La entrada de los museos al negocio del cine

La próxima semana se estrena Las horas del verano, filme de Olivier Assayas impulsado por el Museo D'Orsay. El Louvre, en tanto, coprodujo una cinta del destacado Tsai Ming-Liang que compitió en Cannes 2009.




Artforum, publicación de y para los que saben de arte actual, lo anunciaba en 2006 de esta forma: "En un mundo de cruces y asociaciones, era sólo cuestión de tiempo antes que los museos públicos comenzaran a hacer películas comerciales". La prestigiosa revista neoyorquina reaccionaba así ante una nota de Le Monde acerca de dos instituciones parisinas emblemáticas, los museos del Louvre y D'Orsay, y su incorporación al mundo de la realización cinematográfica.

La primera señal la había dado Serge Lemoine, presidente del Orsay. Para celebrar los 20 años del museo fundado en 1986, señaló, buscaban cuatro directores -Hou Hsiao-Hsien, Olivier Assayas, Raúl Ruiz y Jim Jarmusch- que hicieran igual número de cortos que se entrelazaran en una obra mayor. Pero el asunto mutó. Finalmente, lo primero que hubo fue un largometraje del taiwanés Hou (ganador de Venecia en el 89), El viaje del globo rojo, y luego Las horas del verano, del francés Assayas (conocido por su filme Clean), que llega el 2 de julio a las salas locales. Ambos comparten la participación de Juliette Binoche, pero también tiene en los dos un lugar el museo que alberga la más célebre colección de arte impresionista.

HABIA QUE HACER ALGO
En el camino, lo del Museo D'Orsay se fue complicando. El Ministerio de Cultura le prohibió financiar películas directamente -que no es lo mismo que "apoyarlas"- y la propia cinta de Assayas, donde era central la historia de una donación privada al museo, fue variando para centrarse más en la historia de una familia que se reúne poco antes de la muerte de la matriarca. El cineasta admite esta mutación, pero dice que el museo fue comprensivo y que "hasta nos prestaron obras que nunca prestan".

El Louvre, en tanto, ha hecho lo propio. No contento con impulsar documentales sobre sus propias colecciones y facilitar el rodaje para El código Da Vinci, su serie El Louvre se abre a los cineastas arrancó con la coproducción de Visage, que acaba de exhibirse en la Competencia Oficial de Cannes, y encomendada al taiwanés Tsai Ming-liang (ganador en Venecia el 94 con Viva el amor). La idea de Tsai partía del encuentro entre Lee Kang-Sheng, un habitual de sus películas, y Jean-Pierre Léaud, el recordado protagonista de Los 400 golpes (1959). La historia que sigue es la de un cineasta de Taiwán que se embarca en una película sobre el mito de Salomé... rodada en el Louvre.

Con una recepción crítica mixta, Visage respondió al criterio expresado hace tres años por Catherine Derosier-Pouchous, encargada audiovisual del museo, para quien los mecanismos tradicionales de financiamiento para autores destacados se agotaban. Y el Louvre tenía que hacer algo.

Aunque llevan la delantera, las señaladas instituciones no son las únicas de su especie que han impulsado y/o apoyado iniciativas semejantes. En esta misma década el Palacio de Versalles permitió el rodaje de María Antonieta (2006), mientras El arca rusa, de Aleksandr Sokurov, fue íntegramente filmada en el Hermitage, de San Petersburgo.

En Chile, en tanto, un grupo de destacados cineastas (Andrés Wood, Ricardo Larraín y Cristián Galaz, entre otros)  fue convocado a concursar para un documental sobre el Museo de Bellas Artes, en su centenario. El proyecto ganador será exhibido en noviembre, en el museo, y por Canal 13 en 2010.

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