En la cama

El lugar en que nacemos. En el que muchos morimos. En el que miles de millones fueron concebidos y en el que varios están leyendo este artículo. Más que un objeto, un espacio en sí mismo. La cama sirve para dormir, es cierto, pero también es un reflejo de quiénes somos y de cómo nos relacionamos. Buen dormir, sexo saludable, hábitos y comportamiento; todo sobre la cama.




"No hay nada como la propia cama". Debe ser una de las frases más dichas. No importa si la persona ha pasado una semana en un hotel cinco estrellas, la cama es la cama. Generalmente es lo primero que compramos al montar una casa. No es un mueble más sino que un lugar en sí mismo en el que se pasa mucho tiempo pero al que no se invita a cualquiera. Ni siquiera se les muestra a todos, salvo que usted sea la artista Tracey Emin, cuya obra más conocida se llama My bed, y es precisamente su cama deshecha, con las sábanas con manchas amarillas, rodeada de colillas, preservativos, test de embarazo, zapatillas y objetos de uso cotidiano, donde se dice que la artista pasó una semana después de que la dejara su pareja. La obra causó gran interés y polémica la primera vez que se expuso, en 1999, y el año pasado fue rematada en Christie's por algo menos de cuatro millones de dólares. "Compré My Bed porque es una metáfora de la vida, donde los problemas comienzan y la lógica muere", dijo el feliz comprador, el conde alemán Christian Duerckheim.

Tal como demuestra la obra de Emin, la cama puede ser un reflejo extremadamente personal porque en ella y en torno a ella pasan cosas. Sirve para dormir y tener relaciones sexuales, pero muchos también comen, ven televisión, leen, conversan, lloran y a veces se pasan el día ahí. Es también el último refugio. El filósofo alemán Otto Friedrich Bollnow le dedica varias páginas a este objeto en su estudio Hombre y espacio y dice que el carácter de cobijo que tiene el hogar como lugar seguro frente al mundo tiene su expresión máxima en la cama, el lugar de reposo en el que se empieza y termina el día.

"Es un espacio de privacidad y comodidad, es sinónimo de descanso. Tener una cama es tener algo propio, un lugar donde caerse muerto. Tu cama es tuya y de nadie más y, por lo mismo, en ella te sientes seguro, la conoces, te manejas", dice el sicólogo del hospital clínico de la UC Alfonso Cox.

Buen y mal dormir

Partamos por su función primaria: dormir. El buen o mal dormir también es algo que se puede cultivar, y como somos animales de hábitos, estos deben inculcarse desde la infancia. Ahí aparecen conceptos de moda como "cama compartida" y "colecho" que los especialistas critican desde la perspectiva de la higiene del sueño. Para la sicóloga infanto-juvenil Claudia Cerfogli, el que los niños puedan dormir solos es bueno para su desarrollo socioemocional: "Si no puede hacerlo es indicativo de dificultades en la capacidad de tranquilizarse a sí mismo, que tal vez no ha logrado adquirir la seguridad y la autonomía necesaria para sentir que puede hacer frente a la oscuridad y la indefensión nocturna", explica.

Mientras para los niños el desafío es dormir solos, para los adultos es encontrar con quién compartir la cama. "Dormir de a dos hace bien. Además de la compañía es el momento de mayor intimidad, de poner a prueba al máximo la tolerancia. Es el símbolo del ser pareja: vivimos juntos, dormimos juntos", dice Alfonso Cox.

Para la directora del Centro del Sueño de la Clínica UC Christus, Julia Santín, dormir solo o acompañado no debiera implicar mayores diferencias en la calidad del descanso, mientras exista cierto espacio para moverse. La cosa cambia si hay alteraciones como ronquidos, apneas, síndrome de las piernas inquietas o pesadillas. "Pero también existen ciertos comportamientos que hacen difícil la convivencia en un espacio común. Por ejemplo, la mayoría de las personas se duerme entre las 10 y las 12 de la noche y se despierta entre las 6 y las 8 de la mañana. Pero existen los búhos y alondras, que tienen costumbres distintas y pueden alterar a los demás", dice.

La mitad de los chilenos no es capaz de conciliar el sueño o mantenerlo por más de unas pocas horas, según un estudio de la consultora Collect GFK. Y un cuarto de la población sufre de insomnio. Esas personas tienen que aplicar ciertas "medidas" con respecto al uso de la cama. La primera y más importante es que esta sólo debe usarse para dormir y hay que acostarse cuando se tenga sueño, no ciñéndose a un horario rígido. "Si quieres comer en la cama, entonces puedes dormir en la cocina… la cama no es una sala de estar", recalca Julia Santín.

Sin control

Luis XIV prefería dormir solo. Su cama era una superficie exclusiva. Proust escribió gran parte de su obra metido en las sábanas y muchos artistas pasaron largos períodos en cama, como Frida Kahlo, quien estuvo más de un año postrada, lo que inspiró muchas de sus obras. La cama también es el lugar para hipocondríacos, dramáticos y enfermos de verdad. Pero no todos los acercamientos que podemos hacer son patológicos y sus significados pueden cambiar con la edad: para un niño irse a la cama puede significar el fin de la diversión, para un adulto, el comienzo de ella y para una persona mayor, la enfermedad y hasta la muerte.

El lecho es también el lugar donde se pierde el control; el espacio en que los seres humanos se rinden ante el cansancio, los sueños y, por supuesto, el placer sexual.

