El nuevo presidente

Noam Titelman, recién asumido presidente de la Feuc, sabe que tendrá que convivir con la sombra de Giorgio Jackson. Sabe que tiene otro estilo y que carga con otra historia. Una que mezcla nueve años viviendo en Jerusalén, obsesión por la historia de Chile, dos carreras universitarias paralelas, un triunfo en las urnas y, ahora, cada vez más noches sin dormir.




Este iba a ser el momento más importante de su vida. El día en que su estatus oficialmente cambiaba y pasaba a convertirse, a los 24 años, en el nuevo presidente de la Feuc. En el tipo que había elegido libremente ser el sucesor de Giorgio Jackson y enfrentarse no sólo al desgaste natural del movimiento estudiantil después de siete meses, sino también a ese otro problema que le daba vueltas: la posibilidad de que él, Noam Titelman, nunca sería más que una sombra.

Quizás por eso Noam tenía ojeras.

Quizás por eso, a un par de minutos de que se concretara el cambio de mando de la Feuc, a las 7 de la tarde del viernes 25 de noviembre en la Casa Central de la UC, Noam daba vueltas por el patio de entrada sujetando el discurso que había escrito desde el insomnio una hora antes, cuando su cuerpo ya acumulaba más de 24 horas sin dormir.

A veces sonreía. A veces daba abrazos. Pero la mayoría del tiempo, Noam era el rostro serio vestido en un traje azul marino, camisa celeste y corbata roja, que daba vueltas por el patio.

Entonces apareció Giorgio.

Y Giorgio no sujetaba papeles ni se veía tenso. Giorgio Jackson, siendo estrictos, ni siquiera traía chaqueta y llevaba su camisa blanca fuera de sus pantalones negros. Pero sí había algo que compartía con Noam, a quien conoce desde hace un año y ya lo considera un amigo. Y eso era la brutal ausencia de sueño. De hecho, lo dijo.

-Llevo como 36 horas sin dormir.

Giorgio venía desde el Congreso en Valparaíso, donde había estado con Noam observando el debate por el presupuesto que se destinaría a educación. Luego agarró un bus, se cambio de ropa y apareció en este patio, listo para sacarse la foto con su equipo de la Nueva Acción Universitaria (NAU).

Pero antes del clic, el flash y el protocolo que inmortalizaría a la Feuc 2011, preguntó:

-¿Dónde está el delegado Confech?

Noam sonrió. Porque este año, además de ser el presidente del Centro de Alumnos de Letras, Noam fue elegido delegado de la Feuc en la Confech: una suerte de fiscalizador interno que les informa al resto de los presidentes de los centros de alumnos de la UC las cosas que se hablan en las asambleas Confech. 

-Ya poh, Noam-le gritó una compañera.

Noam, que observaba todo desde una pequeña distancia, dijo que no posaría para la foto. Porque probablemente pensaba que lo que tenía al frente no le pertenecía. Así que sacó su celular del bolsillo y lo llevó hasta uno de sus oídos. 

1.
Había ganado, pero estaba solo. Sentado en un patio entre Sociología y Agronomía, en el Campus San Joaquín, mientras un poco más lejos sus compañeros de lista y la gente del candidato gremialista, Juan José Silva, contaban los últimos votos de la segunda vuelta de las elecciones de la Feuc. Noam Titelman sabía lo que iba a pasar, ya podía adelantar el resultado.

Así que hizo algo inusual.

Noam hoy recuerda que se alejó hacia un patio donde nadie lo esperaba.

-Ahí no pensé nada muy coherente. Tipo: 'Qué fuerte'. 'qué increíble'-me dijo en la oficina que tiene la Feuc en la Casa Central.

Noam, sin saberlo, estaba en el mismo patio adonde Giorgio Jackson se había escapado a esperar su conteo de votos hace un año, que también fue la época cuando Noam ganó su primera elección. Cuando se hizo del Centro de Estudiantes de Letras.

A fines de 2010, Noam ya llevaba casi seis años en la universidad. Había entrado a Bachillerato en Ciencias Sociales en 2005 y tomado ramos de Economía, Literatura y Ciencia Política en 2006. A Ingeniería Comercial entró como alumno regular en 2007. Tres años después hizo lo mismo en Letras Hispánicas. 

Noam logró ser ayudante en varios ramos de sus dos carreras. Logró promedios sobre 6 en ambas. Sus compañeros y profesores coinciden en catalogarlo como un alumno brillante. Cuando conversé con Giorgio Jackson, lo primero que hizo fue referirse a Noam como una "bestia intelectual".

Aunque en la universidad Noam también se dio espacio para otros proyectos, como la Escuela Popular Paulo Freire, donde alumnos de la UC les hacían clases a niños de escasos recursos. Todos los sábados, entre marzo y diciembre de 2009, Noam llegaba a San Joaquín a las 8.30 AM,  después de viajar en micro y Metro durante una hora y cuarto desde su casa en Las Condes. Estaba hasta las 10 dando clases de PSU a alumnos de cuarto medio.

