La cruzada contra el racismo

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A counterprotester holds a photo of Heather Heyer on Boston Common at a "Free Speech" rally organized by conservative activists, Saturday, Aug. 19, 2017, in Boston. Heyer was killed last Saturday when a car, allegedly driven by James Alex Fields Jr., t...

Tras los violentos incidentes ocurridos en la ciudad estadounidense de Charlottesville, que terminaron con la muerte de una mujer arrollada por un neonazi, las empresas tecnológicas lanzaron un asalto frontal contra sitios y páginas que promueven la supremacía blanca. Sin embargo, los expertos señalan que todavía queda mucho por hacer para erradicar el odio en internet.




"Era una mujer muy fuerte y se oponía a cualquier tipo de discriminación. Siempre fue así". Esas fueron las palabras que Alfred A. Wilson, ejecutivo de la firma de abogados Miller Law Group, utilizó en The New York Times para describir a su empleada Heather Heyer, la mujer de 32 años que murió arrollada por un simpatizante neonazi durante una protesta realizada el 12 de agosto en Charlottesville, Estados Unidos. Heather falleció mientras ella y cientos de personas demostraban su rechazo a una manifestación que supremacistas blancos realizaban en la ciudad, por lo que su deceso impactó a Estados Unidos y al mundo: "Sólo estábamos marchando, propagando amor y luego ocurrió el accidente. Ella era un alma muy dulce y no merecía morir", afirmó Marissa Blair, amiga de Heather, a The New York Times.

El apoyo hacia la familia de Heather fue inmediato y partió desde la misma alcaldía de la ciudad, que mediante un comunicado señaló que "este acto sin sentido de violencia abre un agujero masivo en nuestro corazón colectivo". Además, una campaña en el portal web GoFundMe reunió más 200 mil dólares para ir en ayuda de sus padres. Sin embargo, entre las multitudinarias muestras de solidaridad hubo una voz disidente que provocó consternación y que provino de Daily Stormer, un sitio web estadounidense que promueve la supremacía blanca y que ayudó a convocar la reunión neonazi en Charlottesville.

Un día después de la muerte de Heather, Andrew Anglin, creador de la página, publicó un artículo titulado "Heather Heyer: mujer asesinada en un incidente de furia callejera era una ramera gorda de 32 años y sin hijos". Al virulento artículo –que incluso decía que la mujer era demasiado obesa para esquivar el auto que la mató- se sumó otro que incitaba a causar estragos en el funeral de Heather. Los contenidos colmaron la paciencia de las empresas tecnológicas que son usadas como plataformas para difundir estos mensajes de odio en internet y que decidieron lanzar una verdadera cruzada para erradicarlos.

Una de las primeras en actuar fue GoDaddy, la mayor empresa registradora de dominios y de alojamiento de sitios del mundo. Luego que la activista Amy Siskind denunciara en Twitter que la compañía acogía a Daily Stormer, GoDaddy simplemente eliminó al portal de su registro. Luego, Google Domains –división del gigante tecnológico similar a GoDaddy– se negó a alojar al sitio cuando intentó emigrar hacia allá, y cuando Daily Stormer logró conseguir un dominio en Rusia, este dejó de operar luego de unas pocas horas.

Blake Irving, director ejecutivo de GoDaddy, afirmó a CNBC que el portal neonazi violó los términos de servicio que "prohíben incitar a la violencia contra un grupo o un individuo". Sin embargo, admitió que la determinación no fue sencilla debido a las implicancias para la libertad de expresión: "Más allá de que un discurso sea detestable, discriminatorio, ignorante o de mal gusto, en muchos casos tenemos que mantener ese contenido disponible porque no queremos ser un censor. Los derechos que protege la Primera Enmienda no importan sólo a la hora de hablar, sino también en internet, pero cuando se cruza la línea y esas palabras comienzan a incitar a la violencia, tenemos la responsabilidad de eliminarlo".

