La historia del hombre que conmovió al Papa

El italiano Vinicio Riva tiene una visible enfermedad genética que no le impidió al Pontífice abrazarlo en la Plaza de San Pedro.




PODRÍA haberse tratado de una audiencia general en la Plaza de San Pedro como cualquier otra. Sin embargo, aquella que tuvo lugar el pasado miércoles 6 de noviembre fue especial para Vinicio Riva y conmovió al mundo. Antes de que comenzara el encuentro el Papa Francisco recorrió, la explanada bendiciendo a niños y enfermos, como es su costumbre. Dentro de este último grupo se encontraba Riva, un italiano de 53 años que tiene  la enfermedad de Von Recklinghausen -o neurofibromatosis tipo 1-, trastorno genético que lo ha desfigurado debido a los múltiples tumores que, desde los 15 años, le han aparecido en todo el cuerpo (ver recuadro). Sin esperarlo, Riva se llevó más que una bendición, ya que, al toparse con el Papa, éste lo abrazo y besó en la cabeza. La imagen de ese momento pronto dio la vuelta al mundo.

En entrevista con el diario británico Daily Mail, Riva comentó que ese encuentro cercano con el líder de la Iglesia Católica fue "como el paraíso… el Papa ni se detuvo a pensar si me abrazaba o no. Mi enfermedad no es contagiosa, pero él no lo sabía. Pero lo hizo: él me acarició por toda la cara, y mientras lo hacía, yo sólo sentía amor". Recordando aquel encuentro, el italiano originario de la ciudad de Vicenza (norte de Italia), afirmó que el Papa Francisco bajó del altar a saludar a los enfermos. Me abrazó sin decir una palabra (y) sentí como si mi corazón se me fuera a salir del cuerpo…", agregó Riva.

Hasta cumplir los 15 años, la vida de Riva era como la de cualquier adolescente. Pero fue a esa edad que comenzó a mostrar los primeros síntomas de la enfermedad  genética. Su madre, Rosario, la desarrolló después de tener hijos y murió a los 81 años producto de ella. Actualmente su hermana, Morena, de 46 años, también tiene la enfermedad, aunque en un grado menor de severidad.

Cuando comenzaron a aparecerle los tumores, a Vinicio le advirtieron que sólo viviría hasta los 30 años. Sin embargo, hace 23 años Vinicio pasó esa barrera y sigue luchando por su vida tras numerosas operaciones al corazón, la garganta y los ojos. Con frecuencia incluso se queda sin aliento debido a su enfermedad. Tiene también heridas abiertas en sus piernas, debido a que se rasca por el gran escozor que siente en las protuberancias, que incluso le aparecieron en los pies.

Cuando no trabaja, Vinicio anda en bicicleta, asiste a partidos de fútbol o sale a comer pizzas con amigos y ex compañeros de clase de su ciudad. Según le comentó al Daily Mail, pese a que no ha tenido polola desde que era joven, aún espera conocer a una mujer que padezca la misma enfermedad para tener, quizás, una relación. Mientras, disfruta de novelas románticas y de vez en cuando le regala flores a las enfermeras de las clínicas en las que recibe tratamiento una o dos veces por semana.

Los hermanos Riva viven juntos en un pequeño departamento social en las afueras de Vicenza y reciben una pensión por discapacidad de unos US$ 672 por los dos. Para aumentar sus ingresos en US$ 200 cada uno, los Riva trabajan de voluntarios en un hogar de ancianos, donde además vive su padre, un albañil de 77 años. De acuerdo con el sitio web italiano Vatican Insider,  el  vecindario donde residen "todos saben que su papá nunca tuvo tiempo para estos dos niños". Según el Daily Mail, el hombre mostró poco afecto por su hijo cuando éste enfermó y lo retiró del colegio para que trabajara con él; el polvo de las faenas sobre las heridas sólo le produjeron dolor al muchacho, asegura ese medio que además cuenta que luego Vinicio trabajó pintando cerámicas y ensamblando piezas de artefactos como baterías de autos.

En cuanto a la discriminación, Riva le comentó al Daily Mail episodios como el que tuvo lugar arriba de un bus. "Me quería sentar al lado del conductor, pero un hombre dijo que no me podía sentar ahí (porque) no me quería mirar. Nadie en el bus me defendió. Me sentí muy mal".

Para Vinicio son clave los cuidados que le brinda su tía Caterina Lotto -de 68 años- quien lo lava, le aplica sus cremas especiales y lo asiste en asuntos cotidianos, además de compartir con él y su hermana parte de la pensión que recibe; Fue ella quien estuvo a su lado cuando el Papa lo abrazó hace dos semanas.

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