Jorge Cantero, un compañero de Noam en la Paulo Freire, lo describe como un tipo callado, algo tímido. Que no daba su opinión a menos que fuera para algo importante. Pero que cuando lo hacía, levantaba la voz. Como esa vez en que habló sobre el real impacto del proyecto. Porque le pasaba que de un curso de 200 personas, la mitad estaba atrasada. Había que nivelarlos. Y con hora y media a la semana no bastaba para que, además, dieran una buena PSU. Entonces los alumnos dejaban de ir.    

-Yo me acuerdo de la última clase que tuve en la Escuela Popular -me dijo Noam la primera vez que hablamos-. Me acuerdo haber salido un poco deprimido. Un poco triste. Porque de las 200 personas que había en marzo, al final llegaron como 20. Y ese bajón gigantesco, un poco de decir que había fallado a muchos estudiantes que habían pasado por ahí, fue cuando dije 'hay que hacer algo más'.

Esa culpa fue la que lo llevó a postular al Centro de Alumnos de Letras al año siguiente. Y fue ahí, en un consejo de presidentes de los centros de alumnos en marzo de 2011, que conoció a Giorgio Jackson.

2.
Noam se subió al escenario deteniendo la ovación que lo acompañaba con una frase que invitaba a los prejuicios. Antes de leer cualquiera de las líneas que había escrito, miró al público que repletaba el Salón Fresno de la Casa Central para el cambio de mando y dijo eso.

-Nunca había imaginado lo difícil que era hablar después de Giorgio Jackson.

Giorgio ya había dado su discurso de despedida y estaba sentado en primera fila como un espectador más de la noche que debía pertenecerle a Noam.

Pero aún quedaba esa sensación en el aire.

Esa idea que días antes había expresado Sebastián Farfán, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Valparaíso, cuando me dijo: "Encuentro que durante el año va a ser difícil que Noam se sobreponga a la sombra de Giorgio". Farfán creía eso porque Titelman es más tranquilo y moderado. Porque se veía como un tipo introvertido y con un liderazgo menos potente que su predecesor. Que por eso, si en las elecciones de las otras universidades de la Confech ganan listas de una izquierda más dura, las posibilidades de que Titelman pudiera mantener la vocería que Jackson se ganó en la mesa ejecutiva de la Confech son bajas.

Porque, decía Farfán, a la UC algunos la han criticado por ser poco comprometida. Porque sólo algunas carreras fueron a paro y sólo por un par de semanas. Porque para los más duros, la UC no se había movilizado.

En ese escenario, el blindaje de esa universidad frente a la Confech estaba en una figura como la de Giorgio Jackson. Sin embargo, el propio Jackson defiende a Titelman: "El de Noam es un liderazgo más del par. De generar confianzas así. De decir yo no soy superior a ti. Soy igual que tú. Eso, el trabajo de hormiga que tuvo que hacer en todos lados, generó al final confianzas. Es otro tipo de liderazgo. Yo creo que hay que explorarlo".

3.
Fue a finales de julio, un sábado. Sebastián Vielmas, secretario general de la Feuc 2011, pasó a buscar en su auto a Titelman al Campus San Joaquín a las 9 AM. Iban a un campus de la Universidad Federico Santa María en Viña a discutir en una asamblea Confech si el movimiento estudiantil debía acercarse o no al Parlamento para presionar por sus demandas.

Noam iba porque era el delegado Confech de su universidad. Sólo que ahora, Giorgio no había podido ir. Y el que hablaría, por primera vez, tendría que ser él.

Vielmas recuerda que Titelman iba ansioso. En el camino repasaron los puntos a tratar.

-Noam tomó la palabra. Fue muy frontal. Dijo que quien pensara que acercarse al Parlamento era vender el movimiento, estaba equivocado. Señaló que él también era muy crítico de la Concertación- recuerda Vielmas.

En el auditorio repleto, lo miraban unas 250 personas. A pesar del frío exterior, el aire climatizado estaba a una temperatura tan alta, que todos sudaban. Dice Vielmas que caían gotas desde el techo. Y ahí abajo, Noam planteaba la idea de que había que aprovechar la institucionalidad al máximo. Que si el Congreso no los apoyaba, habría que buscar otra institucionalidad que sí lo hiciera.

-Después se acercaron estudiantes a decirnos que pensaban igual. Noam es muy de convencer a través del argumento. En vez de apelar a la emocionalidad, apela más a la razón- cuenta Vielmas.

En este año en la Confech, Noam vio algo que no había visto durante su paso por la Escuela Paulo Freire o en cualquier otra instancia de su vida. Y eso era lo atractivo que resultaba el poder.

-El poder es atractivo en el sentido de que tú puedes cambiar cosas -dice Giorgio Jackson-. Y si crees en tu proyecto, al final ese poder se torna en posibilidades para las familias chilenas. Se torna en el énfasis que tú le quieres dar, junto con el movimiento estudiantil, a las reformas educacionales que se necesitan. Y en la Católica, eso es algo que necesitaba continuidad.

