Ucrania: Historias de la fase más cruel de la guerra

El conflicto entre Rusia y Ucrania entró en su tercer mes, sin que las fuerzas de Vladimir Putin hayan podido obtener una “victoria rápida”. En esta nueva fase de la invasión se multiplican los asesinatos a sangre fría de civiles ucranianos, además de violaciones a mujeres y cientos de fosas comunes. Occidente teme ahora que Moscú pueda intensificar los ataques, dado que el lunes conmemora el Día de la Victoria, la celebración del triunfo soviético sobre la Alemania nazi.


Mykola (Bucha): “A mi amigo lo arrodillaron y le dispararon en la cabeza”

Mykola, de 53 años, vivió en la ciudad de Bucha en un sótano durante 34 días. Si bien podría haber huido a otra localidad cuando llegaron las tropas rusas, decidió quedarse: era el administrador de un edificio de cinco pisos y sintió su labor como un deber.

En marzo pasado un proyectil voló hacia su ventana, golpeó la pared y se clavó en una cuna, que se incendió. Afortunadamente ya había evacuado a los niños del edificio y el fuego se extinguió. Acto seguido, junto con tres amigos, bajaron a todos los ancianos al sótano y se refugiaron todos allí.

“Cuando los rusos capturaron la ciudad, comenzaron a irrumpir en todas las casas. Los hombres fueron sacados a la calle, desnudos, en busca de tatuajes. Dos de mis amigos, Leonid y Sergei, tenían más de 50 años. Pero otro, también llamado Leonid, era mucho más joven y cuando vieron su pasaporte dijeron que era menor de 50 años, por lo que podía luchar. A mi amigo lo arrodillaron y le dispararon en la cabeza”, relató Mykola a Oleksiy Pshemiskiy, un productor de ABC News, que subió ese testimonio a su página de Facebook.

Desde que las tropas rusas se retiraron de la ciudad, ubicada en la región de Kiev, a finales de marzo, se han ido documentando diversos crímenes de guerra cometidos por el Ejército, como violaciones, cuerpos enterrados en fosas comunes, ejecuciones y torturas. Leonid fue el primero a quien Mykola tuvo que enterrar y lo hizo en el patio del edificio. “Unos días después, Sergei murió. Había salido a fumar y recibió un disparo. Así no más, sin palabras ni advertencias”, cuenta Mykola, quien tartamudea mucho y solo después de encender un cigarro puede contar su historia.

Casas y edificios destruidos en Irpin, en las afueras de Kiev. Foto: AP/Emilio Morenatti.

“Cuando la lucha se intensificó, los rusos se enfurecieron. Antes de eso, la gente a veces salía del sótano para cocinar o simplemente respirar aire. Al no poder derribar la puerta (del edificio), arrojaron una granada en las escaleras. Leonid, el mayor de 50 años, sostuvo firmemente la entrada. Luego vino la explosión y después de eso, silencio”, indica. El cuerpo de Leonid estuvo tendido sobre escalones ensangrentados todo el día. Solo al día siguiente golpearon la puerta y le dijeron a Mykola que tenía 20 minutos para limpiar todo. Cuando salió, vio que el cuerpo de su amigo estaba decapitado.

Mykola recogió los restos en una bolsa y cavó una nueva tumba, la tercera en una semana. Una de sus preocupaciones es que como no tuvo tiempo de cavar profundamente, cuando llueva la arena podría removerse, por lo que los cuerpos podrían quedar expuestos.

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Unas cuadras más allá, Tarasovych Oleksiy Yuriyovych, de 53 años, vivía con sus padres en un edificio de la calle Vodoprovidna cuando las fuerzas rusas irrumpieron en Bucha. “Los rusos se sentaron en el patio de nuestra urbanización. De inmediato mi vecina Tatiana y yo nos pusimos a esperar a Vasily, nuestro vecino, porque el toque de queda había comenzado y él no estaba en su departamento”, cuenta en un diario que comenzó a escribir el primer día de la invasión, el 24 de febrero, y que fue reproducido por el diario Big Kyiv.

