Réplicas del 27/F: afectados aún pagan dividendos de edificio que ya no existe

TERREMOTO-2010-EN-MAIP-(42416441)
Marisol, Alejandra, Carolina y Silvia (de izq. a der.), en las afueras del sitio donde estuvo el edificio. Foto: Patricio Fuentes

Después de ocho años, algunos exresidentes del condominio Don Luis de Maipú, que fue demolido tras el terremoto de 2010, siguen pagando el crédito hipotecario. Aquí lo recuerdan y cuentan cómo reconstruyeron sus vidas.


Mientras observan el sitio eriazo en la calle Luis Gandarillas 360, en la comuna de Maipú, cuatro vecinas de ese edificio recuerdan cómo les cambió sus vidas el terremoto del 27 de febrero de 2010. Justo en ese lugar, donde ahora hay escombros y basura, estaba la construcción donde compraron su vivienda propia.

El sismo de 8,8 grados Richter, conocido como 27/F, obligó a demoler el conjunto habitacional de 40 departamentos que tenía recién cuatro años de ocupación. Pese a que lo perdieron todo, incluido sus automóviles que quedaron atrapados, algunos residentes aún pagan sagradamente la cuota mensual del crédito hipotecario, pero por un lugar que ya no existe. "Hay tres personas que siguen pagando dividendo y no tienen alzamiento de hipoteca, por lo que no son dueños. Hay otra que compró con leasing y el banco figura como dueño", explica Alejandra Monasterio (39), vocera de los vecinos afectados. Como una broma de pésimo gusto, las papeletas de cobranza siguen llegando al lugar, que ahora es un terreno baldío, con maleza y desperdicios.

Don Luis en la mira

La historia del edificio Don Luis reflotó esta semana, luego de que la Corte Suprema condenara a la empresa inmobiliaria Francisco de Aguirre Limitada por infringir la ley de protección de los derechos de los consumidores, por los daños estructurales que presentó la construcción.

En un fallo unánime, el máximo tribunal condenó a la empresa a pagar 50 UTM ($ 2.384.050) solo en cuanto a la responsabilidad infraccional de la compañía, y confirmó la sentencia recurrida que ordenó a la constructora a indemnizar a los propietarios de los departamentos afectados. "Que un bien o producto inseguro es aquel que presenta deficiencias en cuanto a la seguridad esperable para la salud y los bienes de las personas", dice el documento.

El fallo agrega que "el inmueble adquirido por los consumidores presentó defectos que lo transforman en un bien inseguro, que puso en peligro la integridad física de sus habitantes y los bienes que se encontraban en él".

Pensión de 250 euros

Desde España, Nora Catalán (84), otra de las afectadas, recuerda la noche en que el terremoto le cambió la vida. Después de perder su departamento con el sismo, viajó en agosto del 2010 a vivir en casa de su hija, en la localidad de Cardedeu, distante a 37 km de Barcelona. Frente a la pregunta, contesta de inmediato: "Qué voy a volver, si no tengo nada allá, más que mi hijo Leonardo. Quedé a brazos cruzados", relata al teléfono a La Tercera.

Puede parecer contradictorio, pero Nora trabajó como secretaria 42 años en una constructora, a la que ingresó cuando tenía 18 años y de la que jubiló en el año 1994. Esa empresa edificó, en Maipú, casas de amplias dimensiones, con cuatro dormitorios y dos baños, para cada uno de sus 12 empleados, entre ellos Nora. Pero, cuando sus tres hijos, dos hombres y una mujer, se casaron y dejaron el hogar, el síndrome del "nido vacío" la llevó a vender esa propiedad y adquirir, al contado, pero sin seguros, un departamento más pequeño, en el primer piso del condominio Don Luis. De los $ 25 millones que pagó, solo recibió la quinta parte como una indemnización reparatoria.

Ese día Nora estaba sola en el departamento. "El terremoto fue corto, pero para mí fueron horas. Caían pedazos de los pisos de arriba sobre mi cabeza. Tuve que sujetarme de la puerta de entrada para no caerme", rememora, al tiempo que comenta que recibe una pensión de 250 euros, equivalente a 190 mil pesos.

Pese al paso de los años, Nora aún siente los efectos del terremoto, sobre todo en su salud, debido a un cáncer mamario por el cual estuvo hospitalizada. "Estuve muy enferma. Ahora estoy con la vista mala, porque veo por un solo ojo y estoy en tratamiento".

Al rescate de Manfred

A pasos de donde colapsó el edificio, Carolina Acevedo (42) atiende en su clínica veterinaria, ubicada en Primera Transversal, frente a Luis Gandarillas. En el sitio del suceso se reunió con la vocera, Alejandra Monasterio, y otras dos afectadas, Marisol Araya y Silvia OJeda.

Tras el 27/F, Carolina vivió en su lugar de trabajo, por dos años y medio, acompañada de sus perros y gatos, que eran sus pacientes y pernoctaban en el lugar porque estaban hospitalizados. La madrugada del terremoto, Carolina se encontraba en el tercer piso, con su pareja de ese entonces y Manfred, su gato, que se quedó atrapado. El amor por su mascota pudo más y regresó a buscarlo. "Él se escondió y luego se fue al balcón. Agarré al gato y un bolso con ropa que había dejado al lado de la puerta y alcancé a escapar". El único beneficio que el banco le otorgó a la veterinaria fue la paralización del pago del crédito hipotecario, tras cancelar seis cuotas del dividendo, hasta agosto de 2010. Carolina pudo adquirir una casa gracias al subsidio de reconstrucción otorgado por el gobierno "para los terremoteados. Eso me sirvió para dar el pie y juntar el dinero para comprar otra propiedad de la que me quedan 20 años por pagar".

Aún hay pena y tristeza

Marisol Araya (47) estaba en el departamento 309, junto a su marido y el pequeño hijo de ambos, Axel, que en ese momento tenía casi 3 años. Aún recuerda cómo la tierra comenzó a moverse, a las 3.34 de esa madrugada. "Ahí pensé que se acababa mi vida. No alcanzamos a salir con mi bebé y nos quedamos encerrados. Me tiré a la cama y pensé que hasta ahí no más llegaba. Es muy fuerte la impresión de saber que pude haber perdido la vida en un instante", comenta.

Junto a ella, Silvia Ojeda (55), también rememora el momento en que la tierra se movió. Como reflexión final, plantea que las personas creen que un bien raíz es lo más seguro y la mejor inversión que se puede hacer. Promesa que, para los vecinos del edificio Don Luis, no se cumplió.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.