Continuidad que tiene una anécdota curiosa: apenas Titelman salió electo presidente de la Feuc, Jackson le pasó Reformas de la educación superior, un libro de ensayos académicos de varios autores, editado por José Joaquín Brunner y Carlos Peña, que él había estado leyendo. Eso se une a los artículos académicos que Noam está estudiando sobre la PSU y los movimientos de mayo de 1968.

4.
Noam recuerda los misiles. Irak disparaba proyectiles contra Jerusalén durante la Guerra del Golfo y Noam, que entonces no tenía más de cuatro años, recuerda el miedo de que las armas químicas o biológicas golpearan la ciudad donde había nacido y de que los búnkers y las alarmas de emergencia no fuesen suficientes.

Noam había nacido ahí porque sus padres, el economista Eduardo Titelman y la sicóloga Daniela Nassau, habían decidido irse a vivir a Israel después de conocerse estudiando en Rochester, Nueva York. Titelman y Nassau se casaron en México y luego, a mediados de los 70, terminaron en Jerusalén para evitar la dictadura en Chile.

De esa vida en Israel, en la que hablaba en hebreo junto a sus dos hermanas, mientras de fondo sonaba Inti Illimani, Noam se acuerda de una sensación de nostalgia por Chile de sus padres, de unas empanadas que preparaba su familia y del día en que Yigal Amir mató al primer ministro Isaac Rabin, con una pistola semiautomática, el 4 de noviembre de 1995.

Frente a esa noticia, mirando el televisor, Noam sufrió quizás el primer impacto de una vida política que aún no podía anticipar, cuando entendió que un líder pro paz también podía morir por una bala fanática.

Y de ahí, dice, viene su esquema mental que busca escuchar a las otras partes y que se altera cuando se enfrenta a discusiones que  alejan el debate del tema de fondo y la solución de un conflicto. 

Esa forma de pensar la siguió modelando en el Instituto Hebreo de Santiago, donde llegó a los nueve años sin saber hablar ni escribir en español, y en este nuevo país que era Chile, que le sorprendía porque aquí podían pasar 100 años sin que nadie peleara en guerras.

De ese tiempo, Manuel Andrade, el profesor de Historia que tuvo en  media, recuerda a un Noam Titelman callado, sentado al fondo de la sala, que nunca tomaba apuntes, porque le bastaba poner atención para ser la mejor nota del curso.

-Tenía el perfil de un alumno brillante. Sobre el normal de sus compañeros y de otras generaciones también. El estudiante que un académico quiere tener. A los profesores nos pedía más bibliografía de los temas y nos preguntaba por historiadores y filósofos. Pero era un adolescente normal. Sólo que con inquietudes intelectuales más maduras- cuenta su ex profesor.

Andrade también recuerda la fascinación de su alumno por los últimos 40 años de la historia de Chile y que Titelman planteaba dudas interesantes sólo al final de la clase. Nunca antes. Que por eso le sorprendió verlo tan triunfante en los diarios, como presidente electo de la nueva Feuc.

Aunque eso, para ser justos, fue antes del viernes 25, cuando Noam terminó su discurso de cambio de mando de manera triunfante, lleno de ovaciones, diciendo esto:

"Ya no somos ingenuos, como tal vez lo fueron los jóvenes del 67. El peso de la historia nos ha enseñado a dejar de serlo. Sabemos que vendrán momentos de victoria y de derrota. Muchas veces las fuerzas de la apatía y el desinterés vencerán, pero nunca, jamás, convencerán. Tenemos la convicción de que, al final de este largo recorrido, en el que habrá caídas, avances y retrocesos, volverán a abrirse las puertas de nuestras universidades.  Las aulas de clases volverán a vibrar con la frecuencia de nuestra sociedad. El estudiante se parará nuevamente y nuestra voz será escuchada. Seremos libres".

Cuatro días después, el martes, nos juntamos por última vez.

Noam no dormía desde la noche del sábado, porque desde que ganó ha tenido que trabajar en la federación de día y estudiar para sus cinco ramos pasando de largo casi todas las noches.

Esa vez, en la oficina de la Feuc de la Casa Central, habló de sus miedos.

-Reemplazar a Giorgio Jackson, que es como el ícono favorito de toda la familia chilena en estos momentos, es una presión tremenda. Lo reconozco. Tener que llegar a reemplazarlo, y saber que probablemente me van a comparar con él por mucho tiempo, y ganarse la aprobación, sé que es muy difícil. Eso lo tengo claro...

Entonces lo dijo.

-Siempre está el temor de no ser suficiente. Tengo un temor de no dar el ancho. Ese ha sido un temor que siempre he tenido. Toda mi vida. No sólo en este tema. Ese miedo a que se levante un desafío y no ser capaz de estar a la altura.

Noam Titelman tiene 24 años, la edad en que los licenciados en Letras y los ingenieros comerciales dejan la universidad para buscar sus primeros sueldos. El, en cambio, decide llevar esa edad de manera distinta: congeló sus estudios por un año, lidera un movimiento y verá cómo carga la sombra de un amigo que, durante un tiempo al menos, no va a dejar de perseguirlo.

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