Por qué Jerusalén está dividida en occidental y oriental y por qué importa que Donald Trump no mencionara esto en su reconocimiento de la ciudad como capital de Israel

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El anuncio fue condenado por gran parte de la comunidad internacional: Donald Trump declaró que Estados Unidos reconoce a Jerusalén como la capital de Israel.




Los palestinos, que reclaman la ciudad como la capital de su futuro Estado, quemaron en Gaza imágenes del presidente de Estados Unidos, y el movimiento islamista palestino Hamas llamó a una nueva intifada.

La decisión de Trump aísla a Estados Unidos en uno de los asuntos más delicados de una de las regiones más conflictivas del mundo.

Y generó fuertes críticas de líderes internacionales, incluidos los aliados tradicionales de Washington.

Pero, más allá de las condenas que desató la polémica decisión, ¿qué cambia realmente con el reconocimiento de Trump del estatus de Jerusalén como capital de Israel?

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En su anticipado discurso en la Casa Blanca, el presidente estadounidense dijo: "Esto no es ni más ni menos que el reconocimiento de la realidad".

Y la realidad es que, en la práctica, Jerusalén ha sido la capital del Estado de Israel, aunque ninguna potencia internacional lo haya reconocido como tal.

Ciudad dividida

La ciudad, una de las más antiguas del mundo, ha estado dividida entre Jerusalén oriental y occidental desde el final de la guerra árabe-israelí en 1948.

Para dividir ambas partes se trazó una Línea Verde, que era la línea de demarcación entre las fuerzas combatientes.

El área occidental, que estaba habitada principalmente por judíos, quedó bajo hegemonía israelí, mientras que el área oriental, habitada principalmente por palestinos musulmanes y cristianos, quedó bajo control de Jordania.

Los árabes que residían en los barrios de la parte occidental fueron obligados a marcharse hacia el este y viceversa, los judíos que residían en la parte oriental tuvieron que irse.

Entre 1949 y 1967 Israel controló la parte occidental y Jordania tomó el control de la parte oriental, que incluye la ciudad vieja de Jerusalén donde están los importantes sitios sagrados de judíos, musulmanes y cristianos.

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Pero en 1967, durante la guerra de los Seis Días, Israel capturó la parte oriental de la ciudad y extendió los límites municipales para colocar a toda Jerusalén bajo su soberanía y su ley civil.

En 1980 Israel aprobó una ley en la que afirmaba que Jerusalén era "una parte integral de Israel y su capital eterna".

Ocupación "ilegal"

El estatus de la ciudad, sin embargo, continuó siendo disputado. Ninguna potencia internacional reconoció a la ciudad como capital israelí y el derecho internacional consideró ilegal la ocupación por parte de Israel de Jerusalén oriental.

Desde entonces, el estatus de Jerusalén ha sido uno de los asuntos clave en el conflicto israelí-palestino y la ciudad continúa dividida entre la parte oriental, donde viven unos 300.000 palestinos, y la parte occidental, con cerca de medio millón de judíos.

En términos prácticos, el Knéset (Parlamento israelí), la oficinal del ​primer ministro y la Corte Suprema israelí están ubicados en el Jerusalén occidental.

Y aunque las embajadas internacionales están en Tel Aviv, los líderes y diplomáticos que visitan Israel mantienen sus reuniones en Jerusalén occidental.

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Este año, Rusia reconoció a Jerusalén occidental como capital de Israel.

Trump, en su discurso sobre Jerusalén, no hizo distinciones entre este y oeste.

De hecho, subrayó que su decisión no comprometía los límites geográficos y políticos actuales de la ciudad y que seguía "determinado" a avanzar con el proceso de paz entre israelíes y palestinos.

Indicó que su gobierno "no está tomando partido sobre ningún asunto de estatus final, incluidos los límites específicos de la soberanía israelí en Jerusalén".

Estas palabras, afirman los expertos, dejan abierta la posibilidad de un arreglo eventual en el que un Estado palestino tenga su capital en la parte oriental de Jerusalén.

Trump tampoco se refirió a la "Jerusalén integral" que promueven los líderes israelíes que quieren mantener un control permanente sobre toda la ciudad.

El mandatario también pidió mantener el estatus quo en la ciudad vieja y en los sitios sagrados musulmanes que controlan actualmente autoridades musulmanas.

¿Bueno o malo?

La decisión de Trump, aseguran los analistas, puede ser tanto positiva como negativa para un conflicto que tiene décadas, que varios presidentes estadounidenses han tratado de solucionar y con el que todos han fracasado.

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Es un conflicto cuya solución radica en el "asunto de los dos Estados".

"Al final la pregunta no es realmente si la capital de Israel es Jerusalén occidental, sino si la ocupada Jerusalén oriental podrá ser la capital de un Estado palestino", afirma Barbara Plett Usher, corresponsal de la BBC en Nueva York.

La periodista agrega que Trump, al indicar que su administración no está tomando un partido sobre el estatus final de la ciudad, "parecería implicar que el reclamo palestino sobre Jerusalén oriental podría seguir en la mesa de cualquier futura negociación".

Trump dijo que Estados Unidos está comprometido con un acuerdo de paz negociado y que "apoyará una solución de dos Estados si la acuerdan ambas partes".

Algunos aseguran que al reconocer a Jerusalén como capital israelí, Estados Unidos está legitimando la ocupación israelí y la construcción de asentamientos en el oriente de la ciudad.

Pero Trump argumenta que el reconocimiento de Jerusalén avanzará el proceso de paz que su gobierno quiere promover en la región.

Y se dice que su decisión es una "táctica para preparar el terreno de las negociaciones".

Pero tal como señala la corresponsal de la BBC, en su declaración el presidente "no ofreció nada a los palestinos y su discurso se vio como un respaldo para Israel".

"Y es probable que con esto haya saboteado su propia iniciativa de paz", agrega.

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La prueba sobre si sus esfuerzos para la paz en Medio Oriente rendirán frutos se verá en las próximas semanas.

Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina, tiene planeada para entonces una reunión con el vicepresidente de EE.UU., Mike Pence.

Por lo pronto, los expertos afirman que está claro que estos últimos hechos tienen más que ver con una promesa de campaña del presidente estadounidense que con la diplomacia.

Tal como asegura Mark Landler, corresponsal en la Casa Blanca del diario The New York Times, "para Trump el estatus de Jerusalén siempre ha sido más un imperativo político que un dilema diplomático".

"Y ante la posibilidad de o desilusionar a sus patrocinadores evangélicos y pro-israelíes o alarmar a sus aliados y a los líderes árabes mientras pone en riesgo su propia iniciativa de paz, el presidente decidió ponerse del lado de sus principales partidarios".

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