Joan Manuel Serrat: "Desconfío de la especie humana y no me siento partícipe del futuro"

El mayor cantautor de España repasa en detalle su vida ante los 50 años de carrera que festejará en 2015.




Sigue siendo el poeta de las pequeñas cosas. A sus 70 años y a punto de celebrar medio siglo sobre el escenario -cuando en 2015 se conmemoren cinco décadas de su primera grabación-, se sigue emocionando con el sol, el mar, el recuerdo de sus padres o el abrazo de los amigos. Se da tiempo para hablar de todo aquello y también de una gira que el primer trimestre del próximo año lo tendrá de vuelta en Chile.

¿Le apetece escribir con este tiempo?

Me cambia la vida. Soy una persona que ama el buen tiempo, incluso el calor. Amo el calor, el agua y el mar desde que empieza el verano hasta Navidad. A lo largo de todas mis actividades he procurado desplazarme a América del Sur en los meses de invierno, para pasar dos veranos al año. Para mí, el verano lo representa un melón que me deje las manos pegajosas. Eso es perfecto.

¿Dónde están los paisajes de su infancia?

Tengo dos fundamentales, el mar y el campo. El mar es la Barceloneta de mi niñez, con todo lo que representaba el recorrido desde la casa hasta la playa. Hubo una época en la que me tocó ir a Navarra, con 13 años, a un lugar al que no había ido nunca, Viana. Mi madre tenía allí una amiga a la que le unía el más profundo sentimiento: a ambas se les murió el novio pocos días antes de casarse.

¿Cómo era de niño?

Era un chico muy movido, muy activo, torpe, se me caían los vasos, estaba pensando en hacer la tercera cosa cuando aún no había hecho la primera, tenía que hacer las otras dos y no me acordaba de la anterior. Fui un excelente estudiante, brillante en la escuela de agricultura y en la universidad.

¿Qué hizo en la universidad?

Biología hasta tercero; dejé la carrera porque siempre he tenido que financiar mis actividades universitarias, parte la hice con becas y parte buscándome mis chapas, mis clases, cantaba. En una época estuve trabajando como becario en el Consejo del Instituto Pirenaico. Era el año 1967, yo ya había cantado y aquello acabó de decidirme a emprender mi carrera.

En su primer paisaje humano su madre fue fundamental.

Era la que ponía el orden, el trabajo, que era mucho, y el ejemplo, que también era mucho. Mi padre era plomero y trabajaba en Catalana de Gas. Muy mañoso, podía hacer cualquier cosa, desde una nevera hasta toda la instalación eléctrica de la casa. Con todo lo habilidoso que ha sido mi padre, yo he sido muy torpe.

Ese episodio de infancia y adolescencia que es central en sus canciones, ¿le devuelve imágenes y postales de casa?

Sí, pero vienen más si las reclamas. Y ahora las he reclamado para conmemorar mis 50 años en el escenario. Y previamente estoy preparando la presentación de "un objeto" para Navidad que contiene 50 canciones y 50 relatos, no sabemos muy bien aún cómo será ese objeto. Las 50 canciones no son lo que podría ser un relato histórico, en principio traté de hacer una lista cronológica, pero era aburrido.

¿Cómo vivieron sus padres su éxito?

Antes de ser conocido, a mi madre le produjo un patatús saber que yo iba ser un músico y mi padre respondió con una extraordinaria serenidad dándome toda la confianza cuando les anuncié que iba a dejar la universidad y que me iba a dedicar al oficio de cantar y viajar. Hasta entonces yo había sido la gran esperanza de mi familia, el que iba a convertirse en profesor de instituto, y a mi madre le rebrincó bastante aquello. Cuando ocurrían estas cosas mi madre optaba por sentarse en un sillón, mirar hacia otro lado y llorar.

¿Qué hubo después cuando vieron que su padre tenía razón?

Orgullo. Mi padre dejó el trabajo, ya podríamos vivir sin que tuviera que tragar más gas, compramos un R-5 de segunda mano y mi padre se dedicó a hacer de chofer de mi madre, la llevaba siempre, hasta tal punto que cuando murió mi padre ella apareció un día muy jodida por mi casa, muy compungida, había olvidado las líneas de autobuses, los metros, había olvidado casi que levantando una mano se podía parar un taxi.

Ahora se enfrenta a toda su trayectoria. ¿Qué estado de ánimo le produce ese regreso?

Cuando esto salga ya habrá pasado toda la época laboriosa. El disco se llama Trencadís, es el mosaico que hacía Gaudí a partir de fragmentos que unía. Cada fragmento, cada canción, llevará un número que se verá en la pantalla, y la gente podrá escoger 10 y votarlas por internet en cada concierto. Yo preservaré cinco, y otras cinco que no hará falta que voten porque irán fijas. Las 10 más votadas se tocarán cada día.

Ha tenido momentos duros: el exilio, la enfermedad. ¿Qué estímulos tiene en esas situaciones?

En 1975, cuando me tuve que quedar fuera a raíz de los últimos fusilamientos de Franco, eso me afectó bastante en la parte creativa; era muy difícil escribir, todo lo que tengo escrito de aquella época es malo. Recuerdo con la misma amargura también los años que no podía ir a Argentina o Chile cuando estuve vetado por aquellos gobiernos. La prohibición me parece un castigo injusto para el que nunca estás preparado. ¿La enfermedad? Ya ves, ni me acuerdo.

¿Cómo ve a España?

Con serias preocupaciones en todos los sentidos, como Estado, como sociedad. Como democracia que debe defender a los ciudadanos de uno en uno por encima de cualquier cosa y por tanto con una sanidad justa, una enseñanza obligatoria, gratuita y para todos, y una justicia rápida y eficaz, lo veo con suma preocupación. Si realmente se han aplicado los métodos para conseguirlo, lo que veo cada día me tiene absolutamente aterrado, desconfío de la especie humana y no me siento nada partícipe del proyecto de futuro.

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