El agitado primer fin de semana del Presidente Trump complica a sus asesores

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El problema es que lo que sirve en la campaña no siempre funciona en la Casa Blanca. Cuando Trump se despertó el sábado, el brillo de la inauguración se había ido.




El primer fin de semana del Presidente Donald Trump en el poder se desarrolló en gran medida como a menudo fue su campaña: con agresivos mensajes en Twitter, una familiar obsesión con los desprecios y una serie de descuidadas y, veces, no ciertas declaraciones. Todo finalmente dando paso a los intentos por controlar el daño. El problema es que lo que funciona en la ruta hacia la Casa Blanca no siempre sirve una vez que se llega ahí.

Pese a que había un plan para aprovechar los primeros días de su administración -cuando un Presidente usualmente alcanza su máximo nivel de influencia-, Trump lo dejó de lado con su decisión de arremeter sobre la cantidad de personas que asistió a su juramento y reescribir la historia sobre su manejo de las agencia de inteligencia.

La falta de disciplina complicó incluso a los altos miembros del círculo Trump. Algunos de ellos lo habían instado a no satisfacer su resentimiento de lo que él consideró una injusta cobertura de prensa. En cambio, Trump escogió escuchar a otros asesores, que compartieron su indignación y deseo de golpear de vuelta. Al término del fin de semana, él y su equipo estaban desesperados por retomar el control del guión.

Comúnmente los nuevos Presidentes encuentran perturbador el proceso de ajuste de pasar de candidato a gobernante y Trump no fue el primero en ser arrastrado por esa agitación desperdiciando cualquier buena voluntad que viene acompañada de la inauguración. Bill Clinton tuvo un difícil comienzo al comprometerse con temas que no estaban en el centro de su agenda, más notablemente los gay en el Ejército y le tomó un tiempo aprender a cómo enfocarse en sus principales prioridades. Pero Clinton no mostró ninguna de las belicosidades ni el enojo de Trump.

"El ajuste de pasar de ser un ciudadano común a gobernar el país es increíblemente difícil", dijo Dan Pfeiffer, un asesor por mucho tiempo del ex Presidente Barack Obama. Según él a menudo la gente, incluso los nuevos Presidentes, fracasan en entender "que después de que tomas juramento frente a una multitud que te adora, caminas hacia el interior del edificio y estás a cargo del mundo libre".

Al principio, al menos, Trump parecía estár resistiéndose a la noción de que él debería ajustar su enfoque ahora que está en el poder. Después de todo, su estilo pugilístico fue una fórmula ganadora, una que, de partida, lo llevó al 1600 de la avenida Pennsylvania. Muchos de sus partidarios lo alientan para enfrentar al establishment. Y algunos aliados dicen que cualquier percance no va a importar por mucho tiempo.

"Finalmente esto se trata de gobernar", dijo el ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich, que ha asesorado a Trump. "Hay dos cosas que él tiene que hacer entre ahora y 2020: tiene que mantener a EE.UU. seguro y crear muchos trabajos. Eso es lo que él prometió en su discurso. Si él hace esas dos cosas, todo lo demás es ruido".

"El estadounidense promedio no está poniendo atención a esto", añadió. "Ellos van a mirar a su alrededor a fines de 2019 y a comienzos de 2020 y se van a preguntar si les está yendo mejor. Si la respuesta es afirmativa, ellos van a decir, 'bien, entonces denme más'".

Esa es la visión a largo plazo y quizás finalmente la más importante. La visión a corto plazo de muchos expertos políticos es que el debut de Trump no fue un éxito. El Presidente mismo parecía estar tratando de encontrar la forma correcta a medida que pasaba el fin de semana. Bailó My Way la noche del viernes y siguió a su manera el sábado, pero el domingo parecía estar probando algo diferente.

Un día después de que una oleada de opositores se reunieran en Washington y en ciudades de toda el país y del mundo para protestar contra su Presidencia, Trump empezó el domingo con la idea de retroceder. "Vi las protestas ayer pero estaba con la impresión de que acabamos de tener una elección", escribió en Twitter en la mañana. "¿Por qué estas personas no votaron? Las celebridades dañan la causa". Sin embargo, Trump después adoptó un comportamiento usual de los Presidentes. "Las protestas pacíficas son un sello distintivo de nuestra democracia", escribió en Twitter. "Aún si no estás siempre de acuerdo, reconozco los derechos de las personas a expresar sus puntos de vista".

Trump se enojó mucho el día del cambio de mando después de leer una serie de mensajes de Twitter en los que se señalaba que la cantidad de personas que asistió no se comparaba a la que tuvo Obama en 2009. Pero pasó el viernes en la noche en un torbellino de celebraciones y declaraciones. Cuando despertó el sábado en la mañana, después de su primera noche en la mansión ejecutiva, el brillo se había ido, dijo mucha gente cercana a él, y el nuevo Presidente se llenó de un sentimiento de herida.

Se agitó cada vez más después de conocer un informe de un periodista de la revista Time que señalaba de forma incorrecta que un busto de Martin Luther Jing Jr. había sido removido del Salón Oval (el periodista, Zeke Miller, no vio el busto y después de darse cuenta del error emitió una corrección y unas disculpas).

Si bien él estaba ansioso de contraatacar, varios asesores lo instaron a seguir adelante y enfocarase en las responsabilidades durante sus primeros días como Presidente. Eso incluyó una visita de alto riesgo a la sede central de la CIA para demostrar su respaldo a la agencia y criticar a los senadores demócratas por retrasar la confirmación de su nominado a la dirección, Mike Pompeo. Los asesores se fueron con la idea de que estaba de acuerdo.

Pero Spicer, que a menudo regaña a los periodistas por lo que ha calificado de una cobertura de prensa parcial durante la campaña, compartió la visión oscura que Trump tiene de los medios y promovió una declaración de guerra. Después de apurarse en pronunciar sus palabras de reconciliación en Langley, Trump se lanzó en una discusión dispersa que pasó al tema de la cantidad de personas que asistieron al cambio de mando, haciendo unas declaraciones que son verificablemente falsas. Spicer después fue a la sala de prensa de la Casa Blanca para su turno en el atril y emitió un violento ataque a los periodistas, hizo su propias falsas denuncias y luego salió sin aceptar preguntas.

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