Terrazas de cultivo

Fotos: Agradecimientos entrevistados.

En modo pandemia lo aconsejable hoy son los espacios abiertos. Terrazas y balcones son el lugar de encuentro por excelencia. Si a este fenómeno le sumamos el interés que ha despertado el generar nuestro propio alimento, sin necesidad de salir de nuestras casas, cada día cobran más sentido aquellos lugares donde podamos trabajar la tierra y habitarlos al mismo tiempo. Aquí, tres historias que motivan a conseguir este doble propósito en un mismo sitio.




Cosecha familiar

Yuriko Matsumoto

Que los niños vean cómo crecen lechugas, tomates, ajíes, pimentones, frutillas y distintas hierbas, y que no piensen que salen del supermercado, fue parte de la motivación de Yuriko y su marido, Piero Gecele, al proyectar macizos para cosechar en esta terraza. El espacio ubicado en el segundo piso de su casa, en el cerro Lo Curro, es ideal para el cultivo, porque recibe sol todo el día y a pesar de estar algo retirado del circuito exterior es un lugar que se vive y disfruta mucho. “Fue entretenido diseñarlo y realizarlo en conjunto como familia y el hecho de cuidar las hierbas y hortalizas y ver el proceso de la naturaleza. Piero compró las maderas y armó las jardineras con los niños, hoy de 7 y 5 años; las pintamos, compramos la tierra e instalamos el riego automático. No requiere mucho cuidado, nunca hemos puesto fertilizante, sí nos preocupamos de tener buen sustrato. Una mezcla de turba con tierra, no solo tierra de hoja, y eso nos ha ayudado a que las plantas tengan buen drenaje. Además tenemos una vermicompostera en el estacionamiento, que alimentamos con los restos orgánicos y de ahí vamos sacando el humus y el líquido que generan las lombrices se lo echamos a las plantas”, cuenta la ingeniera agrónoma.

Buena semilla

Felipe Cáceres / @chilesemillas

Si vas a poner plantas en tu balcón o terraza en un departamento, ¿por qué no optar por aquellas que podamos disfrutar como alimento? Es lo que se plantean hoy en día muchas personas y que el sicólogo Felipe Cáceres viene experimentando desde hace muchos años. “Mi interés surgió por mis ancestros, crecí viendo a mis abuelos y padres plantar y cultivar… en un principio fue como imitar y luego empecé a estudiar y a viajar por Latinoamérica, excursionando por huertas en Colombia, Ecuador, Paraguay, Bolivia y Argentina”, cuenta Felipe. En esta terraza-balcón las verduras que se daban bien son las de hoja más gruesa, como la lechuga costina, las acelgas, repollo, perejil. En un macetero se puede plantar sin problema, con una buena exposición al sol y ventilación se puede dar todo, si está protegido. Felipe realiza talleres psicoeducativos sobre el cultivo de huertas orgánicas desde hace 6 años, tanto en Chile como en el extranjero, a instituciones particulares como establecimientos educacionales y asesoramiento a comunidades locales. Creador de @chilesemillas, vende semillas orgánicas desde hace 8 años, recolectadas y adquiridas de bancos de semillas de varios países del mundo como Alemania, Japón, Francia, Argentina y Perú, entre otros.

Habitar la huerta

Elena Fleischmann / @huertametropolitana

Es sicopedagoga y trabaja en un colegio, pero por la contingencia, al igual que todo el mundo educacional, su sistema laboral pasó a ser remoto. El vivir y observar más su casa la hizo detenerse y reorientar algunos espacios, como la nueva huerta-terraza que inauguró hace un par de meses. El proyecto ha significado no solo ganar un nuevo lugar familiar, sino un descubrimiento personal para Elena, que la tiene sumamente motivada.

“Era un espacio que estaba botado; en un comienzo cuando los niños eran chicos fue el jardín de los columpios, después fueron creciendo y quedó como el patio de los perros. Con la pandemia, en que todos empezamos obligatoriamente a habitar las casas, tuve la calma de mirarla y me planteé como desafío arreglar este espacio y empatizar con mi grupo familiar, pensando en hacerles este regalo”, cuenta la dueña.

Elena practica un estilo de vida natural, su hija menor es vegetariana y además el lugar es puro sol todo el día, entonces le hizo todo el sentido que lo que tenía que haber ahí era una huerta, pero pensada como un lugar para estar y convocar. “Empecé a estudiar e investigar mucho y junto con motivarme que fuera una huerta exitosa en que lo que plantara se diera, mi motivación era conservar y seguir la línea más ecológica de la ecoagricultura. Más que lo orgánico, que la lechuga viniera de una semilla que fue gestada de manera justa, que el sustrato del fertilizante fuese ecológico, mis semillas fueran sanas y vinieran de generación tras generación. Que toda el alma de la huerta no fuese solo la bonita fachada, sino que tuviera un sentido para mí”, explica. Para el diseño hizo un dibujo como lo quería, proyectó tres cajones, cada uno tiene 320 cm de largo y 150 cm de ancho. Con esas medidas calculó que tuviera el espacio suficiente para alimentar a toda su casa y trazó la zona dejando un espacio importante para ubicar mesas y sillas, pensando en habitar el lugar. “Mientras yo riego los niños me acompañan y se sientan, estudian ahí también… cuando vienen mis papás o suegra tenemos este espacio al aire libre donde podemos compartir también. Ha sido un gran regalo”, dice Elena.

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