El arte brilla en Bogotá

Hace diez años la capital colombiana estaba entre las ciudades más peligrosas de la región, pero hoy figura como nuevo polo cultural con masivos eventos de arte, teatro y música.




Los domingos en La Candelaria, el barrio histórico de Bogotá, las familias y los turistas suelen pasearse por la Plaza de Bolívar, el cerro Monserrate y el Museo del Oro, comiendo las obleas con arequipe que los vendedores ambulantes les ofrecen. Son las atracciones turísticas por excelencia. Sin embargo, el primer domingo de octubre fue diferente. Ese día, gran parte del contingente de los turistas estaba repartido entre Corferias, la sede de ARTBO, la Feria Internacional de Arte de Bogotá, y los otros eventos culturales paralelos, más pequeños pero igual de exitosos: Barcú, la Feria del Millón, Odeón y Artchicó.

Hasta 2008, Bogotá figuraba en los ranking mundiales como una de las ciudades  más peligrosas de Latinoamérica, lo que alejaba a los turistas. Sin embargo, en los últimos siete años la cosa ha cambiado y la capital colombiana se ha rearmado como el nuevo polo cultural de la región. Uno de los fenómenos ha sido ARTBO.

Fue creada en 2005 por la Cámara de Comercio de Bogotá (CCB), organismo que ha visto  en el sector artístico un nuevo motor para el desarrollo de la economía y el turismo. No se equivocó. “El fortalecimiento del mercado del arte en estos 10 años no sólo se mide en términos de la solidez de la feria, sino en la manera cómo los ojos internacionales giran hacia Colombia. Para nosotros, la industria cultural en general, es un sector que aporta y genera no solo identidad sino desarrollo económico para el país”, señala Mónica de Greiff, presidenta de la CCB.

Este año ARTBO reunió a 84 galerías de arte de 33 países y atrajo a más de 35 mil personas, destronando a la Feria de Sao Paulo como centro neurálgico del arte. “Años atrás el público internacional no habría venido a Colombia, por la reputación bien ganada que tenía. Ahora que eso ha cambiado, la gente de afuera se encuentra con un mercado potente e interesante y en eso ha sido crucial ARTBO como plataforma de visibilidad, lo que repercute incluso en el mercado de arte más incipiente”, dice el colombiano José Roca,  curador de arte latinoamericano para la Tate Gallery de Londres y que este año se hizo cargo del Foro de conversaciones de la feria. “ARTBO creció  en calidad, se ha puesto cada vez más exigente y tanto  los artistas como el público lo agradecen”.

Pero la feria no ha sido el único evento que ha ayudado a imprimirle a Bogotá el sello de capital cultural. Uno de los más antiguos y consistentes es el Festival de Teatro Iberoamericano de Bogotá, que se realiza cada dos años desde 1988, y es el más grande del mundo con cerca de 300 compañías colombianas y extranjeras, y más de 800 funciones. Está también el Bogotá Film Festival, que nació en 1984, el festival Rock al Parque, desde 1995, y en 2013 nació el Festival Internacional de Música de Bogotá, más conocido como Bogotá es Mozart, que este año tuvo una versión en Chile y en México.

“En los últimos diez años hemos asistido a la dinamización cultural de Bogotá. Han aparecido nuevos escenarios: el año pasado reabrió el Teatro Colón y cada vez se habilitan nuevos espacios dedicados a las artes clásicas”, dice Sandra Meluk, directora de programación del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, institución que organiza el Bogotá es Mozart. “Nos interesa mucho seguir trabajando con otros países de la región. En 2017 vamos a estrenar nuestra primera ópera latinoamericana, donde el Teatro Municipal de Santiago también participa, y se repetirá el Bogotá es Mozart con la Rusia romántica como tema central”, agrega.

La clave del crecimiento de la industria cultural ha sido el trabajo equilibrado entre calidad de los eventos artísticos y el énfasis que se ha puesto en el mercado internacional. Aquí entra de nuevo la Cámara de Comercio, que además de ARTBO realiza desde hace cuatro años el Bogotá Audiovisual Market (BAM, en marzo) y el Bogotá Music Market (BOmm, en septiembre): plataformas específicas para formar alianzas de negocios entre productores, distribuidores y programadores de festivales locales y extranjeros.

Los alcances también se ven en las cifras. “Este año, los músicos en el BOmm nos reportaron expectativas de negocios de US$ 2,76 millones, un aumento del 18% frente a 2014, y un aumento del 585% frente al primer BOmm, de 2012”, cuenta la presidenta de la Cámara de Comercio.

En cuanto a resultados más globales, las cifras también impresionan. Según la CCB, el cine, el arte y el entretenimiento le aportan más a la economía del país que el café, representando entre el 1,5% y el 1,7% del PIB. Además, Colombia es el segundo exportador de bienes culturales de Sudamérica, tras Brasil, con 10,4% de participación en el mercado regional (Unctad, 2013) y en 2011 Bogotá fue reconocida por la Unesco como “ciudad creativa de la música”. Ahora el país se prepara para un desafío mayor: en 2016 será sede del MICSur, el Mercado de Industrias Culturales del Sur, donde también participará Chile. “Uno de nuestros retos es superar el falso imaginario colectivo que existe entre el desarrollo cultural y económico. Nuestra responsabilidad está en validar la dimensión comercial de la cultura. No buscamos industrializar las artes, sino ponerle creatividad a la industria”, resume Mónica de Greiff.

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