El inestable pronóstico del tiempo

Tanto la atmósfera como los modelos de pronóstico son caóticos y cada pequeña variación en su base puede producir resultados muy distintos.




El pronóstico que la Dirección Meteorológica de Chile (DMC) realizó el mes pasado para el trimestre abril-mayo-junio, señalaba un nivel de precipitación denominado “normal a seco”, o entre 53 mm y 80 mm para Santiago en ese periodo, cifra que el sistema frontal del fin de semana superó ampliamente, con 91 mm entre jueves y lunes. ¿Qué pasó con la proyección?

Según Claudia Villarroel, meteoróloga de la DMC, el pronóstico se realiza basado en la estadística desde 1971, y además se toman en cuenta variables como la temperatura superficial del mar (TSM), relacionada con el fenómeno de El Niño. Sin embargo, como éste no suele estar ligado directamente con las precipitaciones otoñales tuvo menos incidencia en este pronóstico, ya que hay pocos eventos en la historia en los que provocó lluvias en esta estación.

¿Se equivocaron? A juicio del climatólogo Roberto Rondanelli, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), sí. “Había buena probabilidad de que el otoño fuera lluvioso, porque todavía estamos en condiciones de El Niño y en esas condiciones están todos los elementos para que llueva mucho. Esta tormenta que pasó es típica de condiciones de El Niño”, dice.

Pablo Sarricolea, académico del departamento de Geografía de la U. de Chile, señala que en febrero el modelo de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA) mostraba que el trimestre marzo-abril-mayo iba a traer lluvias en la zona central y era posible que se desarrollaran por sobre lo normal. “De hecho, considerando la serie de precipitación de Quinta Normal, si se busca un año tan lluvioso como este, considerando las precipitaciones de enero a abril, hay sólo un evento que superó los 100 mm, que fue 1993”, dice.

Difícil de predecir

Hacer un pronóstico con tres meses de anticipación es complejo y la probabilidad de equivocarse es alta, sobre todo, cuando se les pide a los meteorólogos una respuesta definitiva, porque no la hay. Lo que tienen es un rango, que puede ser amplio para quien quiere saber si debe salir con paraguas o no.

Esa incertidumbre está dada tanto por la atmósfera como por los modelos utilizados para pronosticar el clima.“La atmósfera como sistema físico no es lineal, por lo tanto es caótico. Si partes de dos estados casi iguales puedes terminar en resultados muy distintos”, indica Rondanelli. De ahí que no pueda proyectarse más allá de una semana ó 10 días.

Pero además los modelos necesitan muchas variables para ser más precisos y simular el tipo de nube o de hidrometeoro que tiene (lluvia, nieve, granizo), y no está todo ese conocimiento ni los computadores para hacerlo.

Raúl Valenzuela, estudiante de doctorado en la U. de Colorado e investigador asistente de la NOAA, dice que, dada la complejidad de la atmósfera, para bajar la incertidumbre en las proyecciones -sobre todo para un país con una variedad tan amplia de climas- es necesario que Chile cuente con un plan de observación de la atmósfera o una red de instrumentos operacionales dedicados todo el año a observar. En Chile hay muy pocos radiosondeos, y no hay radares, que permiten saber en tiempo real dónde está lloviendo.“Las precipitaciones varían de un punto a otro dentro de un kilómetro y lo que hacen los instrumentos es añadir información a los modelos para que tiendan a ser más robustos”, indica Valenzuela.

Cristóbal Torres, meteorólogo de la DMC, reconoce que tienen pocos instrumentos, “pero los que tenemos, en este caso, funcionaron”. Les falta un radar, pero no tienen recursos para tenerlo, dice, y por la geografía, no funcionaría tan bien.

Rondanelli indica que tener un radar meteorológico en Chile sería beneficioso, pues entre sus aplicaciones, podrían incluso ayudar a tener un modelo hidrológico que permita pronosticar caudal.

“¿Por qué no hay radar? La DMC es un organismo que depende de la Fuerza Aérea y su misión es aeronáutica. No fue así al principio cuando partió como el Servicio Meteorológico Nacional, en la Facultad de Ciencias de la U. de Chile. Hoy sus tareas no aeronáuticas no son las principales, y no tiene ni el presupuesto, ni gente ni atención para realizarlas”, dice.

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