desormeaux Matthei están sentados Antonia, Roberto y su padre. Sobran sillas. Evelyn Matthei está en campaña en Antofagasta y Jorge hijo en Estados Unidos. Mientras toman té, el padre cuenta la historia de cómo conoció a su esposa.

-Nos conocimos de verdad en la universidad, pero ya nos habíamos visto en el Colegio Alemán. Ella era tres años más chica, nosotros no mirábamos para abajo, pero ella era una pianista eximia y el acto cultural en las ceremonias era Evelyn Matthei al piano.

Roberto no quita la mirada de su iPhone, pero se ríe con la historia.

-¿La reconociste en la universidad? -le pregunta Antonia.

- Yo sabía de su existencia, como tocaba piano, y ella sabía de mí porque estaba en el grupo de teatro. Yo hacía obras en alemán, como Rómulo el grande. Después de que regresé de mis estudios en Estados Unidos, ella estaba en el último año en la universidad y fue alumna mía. Ahí comenzó el pololeo, mientras yo era su profesor. Hubo muchos que no lo vieron con buenos ojos. No pasamos de seis meses antes de casarnos.

-No tenía idea de esto. Para mí ustedes son muy tradicionales -comenta Antonia.

- Yo soy muy tradicional. Evelyn me dijo para qué vamos a pasar las vacaciones separados. Nos casamos en una iglesia muy bonita con un tío de ella que es monje benedictino, en septiembre del 79. Fue muy lindo, aunque nos llovió ese día. Fue harta gente, ella era hija de un hombre importante en ese momento. Todos se embarraron. Sebastián Piñera me dijo que le íbamos a tener que comprar otro par de zapatos.

Roberto mira con menos frecuencia su celular y Antonia escucha con asombro la historia. Ella tiene dos celulares cerca.

En esta familia se definen como techies. Y Desormeaux asume la culpa. Fue él quien les traspasó la pasión por la tecnología. Cada uno tiene un computador y, además, existe la sala del computador donde en realidad hay un televisor de pantalla grande que sólo el padre usa para ver tele. No está conectado al cable. Ese televisor, explicará Antonia, tiene otro uso: ahí está la Xbox. Todo empezó con un Nintendo que el padre compró por el año 89. Jorge hijo recuerda que todos jugaban Super Mario, y que Evelyn "era lejos la mejor. No sé si era por el piano o era, naturalmente, buena. Nos dejaba en vergüenza".

Desde que su mamá fue proclamada candidata presidencial de la Alianza, el living de la casa de Antonia se convirtió en el centro de reuniones políticas. "Con mi pololo siempre decimos que hay un carrete UDI interminable en el comedor. Están siempre discutiendo cosas. De repente me da vergüenza pasar, porque hay gente tan importante como Lavín o Kast. Es como ver a alguien de la tele", dice Antonia, riéndose.

La hija de Matthei no milita, porque ningún partido le gusta. "En la parte social soy más liberal, entonces me iría más a la izquierda, pero en la economía, la izquierda hecha todo a perder. Yo y mis hermanos somos harto más liberales que mi mamá. Mi mamá es demasiado liberal para ser de la UDI. Nosotros seríamos herejes ahí". El hermano mayor, Jorge, piensa como ella: "A mí me importa mucho tener una economía abierta, que crezca rápido, que sea capaz de proveer a la gente que no tiene trabajo. Me interesa tener una sociedad abierta, donde no esté prohibido hablar de aborto o divorcio".

La relación de Roberto es distinta. En 2009 congeló Ingeniería Comercial en la UC para irse a La Serena y ser el jefe de campaña de Sergio Gahona, UDI. No lo conocía, pero quiso tomar eso como una práctica profesional. Vivió seis meses con su madre en un departamento. "Aprendí mucho más en esos seis meses que lo que podría haber aprendido en la universidad, dice. Su candidato no ganó.

Es domingo 25 de agosto y Jorge Desormeaux da pausadas vueltas por su casa. Es mediodía y Antonia le lanza una pelota blanca con letras azules que dice EVELYN a su perra pug Cookie. Roberto llega a almorzar a la casa de sus padres y María Isabel, la nana, prepara la comida. Dos días antes, ella preparó la cena de cumpleaños a Desormeaux. Cumplió 63 años y lo visitó su suegro, dos cuñados y sus hijos. Evelyn lo saludó por teléfono: estaba en San Pedro de Atacama.

Antonia entra a casa y prende su iMac para jugar Guild Wars, un juego de rol. Roberto le pregunta por el nivel en que va, mientras el padre los mira. En silencio, vestida de impecable negro, entra Evelyn Matthei. Viene de una conferencia de prensa. Roberto se levanta y la abraza. Antonia sonríe y su madre la abraza por detrás. Jorge le da un beso en cada mejilla.

-Toni, no juegues cosas tan agresivas. Por qué estás enterrándole una espada. Niñita, no sea tan violenta -le dice a su hija cuando ve su pantalla.

Antonia y Roberto se ríen de los comentarios. Ya en las entrevistas anteriores todos habían coincidido en que ella es muy distinta en casa a como se le ve en público, que aquí sonríe mucho; que aquí no espera imponer su idea a los otros; que aquí no critica a nadie en duros términos. Antonia ya había dicho que le encantaba la personalidad de su madre, "y su forma de ser; de verdad, sí se saca la cresta trabajando, sí duerme poco. Encuentro que en sus cargos, ella no puede dar menos".

Evelyn Matthei, la mujer que según contaron sus hijos no sale de casa sin su cosmetiquero, vuelve de su dormitorio con un chaleco verde olivo que alguna vez fue de su hijo. La candidata se para junto a Jorge y pide que le tomen una foto. Luce cansada, pero contenta. Toni se interpone entre los dos, abraza a su mamá y la levanta. "Me da miedo romperte", le dice mientras su madre se ríe en el aire.

Jorge mira la escena y se hace a un lado.

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