Claves para entender la escalada de violencia en Libia

Tras la caída del dictador Muammar Gaddafi, las milicias que lucharon para derrocarlo se enfrentan para detentar el poder de un país que no ha logrado instaurar una autoridad sólida.




La evacuación del personas diplomático y ciudadanos de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, España, Egipto, Italia, Grecia, Argelia, entre otros países, grafica la escalada de violencia y la crisis de inseguridad que vive Libia, luego que el derrocamiento del dictador Muammar Gaddafi en 2011, dejara el país sin una autoridad central fuerte, permitiendo que las milicias enfrentadas actúen con total libertad.

MILICIAS POST GADDAFI

Las milicias que durante la Primavera Árabe de 2011 lucharon juntas como parte de las llamadas Brigadas de la Revolución para derrocar a Muammar al Gaddafi -recibiendo la ayuda de EEUU y la Otan-, se enfrentan actualmente para detentar el poder. Éstas se hicieron con numerosos almacenes de armas del dictador y ahora no quieren entregar ese material de guerra. El gobierno intenta sin éxito integrar a estos combatientes en el aparato de seguridad.

Los dos principales frentes combaten a los islamistas y sus rivales. A mediados de mayo, el retirado teniente general Jalifa Haftar inició por su cuenta una guerra contra los extremistas islámicos, que se desarrolla principalmente en el este de Bengasi.

ESCALADA DE VIOLENCIA

La ya deteriorada situación de seguridad se agravó el pasado día 13, cuando las milicias de la ciudad de Misrata, cercana a los Hermanos Musulmanes, a 200 kilómetros al este de Trípoli, lanzaron la operación "Fayer" (Amanecer), destinada a arrebatar el control del aeropuerto internacional de Trípoli a las milicias de Al Sintan, a 170 kilómetros al sureste de la capital. Pero ninguna de las partes en conflicto es lo suficientemente fuerte como para lograr la victoria.

Desde entonces, al menos un centenar de personas han muerto en los combates, en los que se están empleando armamento medio y pesado y que continúan hasta hoy en torno al aeródromo. 

El Gobierno transitorio de

Abdala Al Zani

ha lanzado infructuosamente varias iniciativas para lograr un alto el fuego.

Únicamente el Consejo Local de Trípoli logró arrancar de las partes en conflicto un compromiso de tregua de 24 horas para facilitar las labores de extinción de un gran incendio desatado en un almacén de combustible cercano al aeropuerto y que podría causar una catástrofe.

El pasado 18 de julio, Libia advirtió al Consejo de Seguridad de la ONU que el país podría convertirse en un "estado fallido", si no recibía mayor ayuda para entrenar a las fuerzas de seguridad, según informó la BBC.

INSTITUCIONES SIN AUTORIDAD

La caída de Libia en el caos y el desgobierno ha sido progresiva desde las elecciones parlamentarias del 7 julio de 2012, fruto de las diferencias políticas, étnicas y territoriales existentes tanto dentro como fuera del Parlamento. 

Estos desencuentros, que afectaron también a las relaciones entre los distintos ejecutivos y el Parlamento, provocaron el bloqueo de la transición democrática y la paralización de la reconstrucción de las instituciones del país. 

Las autoridades han reconocido en numerosas ocasiones su incapacidad de controlar la proliferación de armas, de crear un Ejército y una Policía eficientes o de integrar a las milicias surgidas en el levantamiento de 2011 en los aparatos de seguridad.

En este contexto, al que hay que añadir un muy débil sistema judicial,

las milicias han impuesto en muchas ocasiones sus intereses a los diputados mediante la intimidación de las armas y han desoído las decisiones ejecutivas, como la que determina su salida de los cascos urbanos.

Luego que las milicias federalistas del este del país se hicieron con los principales puertos petroleros, desatando una crisis que desembocó en la destitución, el pasado 11 de marzo, del primer ministro Ali Zidán, acusado de ser incapaz de controlar la situación de seguridad.

Un mes antes, el Parlamento había tomado la decisión de prolongar su mandato, que finalizaba el 7 de febrero, lo que desató otra crisis de legitimidad que el país arrastra hasta hoy.

Ante el paroxismo en el que cayeron las instituciones políticas, se anunciaron nuevas elecciones generales, celebradas el 25 de junio, con la esperanza de remontar la deteriorada situación.

El próximo 4 de agosto, en medio de esta caótica situación de descontrol y con las representaciones diplomáticas en desbandada, el nuevo Parlamento tiene previsto celebrar su primera sesión.

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