1.460 caballos al galope por Florida

En MT La Tercera fuimos invitados a vivir la Miami Naples Porsche Experience, una aventura de dos días conduciendo por Florida. Lo que pasó y lo que sentimos al volante del Porsche 911 Targa 4S, el Taycan 4S y el Panamera GTS, está volcado en este vivencial:




Cuando uno imagina una trama de acción, con muchos caballos y que transcurre en Estados Unidos, seguramente también se le vienen a la cabeza las clásicas películas del Far West. Esas típicas de cantinas de puertas batientes donde beben tipos hábiles con el lazo, que visten camisas cuadrillé, botines puntudos, sombreros enroscados y que, además, cargan al cinto revólveres siempre tibios.

Pero esta es otra historia. No es del siglo XIX ni XX, ni tampoco viene del Viejo Oeste. Es del presente e incluso del futuro. Aconteció más al sureste -en la península de Florida- y no tuvo de locación los bares, ni de protagonista la pólvora, aunque sí más de un millar de caballos. Fue la invitación que recibimos en MT La Tercera para conducir por dos días enteros y por más de 280 millas tres de los actuales modelos del portafolio Porsche.

A nuestra disposición tuvimos un trío purasangre formado por el comodísimo Panamera GTS, el formidable 911 Targa 4S y el Taycan 4S, el más recatado de los integrales dentro de la nueva filosofía eléctrica de Stuttgart, una que apenas arrancada ya se precia de un éxito rotundo (ver más).

The arrival

Recién aterrizado en Miami, el primer sorbo ofrecido por Porsche Latinoamérica es para que lo viva en calidad de pasajero. Junto a la puerta 28 de llegadas internacionales espera el nuevo Panamera GTS en un atractivo tono Cereza Metalizado (en Chile este modelo cuesta US$ 173.900). Al volante está Eugenia Guerra, encargada de Relaciones Públicas de la marca alemana y también comisionada ocasional para recogernos a mis colegas y a mí en el aeropuerto.

Ella abre desde dentro el portalón, nosotros acomodamos las maletas y cada uno toma su lugar. Me toca la butaca de atrás del lado del pasajero (es un sedán no solo de particular silueta, sino además de distribución 2+2 muy poco común). Avanzamos. Todos nos presentamos. Miro y comienzo a meter mano. Abro la sombrilla del sunroof exclusivo de la segunda fila y ajusto la temperatura del aire mediante la consola táctil del centro. ¿Qué primera impresión me da? Más allá de la sofisticación, me siento tal cual lo haría en la primera fila de un deportivo neto, con una posición de asiento baja y empotrada y un cinturón de seguridad que da ese apretón automático que de algún modo advierte que mucha emoción podría estar por venir. Pero camino al downtown hay tráfico y, por ende, todavía no es momento de aventuras.

Ruta de cocodrilos

En el primer día despertando en Miami, visitamos temprano las oficinas de Porsche Latinoamérica. Como corresponde con la sede de las operaciones para toda la región, aquí hay algunos detalles que marcan el sello distintivo y resaltan el ADN de la compañía: primero, una especie de mosaicos de fotografías de todos los colaboradores de Porsche Latam y sus propias familias -más adelante Elizabeth Solís, la gerenta de Marketing, nos cuenta que esto es así: que Porsche es una gran familia, a la que se convoca con regularidad mediante distintas actividades extraprogramáticas- y, segundo, dos preciosos relojes de pared hechos sobre llantas Porsche. El de la izquierda tiene la hora de Miami, mientras que el de la derecha muestra el tiempo de Zuffenhausen, la pequeña localidad de Stuttgart donde hace 84 años nacen los sueños.

Pasamos a la sala de reuniones. Ahí se nos da detalles de la ruta que haremos cruzando Florida de este a oeste, de Miami a Naples, a través de ‘la jungla’, una ruta poco transitada que atraviesa territorios de lagos y pantanos donde los cocodrilos son amos y señores. Hecha la advertencia -media en broma, media en verdad- de no entrar al agua como hicieron algunos de quienes nunca más se supo, nos dan el orden de los autos. Me toca el Porsche 911 Targa 4S. Pienso que voy de entrada por el plato fuerte.

La fórmula incombustible de siempre

Este nueveonce color Gris Ágata y de silueta Targa (vale US$ 163.900) corresponde a la habitual filosofía de barra antivuelco integrada y -cómo no- del motor flat six, afirmado en el último tramo del chasis. Los únicos rasgos que se apartan del Targa precursor de mediados del 60, son su condición de tracción integral y la adopción de la caja automática doble embrague de ocho relaciones. Lo demás, la misma esencia del auto cuyo nombre homenajea los éxitos en la carrera Targa Florio y que nació como la respuesta de Porsche a la idea que pretendió prohibir los roadsters en Estados Unidos.

