Álvaro Vargas Llosa: "El populismo es una degeneración de la democracia"

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El intelectual peruano dijo a La Tercera que no se ve desde el exterior un riesgo de populismo en Chile en los próximos años.




El escritor y periodista peruano Álvaro Vargas Llosa es un agudo observador de los procesos políticos tanto de América Latina como de Estados Unidos. Visitó Chile para presentar su libro El Estallido del Populismo en el que examina la irrupción de este fenómeno tanto en la región como en otros lugares. En conversación con La Tercera analiza la crisis en Venezuela, el gobierno de Michel Temer en Brasil y el fin del mandato de Michelle Bachelet.

¿Considera que estamos viviendo una crisis de la democracia con la elección de Donald Trump en Estados Unidos o el Brexit en Reino Unido?

Así es, creo que es un fenómeno interesante, mucha gente piensa que el problema del populismo tiene que ver directamente con las dictaduras, es decir, hace una asociación entre populismo y dictadura, en realidad la mayor parte de las veces el populismo ocurre en democracia. Es una degeneración de la democracia. Todos estos casos, que tienen muchas diferencias entre sí, nos indican que la democracia nunca está vacunada contra el riesgo que, desde su interior, surjan corrientes, movimientos de opinión o incluso fuerzas organizadas políticamente que cuestionen muchas de las cosas que nosotros, los que creemos en la democracia, damos por sentada. ¿Cuándo ocurre esto? En momentos de crisis, de inseguridad, de mucho temor, en momentos en que ciertas cosas que distintas generaciones habían dado por hechas, empiezan a modificarse y a cambiar. Por ejemplo, el efecto que ha tenido la globalización en la economía o la inmigración que modifica la comunidad en la que vivimos.

¿Considera que actualmente existe una crisis de la izquierda moderada?

Es muy cierto eso. Ha habido una radicalización de la izquierda que ha afectado a la social democracia o a la izquierda moderada, eso se vio en España. Podemos claramente se come un trozo importante del voto socialista, lo cual obliga al Partido Socialista a tomar posturas un poco más radicales que las que tomaba antes, porque o si no pierde su electorado. En lo inmediato eso puede ayudar a los partidos de centro derecha, porque la clase media se asusta, si tiene que escoger entre la centro derecha y la izquierda radical, elegirá a la primera, para la democracia no es bueno. La democracia tiene que asentarse sobre una centro derecha y una centro izquierda que tengan visiones divergentes en economía y otros asuntos, pero tiene que haber un consenso básico. El otro peligro es este: si la izquierda se radicaliza, tarde o temprano la derecha se radicaliza en oposición a esa izquierda también. Quizás ese es un factor que está ayudando a crecer a la derecha populista también.

¿Piensa que la región se está estabilizando hacia la derecha?

Yo creo que hay un péndulo del populismo de izquierda hacia una centro derecha o gobiernos más liberales que todavía no ha terminado de conformarse. Por ejemplo, las elecciones del próximo año en Brasil creo que son determinantes para eso, porque podrían ocurrir dos cosas: uno es que todo este movimiento crítico contra el Partido de los Trabajadores y todo este proceso de rebelión contra la corrupción se puede consolidar el próximo año en las elecciones, pero también podría ocurrir lo contrario, es decir, que surgiera una candidatura populista como respuesta a todo eso. El gobierno de Macri se ha consolidado, creo que va a ganar las elecciones legislativas cómodamente. Lo que no sabemos es si va a tener éxito o no esta nueva corriente de centro derecha o liberal, tienen una gran oportunidad de hacer reformas y de lograr que la clase media tenga razones para defender el nuevo modelo, de manera que en los próximos años cuando trate el populismo de volver a surgir se encuentre con un muro de contención.

¿Cómo evalúa el gobierno de Temer?

Yo diría que es un caso muy paradójico y contradictorio. Por un lado, tiene la popularidad más baja probablemente del mundo. Luego, el acoso creciente de fiscales y jueces contra él por todo tipo de sospechas de corrupción. Eso por un lado, pero por otro, Temer le está dando una cierta estabilidad política a Brasil. Le está dando por lo menos el comienzo a unas reformas que cualquiera que estuviera en el gobierno tendría que hacer. Si Temer termina estas reformas, el gobierno que venga ya tendrá la inercia a su favor y podrá completarlas. Yo veo a Brasil con esperanza, pero no descarto que surja un outsider peligrosísimo.

¿Qué salida ve usted para la crisis en Venezuela?

Yo veo muy difícil la situación en Venezuela, porque no ha ocurrido algo que tenía que ocurrir que era que la estructura de poder y, particularmente el Ejército, se partiera y que un sector le dijera a Maduro: nosotros no podemos seguir violando la Constitución que juramos defender y no podemos seguir matando gente en las calles y si se partía el gobierno, el poder, Maduro caía al día siguiente y se producía una transición democrática. Eso no pasó. Supongo que es porque Cuba ha ayudado al chavismo desde hace muchos años a montar una estructura de vigilancia en el aparato militar muy eficaz, para impedir que haya disidencias significativas. Estoy especulando porque la razón no la sabemos 100%.

¿Cuál es la mirada desde Washington del gobierno de Bachelet?

La visión que hay afuera no es exactamente la misma que hay dentro de Chile. Yo diría que desde fuera se tiende a ver la deriva populista del gobierno o el contagio populista del gobierno con menos alarma que dentro de Chile, porque lo que se piensa es que el gobierno de Bachelet nunca quiso realmente cuestionar a fondo el modelo, lo que quería era retocarlo, un poco a la manera de los gobiernos social demócratas europeos y que al mismo tiempo, gracias a que hubo una clase media que se rebeló contra algunas de esas reformas, las cosas se desaceleraron. No se ve desde el exterior un riesgo de populismo chileno en los próximos años. Yo tiendo a creer que la lección más importante es que en Chile, a diferencia de otros países latinoamericanos, hubo una clase media que a pesar de que quería servicios de mejor calidad, que tenía una indignación contra sus políticos, de que tenía mucha insatisfacción, no estaba dispuesta a sacrificar lo mejor de este modelo para alcanzar más rápido esas metas. En otros países pasa lo contrario.

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