Alejandro Jodorowsky, cineasta chileno: "Si llego a los 100 años, podré hacer los filmes que quiero"

El realizador estrena Poesía sin fin en el Festival de Cannes. Dice que se trata sólo de la segunda parte de una serie que tendría cinco y que llegaría hasta hoy.




Los árboles de la calle donde  vive en París han sido crueles con su salud. Sus flores, en plena primavera, son capaces de mandar a la cama a cualquiera, y Alejandro Jodorowsky, que dice que no se enferma nunca, fue una de las bajas en esta guerra de alergias. Una semana de postración lo mantuvo alejado de su barrio, pero eso no lo deja fuera de combate: es un hábil usuario y referente del mundo del tuiteo, y su disciplina de 15 tweets al día es a prueba de balas. También mantiene un entusiasmo que liquida cualquier asomo de achaque y anuncia que a su nueva cinta deberían seguirle otras tres.

A los 87 años Jodorowsky se ha reencontrado con el cine, la disciplina que lo transformó en un artista de culto cuando en 1970 realizó El topo. Ahora, en menos de tres años, ha dirigido dos películas. La primera fue La danza de la realidad (2013), una surreal y furiosa puesta en escena de su infancia en Tocopilla que logró el elogio de la mayor parte de la crítica en el mundo. Próximamente, en dos semanas más, estrenará su continuación, Poesía sin fin, en el Festival de Cannes. A estas alturas, Jodorowsky es un número fijo en el festival que ya en 2013 exhibió La danza de la realidad.

Otra vez con su hijo Brontis Jodorowsky en el rol de su padre Jaime y la soprano Pamela Flores en la piel de su madre Sara (pero también como la escritora Stella Díaz Varín), la cinta se instala en el Santiago de los años 40, cuando el futuro psicomago se introduce en el círculo bohemio y artístico integrado por Enrique Lihn, Nicanor Parra y Luis Oyarzún, entre otros.

Locuaz y con la voz levemente gangosa por la alergia, Jodorowsky responde el teléfono desde París.

¿Cómo fue el rodaje de Poesía sin fin  en comparación a La danza de la realidad?

Mucho más complejo, con  más personajes, en la ciudad, con más reconstrucción de época, con escenas de hasta cuatro mil  extras. La danza de la realidad era básicamente Tocopilla y los personajes de la familia del niño Alejandro. Ahora, en cambio, está presente toda una generación: Nicanor Parra, Enrique Lihn, Stella Díaz Varín, Hugo Marín, Gustavo Becerra. Todo lo hicimos muy rápido: los decorados, las escenografías, los trajes en apenas dos meses, cuando eso se hace normalmente en siete. El rodaje duró siete semanas, lo que para este tipo de película es poco. Así es que tuve que seguir el plan de rodaje al pie de la letra, filmar con lluvia o sin lluvia, contra todos los inconvenientes, pues de lo contrario no terminaba la película. Además, teníamos a un director de fotografía, Christopher Doyle (el fotógrafo de las películas de Wong Kar-Wai), que es considerado uno de los mejores del mundo, pero a quien yo no conocía. Resultó ser una estrella y por ahí hubo unos agarrones, pues yo considero que la película es del director y no del fotógrafo. En una película, el realizador es Dios.

¿Quiénes interpretan a Enrique Lihn y Nicanor Parra?

Enrique Lihn lo hace el argentino Leandro Taub (escritor esotérico argentino), un tipo magnífico que ni siquiera necesitar actuar, es básicamente él mismo. Yo conocí mucho a Enrique Lihn y Taub lo hace a la perfección. Para este personaje eliminó totalmente su acento argentino y yo sólo lo guié.  Como Nicanor Parra tenemos a un actor chileno, que es igualito a Nicanor cuando joven. Claro que ahora no me acuerdo de su nombre (se refiere a Felipe  Ríos).  Y, por supuesto, mi amigo que hace del general Carlos Ibáñez del Campo.

¿Bastián Bodenhöfer?

Sí, él.

¿Qué roles interpretan el poeta Adonis y la coreógrafa Carolyn Carlson?