La decisión de GoDaddy alentó a otros gigantes tecnológicos a seguir sus pasos. Cloudflare, un servicio que protege a casi seis millones de sitios web de hackeos y otros ataques, suspendió su contrato con Daily Stormer. Twitter eliminó varias cuentas ligadas a ese sitio web y tanto Facebook como Instagram borraron páginas y usuarios asociados con organizaciones que promueven el odio. Incluso, el sitio de música Spotify empezó a remover grupos catalogados como "bandas de odio" por Southern Poverty Law Center, una organización sin fines de lucro que monitorea grupos racistas en Estados Unidos.

Para quienes han analizado este asalto contra el racismo, se trata de una reacción que busca solucionar un problema provocado por las propias empresas tecnológicas. "Las redes sociales han permitido que los grupos de odio esparzan sus mensajes en formas que antes nunca fueron posibles. Ahora esos grupos se han trasladado desde los márgenes de la sociedad al centro mismo", dijo Jonathan Greenblatt, director de la Liga Antidifamación, a la revista Wired. Tal como dice este experto, la reunión supremacista "Unir a la derecha" que se realizó en Charlottesville tenía su propia página en Facebook, en el foro Reddit el evento fue promocionado por días, y David Duke, ex líder del Ku Klux Klan, usó Twitter para advertir que la marcha era "sólo el comienzo".

Charlton McIlwain, profesor de la Universidad de Nueva York y experto en la relación entre medios digitales y temas raciales, señala a Tendencias que estas compañías tienen "una obligación ética en la mitigación de las maneras en que sus plataformas pueden facilitar la violencia. En el mundo en línea tendemos a pensar que el potencial para la violencia es muy bajo o inexistente, porque no hay 'cuerpos' que se puedan dañar físicamente. Pero la historia y la investigación social y sicológica nos han mostrado que las palabras sí importan. La violencia simbólica es real y puede causar mucho daño físico y emocional, y por eso las empresas tecnológicas debieran vigilar rigurosamente la fina línea que existe entre libertad de expresión y los discursos de odio".

Posibles soluciones

Una muestra de la fuerza que ha ido ganando este movimiento tecnológico contra el racismo es que empresas que poco tienen que ver con las redes sociales o al alojamiento de sitios también se han sumado. Por ejemplo, Apple Pay, PayPal y VISA ahora prohíben que sitios supremacistas usen sus tarjetas y métodos de pago para obtener donaciones o vender ropa y otros productos ligados al nazismo.

De hecho, antes de los incidentes en Charlottesville el servicio Airbnb eliminó a los usuarios que buscaban alojamiento en la ciudad para participar del evento supremacista. Además, el sitio de citas en línea OkCupid eliminó de su servicio a Chris Cantwell, un supremacista que aparecía en un documental grabado en Charlottesville, y anunció que tomará la misma medida con cualquier otro sujeto que tenga ideas similares.

Para los analistas, más allá de estas acciones la solución de fondo está al alcance de la mano. Después de todo, empresas como Twitter, Facebook y YouTube ya han tomado medidas para limitar la actividad del autodenominado Estado Islámico. Facebook, por ejemplo, usa inteligencia artificial para detectar textos que promueven el terrorismo y también aplica tecnología de reconocimiento de imágenes para hallar fotos o memes extremistas. YouTube, en tanto, implementó un sistema llamado "método de redireccionamiento" que despliega contenido anti-Estado Islámico a quienes buscan videos ligados a ese grupo.

El problema, explica a Tendencias Moya Bailey, profesora de la Universidad Northeastern y experta en medios digitales, raza y género, es la renuencia a considerar la supremacía como terrorismo. "Cuando las personas blancas piensan en terroristas, no tienden a fijarse en ellos mismos. La violencia de las organizaciones de supremacía como el Ku Klux Klan todavía no ha sido clasificada como terrorismo por parte del FBI y es difícil esperar que empresas que buscan ganancias tengan una actitud más dura que la del gobierno. Hasta que Estados Unidos esté dispuesto a ver la supremacía blanca como un problema fundamental incrustado en sus propias raíces, nadie podrá esperar que las corporaciones se comporten de una manera más honorable", concluye la académica.

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