“A través de la puerta de mi departamento escuché voces en la planta baja: había al menos tres personas que rompieron en llanto. Escuché algo grande caer. En unos minutos llamaron a nuestra puerta. Cuando abrí había soldados, entre ellos dos jóvenes, que no mostraron agresividad e inspeccionaron el departamento. Un tercer uniformado me obligó a salir del departamento y me amenazó con una ametralladora. Salí al primer piso y vi a Vasily tendido en sangre”, indica. Tarasovych señala que el cuerpo de Vasily fue “mutilado bárbaramente: le faltaba el rostro, sus manos lucían completamente destrozadas y sus costillas estaban torcidas de manera antinatural”. El cuerpo de Vasily fue enterrado en el patio del edificio, tal como ocurrió con los amigos de Mykola.

Vyacheslav Kharchenko (Kharkiv): “Nos enfrentamos a un mal absoluto después de las atrocidades que vimos”

“Por favor, envíe sus preguntas. La situación en nuestra ciudad ha cambiado, nuestro Ejército y voluntarios defienden Kharkiv y otras ciudades ucranianas contra los agresores rusos. Intentaré responder si puedo”. Esa fue la respuesta que Vyacheslav S. Kharchenko, profesor y jefe de departamento de la Universidad Nacional Aeroespacial en Kharkiv, envió por e-mail a La Tercera el 28 de febrero, apenas cuatro días después de iniciada la invasión rusa a Ucrania.

Al día siguiente, Kharchenko, quien sirvió en el Ejército de la Unión Soviética durante 21 años y otros 10 en el Ejército de Ucrania después de la independencia en 1991, envió sus respuestas a este medio para describir la situación en Kharkiv: “Escribo este texto escuchando cañonazos, explosiones y sirenas. Perdón por la posible interrupción en el mensaje”.

Ingeniero militar en sistemas de control para misiles nucleares estratégicos y complejos espaciales, Kharchenko ha sido testigo de directo junto a su familia de la invasión rusa. “Kharkiv ha sido bombardeada con cohetes y artillería desde el primer día, el 24 de febrero (...). Los rusos también están golpeando áreas residenciales, matando e hiriendo a cientos de personas, destruyendo escuelas (vi dos de ellas). El otro día un cohete de racimo impactó en la casa de un profesor de mi departamento. Estos son crímenes terribles. Yo, mis hijos y mis nietos estamos en Kharkiv. La principal preocupación es por sus vidas. Usted entiende que todos están en un estado inseguro. Mucha gente sale de nuestras ciudades durante los primeros días con mujeres, niños”, comentó Kharchenko en esa oportunidad.

A más de dos meses del inicio del conflicto, La Tercera tomó contacto nuevamente con el académico ucraniano: “Dos semanas después de nuestro contacto, me mudé con mis nietos y mi mujer a la parte occidental más segura de Ucrania con mis familiares, aunque los cohetes llegan hasta aquí y las sirenas de ataques aéreos se escuchan varias veces al día”.

Pese a esta situación, Kharchenko intenta mantener su rutina laboral previa a la guerra. “Continuamos intensamente (14 a 15 horas todos los días) trabajando en línea con los estudiantes y mis compañeros de la universidad, tratando de mantenernos en contacto entre nosotros”, señala. Y agrega: “La semana pasada celebramos la 13ª conferencia anual de estudiantes sobre tecnología de la información moderna y ciberseguridad en mi departamento (¡alrededor de 60 estudiantes presentaron informes de investigación!). Este es el tema de mi especial orgullo, porque los informes fueron presentados desde casas rotas, entre actividades voluntarias”.

En paralelo, Kharchenko se ha coordinado con sus pares para ir en ayuda de las víctimas de la guerra. “Me comuniqué con nuestros colegas europeos para organizar el patrocinio, la entrega de medicamentos y otras cosas importantes, ayudar a los ciudadanos ucranianos con alojamiento en el extranjero”, detalla el académico. La esposa de Kharchenko desarrolló un video para la canción de un joven ciudadano de Kharkiv sobre la guerra y la defensa de la ciudad. “Este videoclip fue difundido dos días antes de la muerte de un egresado de nuestra facultad, quien murió bajo fuego de artillería cuando se acercaba a la universidad”, señala.