Bueno, Adonis es el gran poeta de la lengua árabe de nuestros días, un escritor formidable y varias veces candidato al Premio Nobel. Accedió de muy buena gana a hacer una escena en que un hombre viejo y sensible (supuestamente yo) tiene un amor platónico con una muchacha muy hermosa. Lo importante es que lo hiciera con delicadeza y que fuera creíble en la escena. La otra figura es Carolyn Carlson, una mujer que creó muchas obras para el  Ballet de la Opera de París y que acá lee el tarot. Lo hace en su estilo , con bailes y coreografía. Fuimos a rodar  donde realmente pasaron las cosas. Fuimos a mi calle, que es Matucana: en el número 908, donde estaba la tienda de mi padre; en el 1040, donde yo vivía. También fui a la calle donde se inició mi relación con Stella Díaz Varín, donde vino la seducción.

¿Tiene muchas expectativas sobre la recepción? 

Bueno, ya la empecé a mostrar a algunos periodistas en París y los que la han visto hasta ahora la encuentran incluso mejor que La danza de la realidad.

¿Ha aumentado o mejorado su nivel de fantasía?

Creo que igual que el vino, mientras más viejo, mejor.

¿La pasa bien haciendo cine?

Mucho, pero también sufro lo mismo. Me transformo en un monstruo, pues para mí hacer una película es como dirigir un ejército. Caigo en trance y me convierto en un tipo insoportable, vigilando todos los errores, metiéndome en todo, desde un tenedor hasta una luz. Quiero estar en todas y no delego nada.

Junto a Parra es de los pocos sobrevivientes de esa generación

Bueno,  yo nunca fumé y bebía muy poco. Pero Enrique Lihn tomaba desde los 11 años y Stella Díaz Varín, Carlos Faz y Luis Oyarzún eran alcohólicos. El único sano era Nicanor Parra, porque era muy inteligente. Para la película, de hecho, lo fui a ver, un poco para inspirarme, porque  en algunas escenas yo hago de mí mismo, pero a los 100 años. Le pedí que me dijera una frase para incluirla en una escena en que yo hablo. Me dijo finalmente algo que empieza así: “La vejez no es una humillación”.

¿Qué recuerdos tiene de Stella Díaz Varín, una mujer con una personalidad bastante fuerte ?

Fuertísima. Era campeona de judo y con un golpe a uno lo podía mandar tres metros lejos. Fue mi novia, pero tenía miedo de que me pegara.

¿A usted no le pegó? 

Por suerte no. Es curioso, pero yo le pegué una cachetada a ella después de una pelea tremenda que tuvimos en el bar El Loro Mudo en San Diego, desde donde nos echaron una noche  a patadas.

A Cannes también va Neruda, de Pablo Larraín, que transcurre en la misma época que su cinta...

Sí, es curioso. En nuestra película nosotros nos reímos un poco de Neruda. Yo era parriano y para nuestra generación Neruda era más bien como un Buda gordo, con demasiado ego y mucha perfección. Fue por eso que Nicanor Parra escribió “Los poetas  bajaron del Olimpo”: para decir que nosotros no éramos Neruda.

Cuando presentó La danza de la realidad en 2013 en Cannes no sólo había críticos, sino que muchos grupos de fans.

Por supuesto. Son los que ayudan  a hacer mis películas. Fueron siete mil las personas que reunieron un millón de dólares para hacer Poesía sin fin. Como te decía, yo no hago cine industrial. Los distribuidores son muy cobardes y lo único que quieren es ganar dinero, tener acciones.

¿Estrenará Poesía sin fin en Chile?

Sí, este año, aunque la fecha exacta depende de cómo le vaya en Cannes. El 10 de junio se estrena en Francia, en el Museo del Louvre, y luego en el MoMA en Nueva York. Creo que me he convertido en un animal de museo.

¿Continuará con una tercera parte?

Estoy en un dilema. Esta serie consta de cinco partes: la tercera transcurre en Francia, la cuarta en México y la quinta es ahora. Es decir, un viejo junto a una mujer joven (se refiere a su esposa Pascale Montandon, 40 años menor que él). Eso es para demostrar que el amor no tiene edad.

Es un plan ambicioso…

Bueno, estaré viejo, pero no estoy tonto. Tengo 87 años, así es que calculo que si llego a los 100 alcanzo a hacer todas las películas. Por otro lado puede que canse a la gente si sigo con esta serie y en ese caso tal vez me convenga hacer Los hijos del Topo, un proyecto que tengo hace muchos años. Todo dependerá de cómo le vaya a Poesía sin fin en Cannes y dejaré que aquel innombrable llamado Dios decida.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.