El volcán Villarrica es el más activo de Chile, y también el más peligroso. Sin embargo, está lejos de ser el que tiene erupciones más explosivas, de esas que generan grandes flujos piroclásticos (grandes nubes calientes que caen como avalanchas a más de 200 km por hora, llenas de gases tóxicos y rocas a muy alta temperatura) y arrasan todo a su alrededor en un radio de más de 10 kilómetros. Eso queda para otros monstruos como el Láscar, el Cordón Caulle, y el Chaitén, sólo por por nombrar algunos. Entonces, ¿por qué es tan peligroso el Villarrica? los conceptos clave aquí son dos: mala planificación territorial en cuanto al riesgo volcánico; y los lahares, o flujos de sedimento y agua que se movilizan desde las laderas de los volcanes.

Las erupciones de los últimos años del Villarrica han estado marcadas por eventos más efusivos que explosivos. Esto significa que la mayoría de las erupciones ha estado acompañada de ríos de lava, que avanzan lentamente montaña abajo. Estas erupciones también han tenido como característica principal el lanzamiento de material incandescente a grandes alturas, llegando en los casos más violentos a unos 600 metros de altura por sobre el nivel del cráter, como en el caso de la erupción de 1971. El problema de este tipo de actividad es que derrite fácilmente la nieve y el hielo que cubren las laderas del volcán, lo que lleva a que se generen grandes flujos de agua volcán abajo, que arrastran rocas y todo material que encuentren a su paso. Este tipo de aluvión volcánico es conocido como lahar, y en el caso del Villarrica los caminos por los cuales bajan son conocidos: cubren todo Coñaripe, un espacio importante de Licán Ray, y zonas muy importantes de Pucón, en particular el aeródromo, vital en caso de emergencias. Cualquier toma aérea del volcán muestra brazos grises, que corresponden al paso de estos lahares que, además, no han sido particularmente pequeños en el pasado. Sin ir más lejos, el pueblo de Coñaripe fue arrasado por uno de ellos en la erupción de 1964, lo que habla del enorme poder destructivo que tienen. Sin embargo, el volcán no ha registrado una erupción violenta desde 1971. El pulso del 2015 sólo generó un pequeño lahar, que no afectó mayormente a la población local, que supo permanecer tranquila.

Entonces, ¿se está calmando el Villarrica, tenemos que despreocuparnos y seguir construyendo en los hermosos páramos de la zona? La respuesta es un resonante "¡no!". El problema más grande de no haber visto una erupción violenta del volcán desde 1971 es que hemos olvidado su poder. Hay generaciones completas que han nacido sin ver una erupción importante del Villarrica, y los intereses económicos han prevalecido por sobre el consejo científico. Hoy existe una cantidad importante de construcciones en el paso de (no tan) antiguos lahares, y muchas de ellas son cruciales en el funcionamiento de la sociedad local. Y si bien la autoridad local reconoce que esto ocurre, ella misma indica que hoy por hoy sólo pueden decirle a alguien que existe un riesgo de construir en la zona elegida. Luego ese alguien firma un formulario indicando que está informado al respecto. ¿Cómo pretendemos hacerle entender a alguien que no conoce al volcán que significa el construir en una llamada "zona roja"? Videos de pasos de lahares del Villarrica hay muy pocos, de modo que no es fácil generar una conciencia visual acerca de ellos. Además, la zona es linda y muy turı́stica. Ello ha llevado a un reciente boom constructor en la zona, que ha terminado con la edificación de nuevos condominios y edificios de departamentos en el paso de los lahares. ¿Qué están pensando? ¿Que no va a pasar nada? ¿Creen el volcán va a seguir "fumando" y con alguna erupción menor durante los próximos años?

Tengan la certeza de que cuando el Villarrica vuelva a tener un ciclo eruptivo violento, el daño que producirá será enorme, tanto social como económicamente. Muchos perderán sus hogares y sus sustentos de vida. Y si bien no podemos predecir cuando el volcán tendrá este tipo de erupción, lo conocemos lo suficiente como para poder asegurar que lo tendrá. Debemos aprender a convivir con nuestros volcanes, y esto implica ser capaces de transmitirle a todos nuestros habitantes una visión real acerca de los riesgos de establecerse cerca de uno de ellos. Y aunque es cierto que la tradición histórica de Chile ya nos ha enseñado algo al respecto, aún nos falta mucho para poder dejar de ser un país reactivo y resiliente, para pasar a ser un país que previene emergencias y se prepara adecuadamente, con la ayuda de todos los miembros de la sociedad. Los desastres no son naturales, pero investigándolos más podemos tanto entender la naturaleza de ellos como ayudar a hacernos cargo de la parte humana.

 Cristian Farías Vega es doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, y además profesor asistente en la Universidad Católica de Temuco. Semanalmente estará colaborando con La Tercera aportando contenidos relacionados a su área de especialización, de gran importancia en el país dada su condición sísmica.