Columna de Ascanio Cavallo: El día de la pataleta

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Lo único sorprendente de los incidentes recientes en el Frente Amplio es que alguien se sorprenda. ¿No es esto lo que pasa en todas las inscripciones parlamentarias? ¿Es novedosa la disputa por un cupo en una lista de candidatos? Es verdad que el lenguaje de algunas personas –no de los directamente involucrados- ha sido un tanto excesivo, ¿pero no es a esas modalidades rabiosas, viscerales, pataleteras, a las que mejor se adecua el estadio actual de las llamadas redes sociales?

El origen del incidente son unas grabaciones -¿por qué se graban, por qué necesitan registrar una conversación privada y, además, irrelevante?- en las cuales el exprecandidato presidencial y ahora aspirante a diputado Alberto Mayol maltrataría verbalmente a otra candidata al Congreso. Nadie insultaría a Mayol tratándolo de moderado y las cosas que ha dicho de figuras relevantes de la política chilena, en su cara o en ausencia, no calificarían de gentilezas ni en un mundo al revés. En relación con ese estándar, lo que se oye en esas grabaciones no se parece ni vagamente a un maltrato.

Pero la verdad es que no se parece a un maltrato en relación con ningún estándar. La queja de la supuesta maltratada tiene el aire de un berrinche, el enojo de alguien que no entiende bien en qué se está metiendo. O de alguien que realmente cree que la fantasía adolescente de la "nueva política" es algo distinto de la política a secas, es decir, ejercicio de poder.

El caso es que en la conversación tan dramáticamente denunciada Mayol trataba de obtener un espacio para competir en el mismo distrito donde compite Giorgio Jackson, que no sólo es el líder de Revolución Democrática, sino una de las figuras principales del Frente Amplio. La exclusión de Mayol de la lista parlamentaria de ese distrito –y en algún momento, de todos- fue leída como una decisión dirigida a evitar la competencia contra Jackson. No terminará este diputado de sufrir por aquella elección –la única que ha tenido- donde la Nueva Mayoría se omitió para que pudiese ser elegido, y por supuesto que será inútil su alegato de que salió con votos propios. La figura de "niño protegido" ya se instaló y será utilizada por quienquiera sea su adversario. Allí sí que ha habido maltrato.

Jackson se queja de que ha tenido poco que ver en el caso Mayol. Mmmmm. Pero, bueno, quizás en verdad no le importa que sea candidato en su mismo distrito. Quizás está seguro de superarlo. Quizás no le teme. Pero, con su desafío, Mayol completa el circuito que inició compitiendo en las primarias (que la dirigencia del Frente Amplio no deseaba): meterse entre el binomio Jackson-Gabriel Boric, quebrar su "duopolio" y estrechar el firmamento del Frente Amplio. Mayol no acepta dar por sentada la hegemonía de los dos diputados, ni tampoco que sean los únicos con vitrina parlamentaria por los próximos cuatro años.

¿Y la candidata? Con perdón, es lo que menos importa. Fue seleccionada por Boric y Jackson como la mujer de paja para el año fundacional, no para el futuro. Si no se ha enterado, si no se lo han dicho, si nadie lo admite, es justamente porque se trata de política y no del juego de la oca. La subordinación de la candidata a sus dos padrinos no ofrece ningún indicio de que vaya a tener un peso relevante en el futuro del Frente Amplio. Mayol sí: su conducta apunta a obtener cosas que Beatriz Sánchez no ha llegado a soñar.

La candidata halla una extraña salida a la extraña posición en que la deja el debate entre Mayol y uno de sus mentores: aprueba sin ambages la exclusión de Mayol, pero luego retrocede y exige arreglar el problema. Y, además, se entiende, hacerlo sin personalismo, una palabra que usa con frecuencia como acusación contra la derecha. ¡Pero si de eso se trata! Sin personalismo no hay Frente Amplio, porque el carisma es el pegamento en la naturaleza movimientista de la coalición. Sin líderes que puedan representar y proteger al colectivo, el movimiento deja de existir, se disgrega y se fulmina; las fuerzas centrífugas que operan en todo grupo humano quedan sin contención: la gente se va.

En el mundo frenteamplista, tan proclive al eufemismo como todos los otros mundos de la política, se denuncia el "personalismo" como un pecado, pero se suele exaltar el "liderazgo" como una virtud. Son dos atributos diferentes, desde luego, pero hablando de dirigentes políticos, la diferencia es tan mínima, que cuando alguien se proclama "gran líder" es casi seguro que se trata de un dictador. Hay que atribuir a las imperfecciones del ser humano la imposibilidad de ser uno y muchos al mismo tiempo.

Esta es una mejor perspectiva para ver el alcance del debate entre Mayol y Jackson. El retador cree tener un carisma más fuerte y más nítido que el incumbente, o a lo menos igual. Todavía no es necesario pronunciarse sobre tal afirmación. Pero por mucho menos que eso, el líder de Podemos (el espejo español del Frente Amplio), Pablo Iglesias, fulminó y mandó al escaño trasero a su proverbial mano derecha, Iñigo Errejón.

El desafío de Mayol puede ser desilusionante para quienes han creído que desde la ideología estudiantil se podría refundar la política chilena, pero en verdad inaugura la existencia del Frente Amplio como una fuerza política y no como la simple entelequia de un grupo de partidos con nombres excéntricos.

Tampoco se trata de que esta inauguración asegure una larga y buena vida, porque para eso hay que esperar las elecciones de noviembre. ¿Lo afectará esta discusión en ese torneo? Es improbable: después de todo, se trata de una discusión marginal, la disputa de un cupo electoral, que sólo puede ser amplificada con la lupa distorsionada de la moralina. El Frente Amplio no será más ni menos que lo que los electores quieran que sea.

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