Brigadistas en combate

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Son jóvenes, de sectores rurales y en busca de una oportunidad laboral. Dedican sus veranos a enfrentar el fuego en el bosque y son el corazón de los equipos en terreno de Conaf.




"¿Qué siento cuando voy llegando a un incendio? Me pasan muchas cosas. Uno empieza a pensar en la familia. Nunca se sabe. El viento cambia de dirección cuando menos se lo espera y el fuego nos puede dejar encerrados".

- ¿Te da miedo?

- "En un comienzo sí, pero ya se me fue pasando. Uno siempre tiene que ir con la mente positiva, que el trabajo va a salir bien".

Es el sentir de Gregorio Calbur Pilquiman (24). Y junto con él, en cada brigadista, funcionario y cuadrilla de Conaf, hay una reflexión que se repite con frecuencia: "El combate de incendio es la quinta labor más riesgosa del mundo".

Calbur desde hace cinco años que ocupa sus veranos como efectivo de la Brigada El Roble 2 de la Corporación Nacional Forestal, en la Región Metropolitana. "Es agotador, pero el trabajo es satisfactorio. Uno va salvando el bosque y a las personas", señala el joven proveniente de Tirúa.

Actualmente, hay 1.700 brigadistas de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) en servicio para atender las emergencias por incendios, que cada día son más recurrentes, tanto en sus regiones como en las vecinas. Estos viven durante toda la temporada estival en las bases de brigadas, que suman 140 entre Atacama y Magallanes (ver infografía). La gran mayoría de ellos, jóvenes entre 20 y 25 años, crecieron en comunidades rurales de la zona centro- sur del país y buscan una opción laboral.

"Para estos chicos es una oportunidad para salir de sus casas, conocer otras ciudades, ver paisajes que pocos han visto y hacer cosas que jamás harían, como volar en un helicóptero", cuenta Daniel Muñoz (41), jefe de El Roble 2, quien comenzó a los 18 años como brigadista en Lebu. "Son chicos acostumbrados al trabajo bajo el sol, a usar herramientas y con mucha disposición para el trabajo físico", agrega. Estos son contratados por la temporada estival, con un sueldo que bordea los $ 390 mil mensuales, entre bonos y horas extras.

Si bien el requisito para ingresar a las brigadas es, básicamente, tener salud compatible con el cargo, cada postulante debe superar tres pruebas de selección: una física, otra psicológica y una entrevista personal. "Es fundamental que los brigadistas tengan algunas características en su personalidad, como la disposición de trabajar en grupo, de sociabilizar con su equipo y también la capacidad de cumplir con las órdenes que el jefe les imparte. Por eso en la prueba de selección psicológica, un 7% de los postulantes es rechazado", explica Fernando Maldonado, jefe del Departamento de Desarrollo y ex jefe de Prevención de Incendios.

Luego pasan por un período de entrenamiento de 10 días. "Aprenden las técnicas básicas de combate, a usar herramientas, estudian los manuales y el reglamento de seguridad. También se les enseñan primeros auxilios y acciones básicas como subir correctamente una ladera o regular el uso del agua que tienen disponible", explica el encargado de Operaciones de la Región Metropolitana, Humberto Vega.

De los que logran ingresar, casi la mitad vuelve a ser parte de las brigadas al año siguiente e incluso por varios años más. Las jornadas se extienden en un régimen de 10 días laborales por cuatro de descanso. En períodos de mayor ocurrencia de incendios, su labor se extiende más allá de las nueve horas ordinarias. Si no hay emergencias, realizan trabajos propios de mantención de las bases, limpieza de herramientas y entrenamiento físico.

"El trabajo es extenuante, especialmente cuando los incendios son grandes e incontrolables. Me siento como el papá de estos chicos y siempre mi prioridad es su seguridad. Pero ellos tienen mucha fortaleza y lo demuestran con su iniciativa y dedicación día a día cada vez que deben apagar el fuego", sentencia Muñoz, jefe de El Roble 2.

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