Robert D. Kaplan, periodista estadounidense: “Cuanto peor es el desorden, peor es la tiranía”

Portrait of author Robert D Kaplan, at his home in Stockbridge, MA. Photograph by ©John Stanmeyer

A juicio de este influyente autor, la mayoría de la gente promedio valora el orden. “No quieren ver delincuencia en las calles, eso es una forma de desorden”, apunta. El problema, advierte Kaplan, es que cuando las elites fracasan en ofrecer un mejor nivel de vida, “se abre la puerta a respuestas simplistas”.


Aparece en Zoom puntual y entusiasta. Autor de veintidós libros sobre política internacional y viajes traducidos a numerosos idiomas, entre ellos The Loom of Time (2023), The Tragic Mind (2023), Adriatic (2022), The Good American (2021), Asia’s Cauldron (2014), The Revenge of Geography (2012), The Coming Anarchy (2000) y Balkan Ghosts (1993), Robert D. Kaplan es un gran conocedor del mundo y de las tendencias y características de sus liderazgos. Durante más de 30 años reporteó sobre política exterior para la revista The Atlantic y fue miembro del Consejo de Política de Defensa del Pentágono y del Panel Ejecutivo de la Marina de Estados Unidos. La revista Foreign Policy lo nombró dos veces uno de los “100 mejores pensadores globales” del mundo.

Se autodefine como un “realista”, y uno de sus últimos libros, The Tragic Mind, es precisamente un viaje hacia el pensamiento de los clásicos, para poder depurar las preguntas de nuestra era, para recordar los peligros de la anarquía, la importancia del orden y las consecuencias de perderlo en el mundo de hoy. También en el libro reflexiona sobre su propio trabajo, especialmente cuando apoyó la invasión a Irak. En 2004, cuando estaba reporteando en Fallujah con un grupo de marines estadounidenses, se dio cuenta de su grave error. Lo que vio allí, escribe, fue la anarquía total.

Partamos por The Tragic Mind. ¿Por qué pensó que la clave para entender a los gobernantes de hoy está en Shakespeare y los griegos?

Porque creo que la mejor ciencia política y la mejor filosofía se remontan, en última instancia, a los griegos y a Shakespeare. Shakespeare porque, es fácil, no todo es geografía, economía, recursos, es esencialmente el misterio de las personalidades. Quiero decir, si Putin tuviera una personalidad diferente, toda la historia en este momento podría ser diferente. Así que todo se trata del mapa, se trata de geografía, hasta que esencialmente se trata de Shakespeare. Y los griegos, bueno, temían sobre todo la anarquía, respetaban el hecho de que las personas no siempre son racionales, que son propensas a todas las fuentes de exageración y perversión. Los griegos eran demasiado racionales para no admitir que hay todo un lado irracional en la naturaleza humana, e incluso le dieron un dios, Dionisio, que es un dios complejo, y que tiene que ver con el caos y la anarquía. Y por lo tanto, como los griegos temían tanto el caos y la anarquía, respetaban el orden por encima de todo. El orden está antes que la libertad, porque sin orden no hay libertad para nadie. Y encuentro, todo esto es muy obvio, que las elites occidentales a menudo no lo entienden.

¿Por qué?

En el momento en que hay un problema con un país quieren celebrar elecciones. Porque las elites occidentales, particularmente las elites estadounidenses y europeas, han crecido sin experimentar jamás el desorden y dan por sentado el orden. La última vez que hubo verdadero desorden en Estados Unidos fue la Guerra Civil, que terminó en 1865, e incluso eso fue bastante ordenado, fue Norte contra Sur, no fueron cinco facciones diferentes peleando, fue una guerra clásica entre un área geográfica y otra área geográfica. Así que, en realidad, los estadounidenses no tienen experiencia con el caos. Y lo interesante es que, volviendo a los griegos, los estadounidenses tenían un grupo, tal vez de media docena de europeos, que emigraron y que vinieron a Estados Unidos, no solo Henry Kissinger, sino muchos otros, que básicamente habían experimentado el desorden y vieron a qué conducía, conducía a la tiranía. Cuanto peor es el desorden, peor es la tiranía; la República de Weimar en Alemania fue caótica y de ella surgió Hitler. Así que parece obvio, pero las verdaderas lecciones de los griegos no han calado en muchas elites occidentales.