Me subo. Antes incluso de querer enlazar el teléfono para la música y los mapas, juego con el techo. Descapoto y vuelvo a cerrar. Así me quedo. Luego voy ajustando los retrovisores y no puedo no conmoverme con cómo los espejos reflejan esa forma tan pulcra y bien lograda de ensanchamiento de arriba hacia abajo en el eje trasero. Ahora miro a través del espejo central y me siento bajo. Ajusto la butaca aun más cerca del suelo y pienso que desde afuera apenas se me deben ver los ojos y la frente. Así es como realmente se maneja una máquina como esta. Así es como me gusta.

Vamos en caravana en autopistas de tres y hasta cuatro carriles. A veces mis colegas Jorge y Pablo guardan distancias y luego se acercan. Yo los miro por los espejos y me sumo. Dejo de acelerar y después hago que el seis cilindros de 3.0 litros ponga los compases dentro del habitáculo. Al final poco importan los altavoces premium o las listas de Spotify descargadas, porque la melodía del motor bóxer es la mejor que se puede oír en un nueveonce.

A medida que sigo cautivándome con el ronquido del propulsor trasero de 450 caballos, voy también fijando la vista en más elementos, como el característico reloj análogo ubicado en el centro del tablero, el tacómetro en el centro del panel o el encendido del lado izquierdo, una señal inequívoca del espíritu 100% deportivo que la marca ha buscado perpetuar.

En mi oficio como periodista de autos, siempre me subo a los vehículos con un ojo crítico, buscando qué pudo hacerse mejor. En el 911 esa lógica parece estar off-side por varios metros. Pienso en qué podría estar mal en el auto más icónico en la historia de Porsche, y automáticamente recuerdo un viejo comercial de autos en el que la máquina le habla al hombre: “Piensas, es cierto, pero te equivocas frecuentemente y a la menor variación externa pierdes tu eficiencia. Eres imperfecto, eres alterable. En cambio yo preferiría sentir lo que sientes”. También me acuerdo de lo que me dijo años atrás mi colega Alexis Cares, antes de que me tocara manejar por primera vez en pista un Porsche 911. “Fíjate cómo este auto respira”.

No quiero perderle pisada a la caravana. Manejo y pienso que me encantaría subir de copiloto a mi papá o a algunos de mis amigos para que experimenten lo que es ir a bordo de un deportivo de tan emotivo andar. Al final llegamos a la primera parada: una laguna con cocodrilos pequeños que intentan camuflarse. Asoman apenas los ojos. La gente los mira y les saca fotos. A mí más atrapado me dejó el 911 Targa 4S. Se me pasó todo muy fugaz.

El futuro es ahora

Según el itinerario, en este punto me tocaba pasarme al auto que quizá más represente el futuro inmediato de Porsche: el eléctrico Taycan, en este caso en su corte de equipamiento 4S (US$ 139.900). A estas alturas ya había manejado varios vehículos de cero emisiones, incluso en circuitos, pero todavía no este deportivo de nombre y espíritu equino, el Porsche de los sport cars eléctricos.

Sentado en el cockpit, palpo que este Taycan Azul Neptuno es un auténtico Porsche, al punto que podría incluso adivinar su linaje si hubiera subido con los ojos tapados y el emblema del volante estuviera cubierto: otra vez el encendido está en el lado izquierdo, ahora en formato de clásico botón standby redondo y el reloj se apodera del centro del tablero.

Dan la orden de salida y lo primero que tengo en mente como un pendiente, es probar la explosiva aceleración desde cero. Es algo que había leído, escuchado y visto en YouTube, y entonces sentí la natural curiosidad ahora que lo tenía en mis manos. No tiran igual 530 caballos nacidos de la fuerza eléctrica que unos venidos de un tradicional motor a combustión, ¿o sí?

Voy en modo ‘Normal’. Localizo la perilla de los modos de conducción en el cuarto derecho inferior del volante y espero a tener el camino más libre. Ya lo calculé: sé que son dos movimientos a la derecha para llegar al nivel Sport+, ese donde el Taycan muestra todo su ADN. Me quedo un poco rezagado del pelotón. No hay nada detrás ni adelante. Bajo a 40 mph y avanzo unos metros más sin pisar el acelerador... Tac, tac. Ahora sí cargo con decisión sobre el pedal derecho y casi automáticamente -como pasa en los eléctricos- siento esa especie de asombro que provoca una aceleración tan fulminante como silenciosa.

