El drama de sobrevivir al ébola

Resistir el virus es apenas el inicio del calvario de un contagiado con ébola. Los síntomas emocionales tardan años en desaparecer.




Zayzay Mulbah solo atinó a llorar. "Lloré muchísimo", reconoció. Hace un mes y medio, Mulbah fue diagnosticado con ébola. "Antes de enfermar, junto a mis amigos salíamos a divertirnos, tomábamos cerveza negra y decíamos, en broma, que era la medicina contra el ébola. No fue mucho después cuando empecé a sentirme mal", dice en la web de Médicos Sin Fronteras (MSF).

Precisamente Mulbah es parte del equipo de apoyo psicosocial de MSF en el Centro de Tratamiento de Ébola de la organización en Monrovia, capital de Liberia, donde reside. Mulbah tiene una capacidad que comparte con todos los sobrevivientes de la enfermedad: inmunidad. Puede atender contagiados, sin traje especial. Tampoco puede contagiar. Pero pocos lo saben. Y por eso la mayoría de los que superan la enfermedad cargan con el estigma de un ex portador del virus, y en esa condición, su calvario recién comienza.

Marie Boongo, de República Democrática del Congo, es otra sobreviviente. Tras 30 días enferma, se curó en septiembre en el centro de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Lokolia, a 800 km de Kinshasa. La epidemia le arrebató a ocho de sus nueve hijos, dos nietos y una hermana. Solo le quedó un hijo y su marido. "No volví a ver a ninguno de los miembros de mi familia que me trajeron al hospital, murieron sin que lo supiera", dijo a AFP.

Boongo es una de los 12 supervivientes del ébola que ha causado 43 muertos en una región del noroeste del Congo. Una vez curada volvió a su pueblo de Ituku, pero se tuvo que ir. No soportó no ver a sus hijos, ni resistió el rechazo de sus vecinos, estigmatización con la que debe lidiar el psicólogo del Ministerio de Sanidad Olea Balayi. El funcionario acompañó a Boongo a su aldea. "Para demostrar que no constituía peligro, la saludamos delante de todos", explicó el psicólogo.

Balayi dice que las siete epidemias de ébola que se han registrado en el país desde 1976 han generado muchos casos de depresión entre personas curadas.

El jueves, unos 35 sobrevivientes se reunieron en Kenema, en Sierra Leona -uno de los epicentros del brote-, en un encuentro organizado por el gobierno, Unicef y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, sus siglas en inglés).

Andrew Brooks, un alto funcionario de la Unicef, dijo que el desarrollo de una red que integre a quienes sobreviven al virus, sería una forma más efectiva de afrontar el brote. "La gente que ha sobrevivido da esperanzas a otros enfermos", afirmó Alhaji Moijue Kaikai, ministro de Bienestar Social de la nación africana, presente en la reunión.

Pese a los esfuerzos, Boongo regresó a Lokolia y está siendo muy útil en el centro en el que fue tratada, donde se ocupa de niños enfermos y desde hace unos días acompaña a un niño de corta edad que ha sido aislado por miedo a que haya contraído el virus.

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