Chico Buarque cumple 70 años y Brasil alista festejos en medio del fervor mundialero

El autor, uno de los más completos de ese país, conmemorará su aniversario este jueves.




Dos fiestas con distintos protagonistas. Tras la ceremonia de obertura del Mundial de Brasil 2014, el pasado jueves en el Arena Corinthians de Sao Paulo, las críticas arreciaron contra la aparición de Jennifer Lopez, Pitbull y Claudia Leitte interpretando el himno del certamen, We are one (Ole Ola): que hicieron playback, que pasaron casi inadvertidos, que la canción no tuvo el mérito Waka Waka de pegar hasta el hastío y, sobre todo, que ni el tema ni los cantantes encarnan la voluminosa riqueza musical de un país que esta vez optó por no mostrar a uno de los suyos frente al mundo.

"No deja de llamar la atención que el evento haya estado lleno de figuras extranjeras y que no se haya escogido a uno de los tantos embajadores de la música del país anfitrión. El espectáculo sólo estuvo pensado para la TV", criticó el diario As, de España, mientras que el inglés The Guardian se sumó: "Los cantantes principales, que no tienen nada de brasileños, fueron elegidos bajo el típico afán de unidad internacional, propio de eslóganes más cercanos a Benetton. Leitte es la única representante de Brasil, pero es más pop y apenas estuvo un par de segundos".

Casi como una manera de ajustar cuentas, exactos siete días después, Brasil se alista para reverenciar a uno de sus mayores héroes culturales: este jueves 19, el cantautor Chico Buarque cumplirá 70 años, justo el músico que mejor personifica ese patrimonio casi renacentista entre distintas expresiones, destacando su labor de guitarrista, compositor, dramaturgo, novelista, poeta y mentor de piezas para cine, ballet y comedias musicales.

Pero lo que más subraya por estos días la prensa de su tierra natal es su capacidad histórica para unir a los públicos más transversales. Si el fútbol es un punto de fricción que está muy lejos de armonizar voluntades, la figura del artista ha asomado como una suerte de remanso en un clima polarizado: Chico Buarque para todos (1999), como reza su biografía más exitosa. O, más bien, Paratodos (1993), como presenta una de sus mayores travesías discográficas.

"En la simpleza radica su impacto; esa capacidad para retratar escenas de la vida cotidiana aún se mantiene viva", editorializó el diario Folha de Sao Paulo, ante un aniversario que contará con exhibiciones, shows de homenaje y saludos artísticos de algunos de los más importantes créditos brasileños (ver recuadro).

Eso sí, y casi en sincronía con el fervor futbolero, el hombre de Qué será empezó ganando su propio partido a la par del triunfo de Brasil sobre Croacia en la jornada inaugural. Ese mismo día, la universidad estadounidense de Rochester inició el Mundial de la Literatura, donde ponen a competir la obra de distintos escritores según el mismo calendario de la cita deportiva, decisión que queda en manos de los académicos y los estudiantes.

En el primer match ganó la celebrada novela Budapest (2003), de Buarque. Pese al apronte, el mismo Folha publicó que el autor conmemorará su cumpleaños en su residencia en París -donde se fue hace cerca de dos años para culminar su próxima novela- y sólo se trasladará a Brasil en caso de que el 13 de julio dispute la final del campeonato.

Pero su gusto por la cancha no sólo responde a contingencias. Nacido en una familia intelectual de Río de Janeiro, e hijo de Sérgio Buarque de Hollanda (uno de los más importantes historiadores y periodistas de Brasil), Francisco Buarque de Hollanda, su verdadero nombre, siempre se declaró hincha del Fluminense. Luego, en su era universitaria, se declaró estudiante de Arquitectura, fanático de Joao Gilberto, Tom Jobim y el creciente suceso de la bossa nova, impulsando su primera banda, Sambafo.

Fue precisamente esa escasa ortodoxia y formación musical la que lo perfiló como un creador más austero y alejado de las búsquedas estilísticas propias de la vanguardia, modelo adoptado por Caetano Veloso o Egberto Gismonti. El disco Construçao (1971), de su período más crítico contra la dictadura brasileña y quizás uno de los manifiestos artísticos más hermosos de resistencia facturados en Latinoamérica, es su obra mayor. Denuncia y sensibilidad en un solo cancionero. La misma ecuación que hoy lo tiene como el reverso de la locura mundialera.

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