Felipe Larraín: "Este es un frenazo con ABS y sin airbag"

El director de Clapes UC y ex ministro de Hacienda, asegura que ni el estímulo monetario ni el mayor gasto público lograrán revertir la desaceleración de la economía. A menos que haya un cambio en las políticas del gobierno, sostiene.<br>




La desaceleración de la economía no es algo que puedan detener los estímulos de política fiscal recientemente anunciados por el gobierno ni la amplia expansión de la política monetaria, opina el director de Clapes UC y ex ministro de Hacienda, Felipe Larraín.

Se trata de un frenazo brusco, dice, con raíz en la incertidumbre que generan las políticas del gobierno y que ni siquiera ha podido ser revertido con el cambio en el discurso de las autoridades. Sólo una congruencia en ambas dimensiones, dice, podría corregir el deterioro de la confianza y expectativas de empresarios y consumidores.

"Si miramos cualquier encuesta, el apoyo al gobierno está cayendo, la confianza en la economía está cayendo y las reformas son impopulares; tienen más gente en contra que la que está a favor", asegura.

¿La desaceleración de la economía no es sólo un ajuste?

Bueno, lamentablemente, esta economía ha sufrido un fuerte frenazo. Este es un frenazo con ABS y sin airbag, porque la economía estaba creciendo a más de 5% hasta el primer semestre del año pasado y ahora está creciendo a menos de 2%. Las nuevas cifras del comercio, que mostraron una caída del orden de 6% a septiembre, fueron las peores desde 2008. Esto refleja la debilidad de la economía, donde primero se empezó a enfermar la inversión y después, sufrió el consumo, que se está desacelerando a tasas muy fuertes. Que estemos creciendo al 2% es realmente lamentable. Yo no sé quién podría estar satisfecho ni siquiera indiferente. Esto no es un ajuste sano, no es una desaceleración como la que están viviendo otros países emergentes. Es un frenazo, digámoslo con todas sus letras, y es hora de que el gobierno tome su responsabilidad en lo que le ha pasado a esta economía y que no siga su discurso de echarle la culpa a la economía internacional o al gobierno anterior, porque ya nadie cree en eso.

Pero el mundo está creciendo menos que lo previsto y se anticipan menores términos de intercambio.

Los datos no están con ellos. La responsabilidad de la economía externa es muy baja respecto de lo que está pasando en Chile. El crecimiento de nuestros socios comerciales en el primer trimestre de 2014 era mucho mayor que el que era hace un año. La desaceleración de los países emergentes es muy tenue, es suave, y la caída chilena es brusca. Hay una caída de 2,5 puntos respecto de lo que estábamos creciendo el año pasado. La inversión, que venía creciendo a tasas cercanas de 10%, empezó a caer en el tercer trimestres de 2013, justo después de anunciarse el programa de reformas de la entonces candidata Bachelet. Curioso. La caída de la inversión en los últimos cuatro trimestres es la segunda mayor en América Latina, después de Venezuela, que está en una enorme crisis económica, social y política. También se dice que esto es el ciclo minero, pero eso tampoco se condice, porque la inversión cae generalizadamente en todos los sectores y porque la caída de la inversión en Chile es mayor a la que ha habido en países mineros, como Perú y Australia. No hay ninguna evidencia que sustente que esto es culpa de la economía externa. Lo que más se puede decir es que una pequeña parte del frenazo puede venir de la desaceleración del mundo emergente. El grueso del frenazo viene de las condiciones internas.

El gobierno al menos está tomando medidas de política fiscal para estimular una reactivación. ¿Hasta qué grado eso va a tener efecto macroeconómico?

Ni la política monetaria ni la fiscal van a lograr revertir el frenazo de la economía chilena, porque el problema es más profundo; es una cuestión de confianza y no solamente de los inversionistas, sino que también de los consumidores. La confianza ha sido gravemente afectada por la incertidumbre que generan las reformas que dicen que vienen y también cuando se despeja la incertidumbre y nos quedamos con una mala reforma. Creo que, efectivamente, el gobierno está cambiando su discurso. Veo un discurso de generar una asociación público-privada, más de entender que este es un juego cooperativo, que es distinto del discurso agresivo que tenían las autoridades en un comienzo; de alguna manera, que iba a prescindir del sector privado y se dieron cuenta de que eso es imposible. Ahora el discurso ha cambiado. Lo que necesitamos ver es un cambio en las políticas. Si el discurso no es consistente con las acciones estamos complicados, porque entonces el discurso es vacío, no genera efecto. Necesitamos políticas favorables con el crecimiento, con la inversión. Hasta el momento, lo único que hemos visto son políticas que le pegan a la inversión.

¿En qué se traduciría en el contexto de las reformas que vienen?

Lo que espero es que las reformas que vengan sean más maduradas, más trabajadas, más consensuadas, del triste espectáculo que han dado la reforma tributaria y la reforma educacional. Cuando una reforma es trabajada entre cuatro paredes y a velocidad mata caballos, tenemos los resultados de la reforma tributaria y educacional. La primera hubo que hacerla prácticamente entera de nuevo a través de indicaciones; las páginas de indicaciones son más que las del proyecto original. El proyecto que sale no tiene nada que ver con el original, porque en el camino se empezaron a dar cuenta de todos los errores técnicos, de administración tributaria, no errores de concepto.

¿Cuál es su sensación respecto de la reforma laboral?

