La mujer que no quería subir al Metro

Marta Hernández llegó hace años desde Purranque a Pudahuel. El lunes su vida dio un giro. Un artefacto explotó mientras trabajaba en el centro comercial.




RANCHERAS. De esas fuertes y lloradas, como Amorcito norteño y Qué bonita es mi tierra. Normalmente trágicas. Marta Hernández Ancapan (61), una de las víctimas de mayor gravedad que dejó el bombazo en la galería Subcentro, las adora. Se levanta cantándolas, en su modesto departamento de avenida General Bonilla, en la comuna de Pudahuel. Un inmueble tapizado de casetes charros y artistas de gorro grande. Son como su puntapié inicial de cada día. El empujón de ánimo para la jornada.

Después, el impajaritable paseo a los canes Rocky y Luli por el barrio, entremedio de polvaredas y blocks de ladrillo rojo. "Esa señora chiquitita no para de trabajar", cuenta Elías Domínguez, uno de sus caseros. Luego, un poco de orden y aseo al inmueble -que luce impecable-, le prepara el almuerzo a su esposo y listo. Al trabajo. Pasado el mediodía, esta mujer menuda toma su cartera y parte en micro rumbo a Escuela Militar. Se sube en la esquina de calle La Estrella. Prefiere los recorridos 426 y 427. Ingresa a las 13 horas y sale a las 22. De lunes a sábado. Siempre.

"Tenemos una estación de Metro más o menos cerca, pero hay que caminar un poco. Además, después de ese bombazo de hace un tiempo (13 de julio, estación Los Dominicos), como que ella le había tomado un poco de miedo. Varias veces me lo comentó", cuenta Víctor Hugo Manríquez (45), su esposo.

Ambos arriendan allí desde hace años. Religiosamente, mes tras mes, cancelan sus $ 125.000. Llevan más de dos décadas juntos. Y se ríen de su diferencia de edad. "El amor, poh", dice él, quien trabaja en un local de comida rápida, en la estación Universidad de Chile. Ella fue asesora del hogar toda su vida, pero en febrero pasado, buscando ganar un poco más, halló empleo como auxiliar de aseo en la galería Subcentro.

"Es muy querida, nos contó que había juntado plata para celebrar el 18 con su marido, en alguna fonda", comenta Magaly, una de sus compañeras de trabajo.

Idem, por el lado de su esposo. Manríquez toca el acordeón y tiene un dúo de rancheras, llamado Los Apasionados del Sur. Se presenta en la feria y en las micros, preferentemente los fines de semana. Y también había juntado algunos pesos dieciocheros.

Pero el lunes todo cambió. "Me dicen que es el destino; para mí, es la maldad de la gente", se lamenta Víctor. Alrededor de las 14.05 horas del lunes, mientras Marta pasaba la mopa por el pasillo de la galería, vino la explosión que le arrancó una de sus falanges y le causó heridas severas en su mano derecha y cadera. "Ella no recuerda mucho, sólo que sintió que algo la levantaba del piso y la tiraba contra la pared. Y que no se podía mover", relata Manríquez.

Sin saberlo, mucho menos sin desearlo, esta mujer empeñosa, que no tuvo hijos, no sólo fue una de las 14 personas alcanzadas por las esquirlas. También, de alguna forma tácita, se convirtió en la imagen de las víctimas inocentes.

Marta nació en la localidad de Hueyusca, comuna de Purranque, Región de Los Lagos. "Somos cuatro hermanos y ella es la mayor. Siempre quiso salir adelante y conocer más lugares. Ha sido mi ejemplo de toda la vida", cuenta Marina Hernández, su hermana menor. Recordó que hace décadas, un día de verano, con una sencilla maleta rota, ella le dijo que se iba a Santiago como asesora del hogar de una familia de Osorno. Y se fue.

Ambas no se ven desde hace más de dos años, cuando falleció su padre. El dinero no sobra y los pasajes son caros. Pero la familia se las ingenió y algunos viajarían este viernes a visitarla.

A Hernández, sin embargo, no la olvidan. Ayer, el alcalde de Purranque, César Luis Negrón, llamó a Manríquez y le ofreció ayuda económica para la coterránea. "Fue bonito, ojalá que nos puedan dar un apoyo", reconoció.

No se vienen días fáciles, en todo caso. El médico traumatólogo Francisco Andrade, de la Clínica Las Condes, informó sobre su evolución: "Además de la amputación y varias fracturas en los dedos, ella tiene una lesión en la cadera izquierda. Está bien, pero son heridas graves (...) tendrá secuelas funcionales que requerirán de rehabilitación. Ahora, lo principal es evitar las infecciones".

De momento, Marta fue trasladada al Hospital del Trabajador.

Otro de los pacientes con heridas de carácter grave, tras el estallido, es Benjamín Ulloa Correa, de 24 años, quien sufrió la fractura de su cadera derecha. Actualmente, se encuentra fuera de riesgo vital y se recupera en la Clínica Alemana. Allí, un representante de su familia sólo refirió que "esto nos causa una indignación enorme". Otro cercano al joven también adelantó que la familia se encuentra analizando el escenario legal y judicial, y que se entregaría un comunicado con su visión del incidente.

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