Crítica de libros: El debut de un genio

Desde su novela inaugural, traducida ahora por primera vez al castellano, J.M. Coetzee viene demostrando que es un escritor de excepción.




Publicada en inglés hace 35 años y recién traducida al castellano, la primera novela de J.M. Coetzee augura algunos de las rasgos literarios que el autor sudafricano desarrollaría, con inigualable pericia, en su potentísima narrativa posterior. Como ejemplos se pueden mencionar la densidad argumental, la originalidad de la prosa o la inquietante efectividad de los discursos desplegados, pero entre éstas y otras cualidades del estilo apreciables en Tierras de poniente, es la brutalidad que enfrentan sus personajes la que merece más atención.

Tierras de poniente consta de dos relatos que tienen en común la aparición de un personaje apellidado Coetzee. En el primero, titulado El proyecto Vietnam, el protagonista se desempeña como mitógrafo del Instituto Kennedy, un centro de estudios ubicado en California. Corre el año 1973 y a Eugene Dawn se le ha encargado escribir un ensayo que sugiera mejoras en el contenido de la propaganda bélica. Pero Dawn tiene un jefe terco, un tal Coetzee, alguien que en su momento, "se hizo un nombre en el campo de la teoría de los juegos".

Ciertos problemas familiares, sumados a la desconfianza que siente de parte de su superior en el instituto, conducen a Dawn al trastorno mental: sin mediar explicación, el tipo secuestra a su hijo pequeño y se instala en un motel de carretera. Para cuando llega la policía, el hombre ya está lo suficientemente desquiciado como para intentar asesinar al niño antes de entregarse.
Narrado en primera persona, El proyecto Vietnam viene a ser el testimonio de un demente que, a diferencia de miles de hombres, no perdió la cordura tras experimentar horrores inenarrables en el campo de batalla, pero la guerra sí tuvo que ver en ello: Eugene Dawn escribe desde un manicomio, pese a que su estilo sólo pueda calificarse de agudo e inteligente.

El segundo relato se titula La narración de Jacobus Coetzee, y trata de un ancestro del autor que a mediados del siglo XVIII se adentró en las salvajes tierras de Sudáfrica. A punta de brutalidad y de una incontrarrestable fe en sí mismo, Coetzee, descendiente de burgueses holandeses, se hizo un nombre como explorador. Consta también en los archivos coloniales que el hombre fue el primer blanco en describir a la jirafa y que descubrió el río Orange.
Bañado en sangre y adornado con tintes de crueldad pura, el excepcional testimonio de Jacobus Coetzee también ofrece interesantísimos apuntes botánicos, etnológicos y antropológicos, referidos a los hotentotes y a los bosquimanos, así como también a los granjeros que conquistaron para el hombre blanco el extremo austral de África.

"Yo me muevo por la naturaleza salvaje con mi arma de fuego echada al hombro en el margen de mi mirada y mato elefantes, hipopótamos, rinocerontes, búfalos, leones, leopardos, perros, jirafas, antílopes y ciervos de todas las clases, aves de caza de todas las clases, liebres y serpientes. Detrás de mí voy dejando una montaña de piel, huesos, cartílago no comestible y excremento. Todo esto es la pirámide que voy dispersando en honor a la vida".
Tierras de poniente es un libro que despliega muchos de los atributos que, con el correr del tiempo, convertirían a J.M. Coetzee no tan sólo en el único Premio Nobel absolutamente indiscutible de la última década, sino también en el escritor más inteligente de la actualidad.

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