Las erupciones volcánicas tienen mala fama. Es cosa de hacer una encuesta (sobre todo a quienes viven lejos de zonas volcánicas) para darse cuenta que el miedo es de algo cercano al apocalipsis. Sin embargo, el rango de tamaños de erupción es muy, muy variable: desde eventos que duran años y que lanzan tal cantidad de material particulado a la atmósfera que pueden alterar el clima global, a eventos que muy pocos se dan cuenta de que existen. Es algo parecido a lo que ocurre con los terremotos, y tal como con ellos, existe una escala logarítmica que mide la característica que más nos importa al momento de ver cuan grande es una erupcion: la explosividad. En esta columna trataré de dar una respuesta a una pregunta importante cuando el volcán está haciendo erupción : ¿cuán grande es la erupción y cuál será el área afectada por ella? Además, les contaré detalles de erupciones chilenas que nos ayudarán a todos a tener una mejor idea de lo que realmente puede ocurrir cuando el magma alcanza la superficie.

Desde 1900 hasta ahora, más de 30 volcanes han tenido algún tipo de manifestación eruptiva en Chile. En total, el número de estos eventos (que pueden durar desde algunas horas hasta varios años) es 214. El gráfico que sigue muestra la cantidad de volcanes en Chile que tuvieron algún tipo de erupción durante un año, en el tiempo. Si bien no se ve algo muy uniforme, podemos concluir lo obvio, que es que casi todos los años hay algún volcán chileno entrando en erupción. Sólo eso nos muestra que las erupciones no tienen nada de especial ni apocalíptico: ¡siempre ocurren! Sin embargo, ha habido años donde muchos volcanes han entrado en erupción, en particular en 1906, 1907 ,1932, 1959, 1960, 1961, y 1994. Eso no significa que todos las erupciones estén conectadas. Algo interesante que también se puede ver es como la cantidad de erupciones aumenta en los años que siguen a algunos megaterremotos de magnitud mayor a 8 (marcados con líneas rojas), lo que nos habla de que nuestros volcanes son en efecto sensibles a perturbaciones externas.

Sin embargo, lo que realmente nos importa es qué tan grande (y potencialmente destructiva) puede ser una erupción. Allí hay que recurrir al Índice de Explosividad Volcánica (IEV), que mide el volumen de tefra de material que se lanza a la atmósfera durante una erupción volcánica. Mientras mayor sea la cantidad de tefra ("ceniza" volcánica), mayor es la explosividad de la erupción, y por ende su alcance. Este índice va desde 0 a 9 en los casos más violentos que jamás hemos visto como humanidad. Una erupción con índice cero es de esas que muchas personas no se dan cuenta de que están ocurriendo, como los leves aumentos en actividad del Villarrica entre el 2012 y el 2014. A partir de un índice IEV 1 la escala es logarítmica en base de 10, lo que significa que una erupción con IEV 2 lanza 10 veces más material que una con IEV 1. Algo parecido a lo que ocurre con los terremotos. Una erupción con IEV 3 es considerada violenta, y si es que genera lahares, puede llegar a ser muy destructiva (es cosa de ver la tragedia de Armero en Colombia, 1985). Desde 1900, en Chile hemos tenido 7 erupciones con IEV mayor o igual a 4, que es considerado cataclísmico, con columnas de tefra que se elevan a decenas de kilómetros por sobre el nivel del cráter. Estas son las erupciones que tienen un impacto importante, tanto así que las columnas de tefra llegan a otros países, e incluso pueden dar la vuelta al mundo. Veamos de nuevo el primer gráfico, solo que está vez la segunda parte, donde les muestro es la cantidad estimada de material lanzada por erupciones por año. ¿Qué podemos ver? Ciertamente las cosas cambian: los años con mayor explosividad volcánica calzan con los de las erupciones más grandes, que si bien han sido bastantes en nuestro país, no son tantas como muchas veces creemos.

Si bien hemos tenido 7 enormes erupciones, y muchas más bastante violentas,¿saben cual ha sido la más mortífera de estas grandes erupciones? La del Hudson, en 1991, con apenas 5 muertos. Eso habla muy bien de nuestra capacidad de reacción frente a eventos de gran impacto, pero sin embargo también sabemos que la preparación frente a ellos es un problema: vivir con el volcán como vecino aún es un inconveniente en Chile, y erupciones no tan grandes pueden tener un impacto importante en la vida de las personas. Como ejemplo de esto basta ver la erupción del volcán Navidad en 1988, en la IX Región, que lanzó tanto flúor a la superficie que muchos animales murieron cuando lo consumieron desde el pasto. Y esto naturalmente tuvo un impacto importante en la vida de los ganaderos de la zona, que vieron cómo su sustento de vida se desvanecía.

Por lo tanto es particularmente importante entender que si bien hay erupciones con un impacto local, en todas siempre hay zonas a las que no nos podemos acercar. Cuando un volcán entra en erupción, las oficinas de emergencia deben decretar una prohibición de acercamiento al cráter y a un perímetro en torno a él. La idea de esto es evitar que algo le pase a alguien, y en estos casos siempre se busca ser lo más cuidadoso posible. El tamaño de este perímetro usualmente va desde unos 500 metros en torno al cráter cuando se tiene una actividad menor, a ya unos 20 kilómetros en torno al volcán para erupciones como la del Chaitén en 2008, o la del Calbuco, en 2015, lo que conlleva evacuaciones masivas, ¡con justa razón!. Para poder determinar estos radios, los profesionales se rigen por experiencias pasadas en el mundo sobre cada tipo de erupción, de modo que si se puede estimar el tamaño de una rápidamente, también se puede estimar el radio de prohibición de acercamiento.

El año 2015, en la última gran erupcíón que se ha registrado en suelo nacional, el volcán Calbuco fue el protagonista de un evento con IEV 4, que es muy grande. A los pies del volcán se encuentra el pueblo de Ensenada, que quedó totalmente cubierto de tefra después de la erupción. Muchas personas vieron cómo su vida cambió rápidamente, y les tomó años volver a un ritmo que pudiera ser considerado "normal". Como sociedad debemos tomar conciencia que estos eventos, cuando ocurren, son enormes. Pero al mismo tiempo no debemos sobre alarmarnos cuando ocurre una erupción, por el sólo hecho de que ocurrió. Pregúntense a ustedes mismos, ¿sabían que hemos tenido más de 10 erupciones volcánicas en lo últimos 10 años?. Suena a obviedad decir que las erupciones ocurrieron, ocurren, y seguirán ocurriendo. Pero es cierto. Esto, ya que nacen de la necesidad que tiene el planeta de liberar su presión interna. Por lo mismo, debemos aprender a no tenerles un miedo irracional, lo que por supuesto es más fácil decirlo que hacerlo. La verdad es que no es algo sencillo el perder los miedos, y mucho menos sobre fenómenos frente a los cuales no hay control sobre cuando ocurrirán. Por lo mismo, nos viene bien hablar de hechos y de verdades que surgen de diversos estudios rigurosos y sistemáticos, para que así podamos sentir cuáles son nuestros límites. Y en Chile tenemos una muy buena Red de Vigilancia Volcánica. Debemos confiar en el otro y en las instituciones, porque allí está el poder que nos permitirá amortiguar el impacto que una erupción volcánica puede tener en nuestras vidas.

Cristian Farías Vega es doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, y además profesor asistente en la Universidad Católica de Temuco. Semanalmente estará colaborando con La Tercera aportando contenidos relacionados a su área de especialización, de gran importancia en el país dada su condición sísmica.