“Durante el tiempo posterior a nuestro contacto, nos reunimos aún más y nos acercamos a nuestra victoria, victoria sobre el mal absoluto. No hay duda de que nos enfrentamos a un mal semejante después de las atrocidades que vimos”, concluye Kharchenko.

Anna Murlykina (Mariupol): “Antes tenía mil planes, pero ahoraquiero solo una cosa: que muera Putin”

“No echo de menos las cosas que se han perdido, la casa destruida. No me importa deber un préstamo para pagar la televisión, que no volveré a ver jamás. Es todo muy mundano, devaluado por la propia guerra. Pero sí echo mucho de menos mi mundo especial, que para mí era Mariupol. La ciudad tenía un olor especial. En invierno había un penetrante aroma a uvas heladas, que se dejaban en las cepas, mezclado con un toque del humo que emanaba de las casas familiares. En verano se llenaba del olor del polvo asentado en la tierra por las muy esperadas lluvias. Y en primavera... Qué bella ciudad era en primavera”.

Este es parte del relato que Anna Murlykina hizo a The New York Times, como parte de un ensayo con nueve testimonios de supervivencia del asedio ruso. La mujer de 47 años se convirtió en 2008 en la editora en jefe del único medio de comunicación independiente de Mariupol en ese momento: el portal www.0629.com.ua

“Es invierno en mi ciudad, lo han traído las bombas rusas. No bombardearon solo mi ciudad. Bombardearon mi primavera. Mi vida. Mi pasado”, escribió Murlykina. “Y resulta que mi futuro también. Porque la pregunta más difícil para mí, ahora, es: ‘¿Qué hago mañana?’. Antes tenía mil planes y un millón de deseos. Ahora de verdad solo quiero una cosa: que muera Putin”, confiesa.

Y Murlykina no puede evitar volver sobre sus recuerdos de Mariupol antes de la invasión rusa. “Por las noches sueño con Mariupol. Como yo la recuerdo. Andaba con mi hijo por los paseos del City Garden y no dejaba de preguntarme: ‘¿Cuántos pasos hay hasta el mar, y cuántos árboles hay en este paseo?’. Qué sueño tan agradable y qué despertar tan doloroso”.

“Todo el mundo dice: ‘No pasa nada, Anna, la reconstruiremos. Nuestra ciudad será aún más bonita que antes’. No quiero una ciudad mejor: quiero la que tenía. La ciudad donde sabía exactamente cuántos pasos había hasta el mar y cuántos árboles había en el paseo central del parque. Quiero que vuelva lo que no puede volver. Y esta es la tragedia de mi vida”, finaliza su columna Murlykina.

Como si el bombardeo perpetrado por Rusia en marzo contra un hospital de maternidad y un teatro donde se estaban refugiando unas 1.000 personas, además del actual asedio a la planta siderúrgica Azovstal, el último bastión de la resistencia en Mariupol, no fueran suficientes, ahora Murlykina enfrenta las amenazas dirigidas contra su portal de noticias. Anna posteó el pantallazo de un e-mail que recibió donde es amenazada de ser encarcelada en Siberia si su sitio web “no deja de funcionar para el régimen ucraniano”. “Si no tiene miedo de terminar en las colonias correccionales del Servicio Penitenciario Federal de la Federación Rusa en el Distrito Federal de Siberia, puede continuar difundiendo propaganda para el régimen ucraniano. ¡Al menos prepara ropa abrigada, porque tus largas vacaciones en prisión serán frías!”, dice la carta.

Murlykina comentó al Instituto de Información Masiva de Ucrania que estaban recibiendo correos electrónicos similares todos los días. A veces varios mensajes por jornada, enviados desde diferentes direcciones. El personal editorial de www.0629.com.ua informó al Servicio de Seguridad de Ucrania sobre esto, y el organismo investigó las direcciones desde las que se envían los correos electrónicos. La mayoría de ellos están vinculados a números de teléfono rusos y ya están bloqueados.

