Director chileno vuelve con obra de Radrigán

Tras cuatro décadas radicado en Alemania, Alejandro Quintana estrenará su primer montaje en Chile: El príncipe desolado.




Fue el día más largo de su vida. La mañana del 11 de septiembre de 1973, Alejandro Quintana, un sanmiguelino de 22 años, estudiante de Teatro de la Universidad de Chile y militante del Partido Comunista, alcanzó a dar algunos pasos por Gran Avenida hacia el centro, cuando su madre salió a buscarlo. "No puedes ir a clases hoy", le dijo. A esa misma hora, las Fuerzas Armadas abrían fuego en La Moneda. Su vida corría peligro.

En diciembre, cuando su nombre resonó entre los jóvenes opositores al régimen, fue trasladado a la embajada de Finlandia, junto a más de 80 simpatizantes de izquierda, incluidos el ministro de Salud de Allende, Juan Carlos Concha, y el diputado socialista Osvaldo Andrade. "Nunca conocí tanto Chile como en esos meses", recuerda, "había hombres y mujeres de todos los rincones del país".

La casona de Alcántara fue su hogar por seis meses. El 15 de mayo de 1974 y por decreto de Amnistía Internacional, Quintana logró subir a un avión y partir a Alemania.

El encuentro para esta entrevista ocurre 41 años después, en un café del barrio Lastarria. A su alrededor, nadie sospecha que ese hombre de 63 años es uno de los directores chilenos más respetados en Europa. Lo avala su prontuario escénico: tras recibirse como actor y director, llegó a ser el primer latinoamericano en dirigir el Berliner Emsemble -fundado en 1949 por el autor de Terror y miseria del Tercer Reich, Bertolt Brecht- entre 1983 y 1993. Tampoco que entre los libros que hojea nervioso está El príncipe desolado, la obra de Juan Radrigán que lo traerá a dirigir por primera vez a Chile tras rehacer su vida en Rostock, una de las ciudades más devastadas de la RDA, durante la Segunda Guerra Mundial.

A Radrigán lo conoció años antes, en Alemania, donde dirige el emblemático Volksteather. "Junto a García Lorca, Juan es uno de mis autores de cabecera", afirma. Además, agrega, "las coincidencias son macabras": La obra de 1998 narra la expulsión de Luzbel y Lilith del Edén, y fue premiada en la IV Muestra de Dramaturgia Nacional. Algunos extractos fueron presentados en el Anfiteatro del Museo Bellas Artes, a cargo de Rodrigo Pérez, pero el montaje nunca debutó. "Se cree que atenta contra la Iglesia, pero no. Es un instrumento para develar el poder de la sociedad neoliberal", explica, "y su lenguaje se diferencia de la obra que conocemos de él. Sus palabras son más agudas y críticas".

Quintana decidió que el montaje -que debutará en enero, en Matucana 100, financiado por un Fondart de Excelencia- ocurrirá en el Santiago actual. La idea surgió en su último viaje a Chile, hace algunos años, cuando regresó a un país ajeno y lleno de recuerdos nubosos de su juventud.

"En Alemania me estaba yendo muy bien, pero estaba pendiente lograrlo aquí", afirma. Y repiensa: "En la obra, Luzbel vuelve al Paraíso a salvar a Lilith, quien está agonizando. Lo hace por un amor inexplicable, quizá la misma razón por la que varios quisimos volver, pero mi regreso tardó cuatro décadas en concretarse".

Los ensayos comenzarán en octubre, y adelanta que Francisco Melo interpretará a Luzbel y Daniela Lhorente a Lilith. El resto del elenco lo integran Daniel Alcaíno, Silvia Marín y Andrés Céspedes, entre otros. Antes de volver a Alemania, aclara: "Según Radrigán, Dios nunca aparece en escena, pues quien da vida y tensión al texto es Luzbel, el ser que encarna y recuerda el episodio más oscuro de la historia de este país".

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