Columna de opinión: Programas de TV, la emoción es el formato

La experiencia demuestra que la utilización de formatos es un reto al talento de guionistas, directores y ejecutivos de televisión.




Es fácil atacar el uso de formatos en televisión. Para algunos son un síntoma de falta de creatividad y ausencia de materia gris en los canales tradicionales.

Para otros, es una receta de fácil aplicación y una solución efectiva  ante la improvisación o los forados en las parrillas programáticas.

En las áreas de finanzas de la industria televisiva muchas veces los formatos son defendidos con pasión, porque bajan los costos y ayudan a cubrir los déficit operacionales que genera una mala administración o una deficiente gestión de ventas.

La experiencia demuestra que, por sobre todo, la utilización de formatos es un reto al talento de guionistas, directores y ejecutivos de televisión. Tan rápido como te llevan al éxito pueden conducirte  a un rotundo fracaso.

Y la diferencia no la hace un simple ejercicio matemático de seguir al pie de la letra la "biblia" o el manual del fabricante.

Ya en los años 60 y 70 Mario Kreutzberger demostró con maestría que cuando se aplica la intuición y se sabe hacer la adaptación cultural a cada país, se obtiene la preferencia del público. Un ejemplo más contemporáneo lo constituye el ajuste que el animador ideó para el exitoso ¿Quién quiere ser millonario?, que se transformó en ¿Quién merece ser millonario?, un programa con claro sello social.

Hoy la venta de formatos es una industria de escala planetaria. Un genio le da el palo al gato en la televisión sueca y un modelo de reality como La Granja se vende en decenas de países en el mundo. También en Chile, donde  la Granja VIP  es hasta el momento el reality  show más visto de la televisión chilena.

Según algunos, porque logró conectar con nuestro pasado agrario o rural sumando incluso audiencias adultas muy díscolas y lejanas al género.

La clave está en que estos formatos, creados a miles de kilómetros de distancia, en realidades culturales muy disímiles, apelan a emociones universales capaces de traspasar cualquier frontera geográfica o barrera cultural.

En todo el mundo son muy similares las cosas que nos hacen reír, llorar, sorprender o enojar. Al fin y al cabo, la emoción es el formato.

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