En las entrañas de Michael Jackson: One

En el recién estrenado show del Cirque du Soleil, el dúo chileno Power Peralta tiene una estricta rutina de entrenamiento. Aquí, cómo trabajan tras el elogiado espectáculo sobre el "Rey del Pop".




Si el neón embriagador de la ciudad del pecado ni el aplastante calor veraniego que en las últimas semanas ha sorteado fácil los 40 grados. Los gemelos Raúl y Gabriel Peralta (30), las mitades tras Power Peralta, revelan que hay otro hábito mayor al que han debido subordinar su nueva vida en Las Vegas: el maquillaje. "Jamás nos habíamos pintado la cara, porque no formaba parte de nuestra puesta en escena o de nuestra vida. Fue aprender algo desde cero", detalla Gabriel, instalado en la sala de maquillaje de uno de los teatros del hotel Mandalay Bay y mientras frente a un espejo remarca con sombra y color el entorno de sus ojos.

Pero el más célebre dúo local de baile urbano también ha debido familiarizarse con otra práctica que nunca fue parte de su hoja de ruta: el trabajo en grupo, la dependencia de otros compañeros y el compadrazgo laboral con desconocidos. "Nosotros siempre planificábamos todo entre los dos, pero acá hay que coordinarse con 20, 30 y hasta 40 personas. Es un cambio total", acota Raúl, sobre el final de su rutina de maquillaje y mientras se dirigen precisamente al salón donde entrenan los bailarines, entre técnicos, iluminadores, publicistas y acróbatas que transitan por las entrañas mismas de Michael Jackson: one, el aclamado nuevo espectáculo del Cirque du Soleil que se estrenó el 23 de mayo y que fichó al grupo chileno sin castings ni audiencias previas. Gabriel sigue: "Todavía nos cuesta creer que estamos acá, sobre todo porque cuando empezamos teníamos un estilo que en Chile se miraba de lado, porque siempre nos decían que no pertenecía a nuestra cultura. Vestirnos de una forma particular nos cerró muchas puertas. Fue difícil, por eso de repente decimos: 'Que heavy... cacha donde estamos'".

Por ahora, los hermanos nacidos en Bellavista, y crecidos artísticamente en espacios como Rojo y Cadena nacional están en unos preparativos diarios que se inician cerca de las 15 horas y precisamente en esa pieza de maquillaje de dimensiones pequeñas, sólo con dos espejos enfrentados, con un pequeño bolso con cosméticos con su nombre y por donde también pasan otros integrantes de los 63 que forman el staff del show. Un ejercicio que despliegan de sábado a miércoles en dos presentaciones diarias, ya que no hay funciones los jueves y viernes.

Luego, parten a un salón donde se agrupan todos los bailarines de Michael Jackson: one, verdadero rompecabezas multicultural en que destacan colombianos, franceses, puertorriqueños, japoneses e ingleses. Eso sí, cuando la jefa del área, Tiffany Baker, comienza a detallar cómo serán los ensayos de esa jornada, dice que se reforzará el número protagónico de Billie Jean y habla de los mails que cada noche les envía para recalcarles aciertos y falencias, el primero en tomar la palabra es Raúl Peralta. Lo hace en un inglés sin tropezones y que sólo en palabras muy específicas se auxilia con otros latinos presentes, como el colombiano J.J. Villar. En paralelo, su hermano está frente a un espejo ejercitando en solitario los robóticos movimientos que deberá desenfundar en las siguientes horas.

De algún modo, el cuadro es una buena huella de la convivencia del Soleil: la camaradería latina es evidente y también late en las bromas entre los Peralta y el grupo de bailarines 787, oriundos de Puerto Rico. Además, en el caso de los chilenos, es parte de un itinerario que implica comida liviana, dormir ocho horas diarias y elongaciones antes del sueño y luego de despertarse. "Hemos bajado como cinco kilos desde que estamos acá", cifran.

Tras los ensayos de baile, van hasta sus casilleros de vestuario para calzarse el uniforme blanco de los "Michael Jackson warriors", grupo coreográfico que integran durante el show y que tiene la misión escénica de defender el legado del cantante ante el acoso de la prensa amarilla. Un rol de total coherencia con la trama del montaje: antes que los artistas salten bajo los focos, lo primero que el público ve en escena son dos pantallas laterales llenas de portadas ficticias de tabloides retratando la vida del hombre de Thriller. Cuando todo comienza, una tela en la mitad proyecta pantallas de televisión y una suerte de cámara que devora sus íconos más legendarios: el guante blanco, los calcetines de igual color, los lentes, el sombrero y los zapatos negros que marcaron a generaciones completas. Esta claro que el relato no explícito apunta a cómo la gloria artística de Jackson se fue sepultando entre paparazzi, fracturas personales y prensa amarilla.

Para custodiar esa herencia, el musical centra el eje en un grupo de adolescentes que intenta proteger del acoso externo a cada uno de esos elementos, ayudados por los guerreros que encabezan la pareja chilena. Además, ambos asoman en la primera línea de los bailarines, en 12 cuadros distintos y vestidos bajo un efecto de espejo: mientras uno tiene descubierta su mitad derecha, el otro luce sin protección su lado izquierdo. Bajo ese mismo credo, algunas de las primeras canciones que acompañan los cuadros visuales no pertenecen a su material más granado; más bien, son composiciones paridas en días de bancarrota y acusaciones judiciales, como Tabloid junkie (1995) o Privacy (2001).

Eso sí, Beat it desata el primer festín de acrobacias y gimnastas colgando desde el techo, para luego seguir con Bad, Smooth criminal y el emotivo medley de Jackson 5 donde, en una secuencia de baile muy simple, asoman imágenes de sus años setenteros de candidez y melena afro. Todo en un show que la prensa de Las Vegas ya calificó como el mejor logrado de la compañía en la última década, con efectos técnicos -como unas notables sombras de "Jacko" desplegadas sobre una pantalla en el centro- que superan a los que homenajean a The Beatles o Elvis Presley, instalados a pocas cuadras.

"Es que no podía ser de otra manera: Jackson mezclado con Cirque du Soleil es imbatible. Y nos ha cambiado la vida ser parte de algo así. Nuestro futuro está acá por muchos años", zanja Gabriel ante un contrato que los liga con la empresa hasta septiembre de 2014 y ya cuando el show ha apagado sus luces, antes de dirigirse en sus respectivos autos a los departamentos donde residen en un condominio, a 10 minutos del Mandalay Bay. Como cierre, ambos cenan en un restaurante aledaño al teatro y comen pescado frito con papas fritas. "Miro este plato y es como estar en Concón", sueltan, en un guiño al país que dejaron sin retorno inmediato y cuyo momento actual se ilustra en la frase que acompaña el ícono de WhatsApp del celular de Raúl Peralta: "Cumpliendo un sueño".

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