Fernando Chomalí, arzobispo de Concepción: "Estamos en una sociedad que tiene una mirada economicista de la vida"

El sacerdote habla acerca de los emprendimientos sociales que ha desarrollado en Concepción y sus alrededores. Además, lamenta los casos de malas prácticas a nivel empresarial "Ha sido muy doloroso", sostiene.




Una lavandería en la que sólo trabajan jóvenes con síndrome de Down, un hostal para familiares de pacientes enfermos en Concepción y un cowork social son sólo algunos de los proyectos sociales que ha desarrollado en el último tiempo el arzobispo de Concepción, Fernando Chomalí.

El religioso, que por estos días se encuentra afinando los últimos detalles de su nuevo proyecto social -una fábrica de ornamentos que empleará a mujeres con problemas económicos- se refiere a su incursión en el emprendimiento social y plantea que la economía debe transitar hacia la colaboración.

¿Cuándo comenzó a interiorizarse en el mundo del emprendimiento?

Desde que tengo conciencia he estado vinculado a proyectos sociales en distintos niveles de intensidad. Como Arzobispo estoy en contacto a diario con personas que necesitan ayuda, pero no se trata de darles una ayuda puntual, se trata de generar instancias que le cambien la vida. Hoy la sociedad es más compleja y el trabajo por la justicia social y la promoción de obras de caridad exigen más profesionalismo y un mayor grado de compromiso. El emprendimiento va por esa línea. Y resulta.

¿Por qué es relevante fomentar el emprendimiento social? 

El emprendimiento es una forma privilegiada de sacar afuera los talentos que Dios nos ha dado y de ponerlos al servicio de los demás. Le tengo miedo a los que tienen como meta tener un proyecto y hacerse ricos, porque muchas veces no les importa el cómo lo logran. El emprendimiento social, en cambio, tiene por objetivo aunar voluntades y capacidades para sacar adelante un bien para la sociedad. Ahí está la gracia.

Usted lidera varios proyectos sociales ¿Qué lo motiva?

Me mueve un sentido de solidaridad realista. Hoy tengo las facilidades de encontrarme con mucha gente, de generar lazos y así ayudar a la comunidad con sus necesidades. Pero con un sano realismo, porque no tengo ninguna posibilidad de solucionarle el problema de comida a todos los jóvenes de Concepción que pasan hambre por la pobreza y que están estudiando, pero sí tengo la posibilidad de solucionarle ese problema a un pequeño grupo de jóvenes y espero que otro haga lo mismo y así generar un ciclo virtuoso.

Su proyecto ícono es la lavandería que emplea sólo a personas con síndrome de Down ¿Cómo surgió esa iniciativa?

Lavandería Industrial 21 surge luego de constatar que las posibilidades laborales que tienen las personas con síndrome de Down son muy escasas. Decirle a estos jóvenes y hacerles ver en la práctica que tienen muchas capacidades, que pueden ser un aporte al país y que pueden ganar un sueldo, es una experiencia única. Esta lavandería fue mirada con escepticismo y ahora es modelo de verdadera integración y responsabilidad.

¿En qué otros proyectos está participando? 

La verdad es que en muchos, el tema me tiene súper embalado. Hemos sumado a la magnífica obra de la Arquidiócesis un hogar para universitarios de la provincia de Arauco, desarrollamos una residencia para los familiares de los enfermos que viven fuera de Concepción y que pasaban días en la sala de espera y, ahora, estamos comenzando una pequeña fábrica de ornamentos litúrgicos donde trabajarán mujeres con graves dificultades económicas. Vamos, gracias a Dios, muy avanzados.

¿Cuándo comenzará a funcionar la fábrica de ornamentos?

Estamos preparando los últimos detalles, ya tenemos algunas maquinarias y esperamos poder operar pronto.

Recientemente lanzaron el Cowork Social B, en Bío Bío ¿Cómo ha funcionado? 

Estamos recién empezando pero dará fruto. Es una muy buena alianza entre la Universidad de Concepción y el Arzobispado a través de la Fundación Novo Milenium. A través de esta iniciativa me interesa transmitirles a los jóvenes que tienen un potencial impresionante en sus mentes y en sus corazones. Que para trabajar hay que vincularse con otros y que todo ser humano tiene un lado de emprendedor que hace la vida muy atractiva y llena de sentido.

¿Por qué es relevante que otros actores, como la Iglesia Católica, también fomenten el emprendimiento?

El mandamiento de Dios es que nos amemos y que trabajemos. Con buenos emprendimientos generamos buenos trabajos y con buenos trabajos hay personas y familias felices. El trabajo es la clave de la cuestión social y si podemos hacer algo convocando a los católicos, hay que hacerlo. Y ahora, ya.

Escenario en Chile

¿El emprendimiento social llegó para quedarse?

Creo que falta mucho, porque tenemos que pasar de ser una sociedad individualista a una donde el bien del otro sea prioritario. Hay casos, pero siento que aún hay mucho temor en hacerlo.

¿Por qué?

Porque es mucho trabajo. Es algo que implica asumir riesgos y encontrarse con muchas trabas en una estructura social que no está acostumbrada a ese tipo de proyectos. Estamos en una sociedad que tiene una mirada excesivamente economicista de la vida.

En ese contexto ¿Las casas de estudio pueden ayudar a fomentar el emprendimiento social?

Por supuesto. La universidad es el lugar de la creatividad, el paso que tienen que dar es comprender el desarrollo de una manera más integral. Creo que las facultades están demasiado encerradas en sí mismas y no se dan cuenta de que, por ejemplo, un médico necesita del artista, el ingeniero necesita del poeta y el nutricionista necesita del biólogo.

¿Falta comunicación entre los diferentes actores?

Falta que las personas se escuchen y se ayuden entre sí. Resulta muy vergonzoso y triste que aquellas personas que tuvieron más oportunidades de estudio y más posibilidades de contacto social, recaigan en actos éticamente incorrectos, eso es muy grave. Ver que grandes ejecutivos que tenían todas las posibilidades de generar empleo, generar innovación, etc. caigan en malas prácticas, eso para mí ha sido muy doloroso.

¿El emprendimiento puede combatir esas malas prácticas?

Pienso que sí, pero eso va a ser posible en la medida en que el foco de las empresas no sea únicamente el lucro, sino también un impacto social. En la vida, como dice Vicente Huidobro en su poema Altazor en el canto segundo, "estamos cosidos por la misma estrella". Creo que esa consciencia no la tenemos aún, creemos que el mundo comienza y termina en nosotros y que el otro es un puente para lograr nuestros objetivos.

¿La invitación es optar por un modelo colaborativo?

No tenemos otro camino. El camino de la sociedad como una pista atlética, donde todos corren individualmente y se pegan codazos para llegar primeros, ya no sirve. Ese modelo debe cambiar a uno de colaboración en donde la gente se comunique y ayude mutuamente es la mejor opción.

¿Cuáles son los desafíos que tiene Chile en materia de emprendimiento? 

Creo que hay que sacarse de la cabeza que el dinero es un fin en sí mismo. Eso es todo. Lo único importante en la vida es que las personas encuentren su vocación y tengan pasión en ella. Que hagan las cosas por motivación más que por la rentabilidad que les pueda generar.

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