La historia dice que hasta la contrarreforma religiosa las parejas no solían compartir el lecho y sólo se "visitaban" con cierta regularidad. Pero a partir del siglo XVII se sugiere a los matrimonios católicos compartir la cama. Pero aunque se extiende la sacralización del matrimonio al ámbito de la alcoba, hay reparos con el sexo que sólo es lícito para procrear. El lecho debe ser compartido con el fin de establecer esa complicidad, incluso en el reposo.

En tiempos más modernos la relación cama-sexo es automática. Y parece lógica. "La cama es el reflejo del mundo adulto y, como tal, pasa a ser el único referente de permiso erótico", explica la sicóloga y sexóloga Rafaella di Girolamo. Es decir que mientras los jóvenes buscan cualquier espacio o lugar para satisfacer sus deseos, las parejas adultas, generalmente aquellas casadas y con hijos, limitan su actividad sexual a la cama. "Es por eso que si tengo problemas en ese sentido, la rechazo. En cambio, si lo que predomina es el deseo, la busco", aclara la profesional.

De acuerdo a un estudio realizado por el Kinsey Institute  y la National Survey of Sexual Health and Behavior de la Universidad de Indiana, en Estados Unidos, el 20 por ciento de las parejas casadas han dejado de tener relaciones sexuales. En Chile es difícil saber porque no hay estadísticas actualizadas sobre el comportamiento sexual.

Cuando las parejas tienen dificultades y necesitan terapia, los especialistas intentan neutralizar la cama como objeto, sacar los problemas de ahí y dejarla solamente para descansar. "Le damos menos importancia y los invitamos a descubrir el deseo en otros lugares. Hablar de cosas profundas en la cama dificulta las relaciones. Es el mismo espacio para todo, el lugar donde tienes relaciones sexuales y donde tratas de resolver los problemas. Y cuando falta comunicación esas dinámicas generan daño", dice la experta.

El tamaño sí importa

El ser humano duerme en posición yacente y le gusta hacerlo sobre una base confortable. Cada vez más confortable. La historia ubica las primeras camas propiamente tales en la antigua Grecia, donde sus habitantes fueron los primeros en colocar una especie de cabecero sobre un armazón de cuatro palos ensamblados. Los persas, egipcios y romanos también tuvieron sus propias versiones que, en la medida en que se ascendía en la escala social, empezaban a incorporar lujos como tapices y maderas exóticas.

Los grandes monarcas europeos, como Enrique IV de España, aumentaron las dimensiones a tal punto que la familia real completa podía acostarse cómodamente. Luis XVI, el Rey Sol, dormía vigilado por un séquito que hacía de la hora de levantarse un verdadero rito, que incluía, entre otras cosas, la postura de la peluca y la evacuación matutina… frente a todos.

Así, las camas también han sido símbolo de poder y reflejo de las modas. En las últimas décadas, la oferta de este tipo de objeto ha crecido. Hoy es posible encontrar camas de una y dos plazas, de plaza y media, además de tamaños Full, Queen, King y super King… hasta llegar a exageraciones y rarezas como la de cuatro plazas que alguna vez mostró el Chino Ríos en un programa de televisión.

¿Cuánto se mueve este mercado en Chile? Para Raymond Gillmore, quien fue gerente comercial de CIC durante 20 años y que hoy se dedica a importar camas desde Asia a través de su firma WDS, hablamos de unos 150 millones de dólares al año. "Esta cifra ha aumentado casi un 40 por ciento en los últimos diez años, porque han cambiado los consumidores. Ahora están mucho más wellness, ya nadie compra una cama por el precio, sino que se fijan y exigen detalles que tienen que ver con los materiales o el buen dormir", explica.

Según él, lentamente va desapareciendo la locura por los box spring y las camas americanas y la gente está volviendo a las marquesas o su versión más moderna, el somier sueco (marquesa sin cabecera ni piecera) y también a la espuma pero en versiones "viscoelásticas", es decir que mantienen la forma. Una de las cosas que distinguen a los chilenos, es que son uno de los pocos compradores en el mundo al que les gusta el "combo": la cama que incluye respaldos, veladores, plumones y almohadas, lo que obliga a mantener precios muy bajos. "Este país tiene una característica muy especial. En todas partes del mundo los colchones y las camas se venden en tiendas especializadas, donde la experiencia es similar a la de comprar un auto, porque es muy a la medida. Acá eso no funciona y las camas se venden en el retail", dice Gillmore.

Actualmente hay de muchos precios, desde 60 hasta 700 mil pesos, dependiendo de los materiales y tecnología y según Marisol Bocaz, jefa de línea dormitorio de Sodimac, las personas están cambiando su cama mucho más seguido que antes, "antes duraban entre 10 y 15 años, hoy entre siete y 10".

Según Raymond Gillmore, la mayoría de las camas que se fabrican en Chile mensualmente se venden e incluso, los principales fabricantes tienen falta de stock. Esto, a su juicio, tiene que ver con las formas de vida y de relacionarse: "hoy cada día más jóvenes se van a vivir solos y compran su primera cama. Lo mismo pasa con las parejas que conviven antes de casarse. Después para el matrimonio la cambian por una mejor, que generalmente les regalan. Cuando llegan los niños pasan a una King para que todos quepan. Si se separan, el que deja la casa debe comprarse una cama nueva, y muchas veces el que se queda también la cambia. Y cuando se envejece se invierte en una cama con tecnología de punta para asegurarse un descanso absoluto". Varias etapas, toda una vida… y la evolución de una cama.

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