El 16 de abril la redacción de 0629 también informó que había estado bajo constantes ciberataques durante las últimas tres semanas. Los hackers rusos intentaron cambiar el logo del sitio web por una bandera rusa.

Andrii Cherevko (Kiev): “Nunca olvidaremos lo que Rusia le hizo a nuestra patria”

El 24 de febrero, cuando empezó la invasión, Andrii Cherevko, de 18 años, se levantó temprano en la mañana con el sonido de proyectiles volando encima de su casa. Eran misiles Kalibr, de fabricación rusa, y siguieron pasando durante las semanas que vinieron. “Mucha gente abandonó Kiev en los primeros días de guerra, y la ciudad se quedó casi desierta. Pero al pasar un par de semanas, la gente comenzó a volver. Afortunadamente, el Ejército ucraniano no permitió a los rusos entrar en Kiev”, cuenta en entrevista con La Tercera.

“Se pelearon batallas muy duras en los suburbios de Kiev, y casi todos los días se escuchaba el sonido de artillería. Misiles balísticos y de crucero volaban regularmente, pero la Fuerza Aérea tumbó la mayoría de estos”, recuerda.

A diferencia de otras ciudades asediadas, como Mariupol, al menos en Kiev siempre se mantuvo el suministro de comida y combustible. Andrii Cherevko estudia Relaciones Internacionales en la universidad, pero cuando empezó el conflicto todo se suspendió: “Ayudé con dinero, pero después entré a la unidad de defensa, en marzo. Por ejemplo, entregaba ayuda humanitaria en un pueblo vecino, limpiando fragmentos de minas y proyectiles. Tengo un auto y mi obligación era entregar ayuda humanitaria. Fui a la ciudad de Irpin como voluntario, y limpiamos los fragmentos de proyectiles que había en la calle”.

Un tanque ruso destruido cerca de Irpin. Foto: Reuters/Carlos Barria

En la capital, al menos, no se vio combate directo con los invasores. “Solo drones y misiles volando. Vi el trabajo de las fuerzas aéreas, y una noche vi la bengala de un cohete que había sido derribado. Hubo días en los que hubo 12 alertas aéreas en 24 horas”, dice.

A inicios de abril, las fuerzas rusas abandonaron definitivamente la región de Kiev. Precisamente el 3 de abril, las autoridades ucranianas estuvieron en Bucha, y la ciudad se hizo lamentablemente célebre por los cadáveres encontrados en sus calles. “Cuando el Ejército ruso fue derrotado cerca de Kiev, y se vieron obligados a retirarse, todos vimos el crimen bárbaro que habían cometido, todos estábamos impactados”, señala.

De ahí en adelante, la vida de a poco intentó volver a la normalidad en la capital ucraniana. “Desde el inicio de abril, la ciudad volvió a tener cierta vida. Los estudios universitarios se retomaron vía online, y ahora el Metro, restoranes y cines funcionan. Pero los rusos continúan atacando la capital con misiles. Lo que sé, es que dos de ellos fueron derribados el martes, y precisamente mientras escribo, tenemos una alerta aérea y las sirenas suenan”, relata el joven. La semana pasada un misil había caído en un edificio residencial de la capital.

A pesar del peligro, no está en los planes o posibilidades de Cherevko dejar la ciudad: “No puedo irme del país, porque tengo obligación militar. Se puede viajar libremente en Ucrania, pero no donde haya operaciones de combate”.

Cherevko se muestra confiado con lo que vendrá ahora en adelante:”No soy un experto en asuntos militares, y es difícil para mí decir qué ocurrirá en las próximas semanas o cuándo acabará la guerra. Pero sé claramente que, gracias a la valentía de las FF.AA. ucranianas, venceremos. El avance de las tropas rusas se detuvo en todas las direcciones, y los militares ucranianos hicieron un contraataque exitoso en Kharkiv”, apunta Cherevko. “Creo que después de nuestra victoria, Kiev volverá a la vida normal, porque tenemos que vivir acá y participar del desarrollo de Ucrania. Pero siempre recordaremos a nuestros héroes, y nunca olvidaremos lo que Rusia le hizo a nuestra patria”.

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