No puedo opinar de la reforma laboral, porque no la conozco, pero espero que se esté haciendo un trabajo serio y no simplemente un trabajo entre la CUT y el gobierno. Hay que escuchar a todos los sectores antes de plantear un proyecto tan importante. Cuando vemos que se dice que se va a postergar la reforma laboral o hacerla gradual, o que va a haber un tratamiento a las pymes distinto, un empresario racional lo que dice es que aquí viene algo muy duro, muy fuerte y negativo respecto de la inversión. Eso genera una enorme incertidumbre. Entonces, no conozco el proyecto, pero sí que se discute hacer la reforma diferenciada para las pymes, se discute hacerla gradual y se discute postergarla. Creo que hay que hacer una buena reforma, tomarse el tiempo necesario y que se considere no sólo a los grupos laborales organizados, sino que al empleo, entendiendo que la gran mayoría de los trabajadores no está organizado.

¿Espera, efectivamente, ver cambios en las políticas?

Antes tengo que ver un cambio importante en las políticas del gobierno. Yo espero que tengamos mejores reformas que hasta ahora, pero no tengo ninguna razón para garantizarlo. Me declaro en una suerte de compás de espera hasta conocer los proyectos. 

Por el lado del gasto fiscal, ¿usted considera que el aumento de 9,8% para el próximo año es inútil?

Sin duda que la política fiscal expansiva genera una mitigación del ciclo, pero es una mitigación muy modesta. Veamos los números: la inversión privada es el 91% de la inversión total con cifras de 2013. Podemos actuar sobre el 9%, que es la inversión pública, y no lo critico. Pero el problema es el 91% restante. Luego, tengo severas dudas sobre la capacidad real de ejecutar el 27% de gasto público, cuando en todos los gobiernos, incluido el nuestro, se dio subejecución. Y la subejecución se da sobre todo en el presupuesto de gasto de capital. Ahí es donde es más difícil ejecutar, porque hay una serie de controles y de caminos que hay que recorrer para un proyecto de inversión, que son distintos que para el gasto corriente. También, de los US$ 5.500 millones de incremento del gasto público, US$ 2.300 millones son aumento de impuestos, es decir, US$ 2.300 millones que les estamos sacando del bolsillo a los particulares. El poder reactivador por esa vía del gasto público es bastante moderado.

¿Cree que las sucesivas bajas de tasas de interés del Banco Central puedan atenuar la desaceleración?

La política monetaria ha jugado el rol que le corresponde. El Banco Central ha dicho que tiene un sesgo más bien neutral, se ha puesto un compás de espera a nuevas bajas de tasas, que no se avizoran por el momento. Pero por lo demás, no le pidamos al Banco Central lo que no puede hacer. La política monetaria no puede, por sí sola, reactivar esta economía. Ni siquiera ésta y la política fiscal en conjunto pueden hacerlo, si no se cambia la percepción de los consumidores y la confianza de quienes invierten, los pequeños, medianos y grandes empresarios, todos.

¿Está en un dilema el BC, con una inflación alta y el crecimiento deprimido?

La inflación podría llegar marginalmente a ubicarse sobre 5% en los próximos meses, porque estamos todavía en parte absorbiendo la depreciación cambiaria, pero mi sensación es que por la debilidad de la demanda debiera hacer converger la inflación hacia niveles en torno al 3% en el horizonte de política, de 12 a 24 meses.

El presidente del BC dijo el jueves que las tasas largas e hipotecarias están en su nivel más bajo histórico. ¿Hay una trampa de liquidez si no se reactiva la economía?

No, creo que estamos en una trampa de crecimiento, que es más compleja aún. De la trampa de liquidez tenemos más o menos claro cómo salir, pero veo mucho más difícil salir de la trampa de crecimiento, aunque esté claro cómo, porque este año la economía no va a alcanzar a crecer al 2% y el próximo año va a ser muy difícil llegar al 3%.

En este entorno, ¿cómo va a comportarse el empleo y a qué nivel máximo cree que llegue la desocupación?

Lo veo complicado, porque al tomar las últimas cifras del INE, en el último trimestre móvil, junio-agosto, la tasa de desempleo aumentó a 6,7%, es decir, un punto porcentual o alrededor de 85.000 desempleados más que hace un año. Desde comienzos de año se han perdido 140.000 empleos, pero lo más complejo no es eso, sino que la caída de empleo de tiempo completo es de 240.000, que es sólo parcialmente compensada por los 100.000 puestos en que aumenta el empleo de jornada parcial. Esto significa una caída en la calidad del empleo. Los empleados a tiempo parcial son personas que quieren trabajar más de 30 horas -el subempleo- y no pueden, resulta que van a cambiar su patrón de consumo. Sin duda vamos a ver cifras de desempleo sobre el 7%.   

Si el crecimiento se mantiene estancado, ¿qué probabilidad hay de que las agencias, como Fitch alertó esta semana, cambien su clasificación sobre Chile?

Puede conducir a eso. Uno espera que no, pero si uno hace todo para generar este escenario... Ellos lo dicen claramente: con un debilitamiento de las condiciones de crecimiento de la economía chilena el outlook puede ser revisado. Esto habla de la importancia del crecimiento económico, que es crucial. Fitch hace referencia específica a los efectos que han tenido las reformas económicas, es especial la tributaria.

¿Qué le pareció el artículo del Financial Times, sobre Chile y la mediocridad?

Cada uno tiene su manera semántica de decirlo. Si esta frase de la nueva mediocridad, que ha golpeado tanto, viniera de la discusión interna, uno podría pensar que hay una intencionalidad. Pero no puede haber ninguna de parte de un diario londinense, el principal periódico financiero del mundo, el más leído, el más prestigiado, que califica a Chile como la nueva mediocridad. Me sorprende la respuesta de las autoridades, porque lo que uno espera es que si a uno le traen una mala noticia, se analice cómo revertirla, no dispararle al mensajero. Encuentro lamentable que en el pasado Chile haya cosechado felicitaciones, aplausos y buenas notas y ahora sea sindicado como el ejemplo de la nueva mediocridad. Eso debe ser un llamado de atención.

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