Me voy ahora a la pantalla central. Sé que hay un modo de aceleración sonoro y quiero también experimentarlo. Ya no me alejo demasiado del resto. No es necesario. Voy pisando otra vez de a poco y ahora -con un sonido que asocio al de una turbina- todo me va pareciendo más natural, o al menos familiar, pienso. Y enseguida me pregunto, ¿qué es lo natural? ¿Un sport car eléctrico que por su esencia es completamente silencioso, o que yo configure ese mismo auto con un ruido fingido para que satisfaga mis propios sentidos? Si soy sincero, en esta pasada elijo lo segundo: sigue gustándome un auto que conquista también de oído, aunque en la práctica sepa que la fuente del estímulo es un simple parlante.

Más allá de estas temáticas que plantea la electromovilidad y que incluso trascienden al automóvil, lo claro es que Porsche es pionero en este cambio de lógica, tal vez el más radical desde que el propio automóvil nació en Alemania dos siglos atrás (el Taycan de serie debutó en 2019). Así como cuando la marca se atrevió hace 20 años con el Cayenne, su primer SUV todoterreno y el primer cuatro puertas de su historia. ¿Funciona adelantarse a las tendencias? El tiempo habló... Por mi parte, yo estaciono y conecto el Taycan 4S. Fin del día

The vitamin gentleman

Es el segundo día en Florida y el primero despertando en Naples. Ahora es mi reencuentro con el Panamera GTS, pero esta vez ocupo la butaca principal. Es el auto más caro de los que conduje estos dos días, y digo la verdad de entrada: manejarlo me hizo sentir el dueño del mundo.

Este Panamera, un auto tan particular -siempre objeto de discusiones sobre si es un sedán, un station wagon o qué- tiene en este caso también la singularidad de llevar las siglas de la familia Gran Turismo Sport de Porsche, creadas por el veteranísimo 904 GTS de 1963. Asimismo -tal como ocurre con el Targa- el Panamera igualmente debe su bautismo a una prueba de mediados del siglo pasado: la Carrera Panamericana, que unía México de norte a sur por casi 3.500 kilómetros. Con aquellos antecedentes, ¿quién esperaría recato en un bólido con la misión de responder al legado?

El Porsche 550 de Hans Herrmann en la edición 1954 de la Carrera Panamericana. La prueba se promocionaba como la más peligrosa del mundo.

Considerando los dos modelos anteriores, este es el primer auto de motor delantero que me toca conducir en la aventura (el Taycan tiene uno adelante y otro atrás, y el 911 no es necesario de explicar). También es el primer V8: lleva el 4.0 litros turbo de 480 Hp que le permite pasar de parado a los 100 km/h en 3,9 segundos. Si sacamos a los SUV Macan y Cayenne, sin duda que este se trata del Porsche más familiar del actual line-up, pero eso no lo aparte ni un milímetro de la deportividad propia de cada vehículo de la marca. Es algo que ya había sentido en la segunda fila, y con mayor argumento lo palpo al volante.

Le miro el reloj central del panel de instrumentos. Trato instintivamente de ir haciendo la conversión de millas a kilómetros, pero paro de inmediato. Qué más dan los cálculos, pienso. Prefiero ir disfrutando de la conducción de este Panamera GTS estacionado justo en el medio de la gama, solo por debajo del Panamera Turbo S en sus dos versiones: convencional (630 Hp) e híbrida (700 caballos).

El tiempo se nos acaba. Miami está cerca y el fin de esta aventura que la marca llama Miami Naples Porsche Experience, también. Antes de llegar a la oficina central de Porsche Latinoamérica, paramos a comer. En un clima distendido de sobremesa cada uno debe decir qué modelo se quedaría: yo no me abstraigo de mis gustos de siempre y digo sin titubeos que mi predilecto en esta pasada es el Porsche 911 Targa 4S. Es la fórmula atemporal, el auto más icónico de la marca, y eso ya es mucho decir. Manejarlo es un buen regalo para atesorar.

Estación final. Subimos a la oficina conduciendo hasta el quinto piso por una delgada escalera de caracol. Concentración, concentración. Llegamos. Nos piden las llaves, nos despedimos y la aventura Miami - Naples y regreso, ha concluido. Nadie que maneje un Porsche por 280 millas se va triste. Nosotros tampoco. MT

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