Y usted también dice que para cumplir con su deber, los líderes tienen que desarrollar una mente trágica, en términos de comprensión de sus propias limitaciones. ¿Por qué?

Porque, como en la vida, a menudo pensamos en las cosas desde el peor de los casos, y eso nos lleva a planificar. Nuestra política no es realmente muy diferente. ¿Qué es lo peor que nos puede pasar si hacemos esto? ¿Y podemos manejarlo? Entonces, el liderazgo consiste en ver un amplio panorama de acontecimientos, de los cuales incluso los mejores servicios de inteligencia solo pueden decirte el 20% o el 30% de lo que está sucediendo. Y, sin embargo, usted, el líder, tiene que hacer una elección binaria entre hacer esto o aquello; no tienes cinco o seis opciones, tienes una o dos y tienes que tomar esa decisión con solo el 30% de la evidencia, porque cuando hay el 80% de la evidencia es demasiado tarde para actuar e incidir en el resultado. Esa es, en esencia, la tragedia del liderazgo. Y eso es una verdadera tragedia. La tragedia no es solo una desgracia común, como escribo en el libro, todos pasamos por eso, esa es la vida normal. Los griegos veían la tragedia en su propio sentido místico, que alguien que no pensaba trágicamente era una persona muy incompleta.

Y este libro también trata sobre usted y sus heridas, y explica la presión que sufrió durante años después de equivocarse sobre la guerra de Irak...

Mire, si nunca hubiera reporteado sobre Irak probablemente no tendría ninguna opinión al respecto, o quizás no habría apoyado (la invasión), no lo sé. Pero fui a Irak varias veces bajo Saddam Hussein y no podía imaginar nada peor; no fue solo una dictadura. Las palabras dictadura y democracia ponen las cosas en blanco y negro, y en la mayoría de los países son mucho más complejas que eso. Era la forma más extrema de totalitarismo que puedas imaginar, peor que el régimen de Siria, solo podía compararlo con dos regímenes: Stalin y Ceaușescu en Rumania, lo cual también conocí personalmente por mi reporteo de ese momento. Entonces me dije ¿qué podría ser peor que esto? Así que apoyé la guerra y luego descubrí que sí, efectivamente, había algo peor que lo que yo había visto, y que era pura anarquía, porque en eso es en lo que se convirtió Irak después del derrocamiento de Saddam. Así que yo no era una de esas personas democráticas que intentaban imponer la democracia a la gente en todo el mundo, no era un neoconservador. Irak nunca fue una abstracción para mí, era algo muy real, algo que sabía, podía imaginar y, por lo tanto, sentí que valía la pena escribir sobre ello.

Estatua de Saddam Hussein en Irak, derribada por soldados estadounidenses.

¿Y por qué esto lo llevó a sufrir depresión severa, como comparte en el libro?

No pude perdonarme, siendo un realista, por equivocarme.

¿Y escribir esto le ha ayudado a elaborar? Usted estaba cubriendo la guerra en tiempo real...

Los periodistas entran a un país y para ellos es el comienzo de la historia, cuando en realidad un país puede tener 3.000 años de historia y, sin embargo, no hay solución para esto. Puedes criticar el periodismo todo lo que quieras, pero sin periodismo el mundo sería mucho peor, y eso es todo lo que puedes decir.

Hablando de dictaduras, ¿cuál es su reflexión sobre cómo convencer a la gente de que, aunque la democracia tiene fallas, sigue siendo el mejor sistema posible?

No se puede ser romántico con respecto a la democracia. Míralo de esta manera. La distancia entre la Carta Magna en Gran Bretaña y las grandes leyes reformistas de finales del siglo XIX es de 700 años. Así que a Gran Bretaña le llevó 700 años de batallas dinásticas, de idas y venidas, pasar de un punto de partida de la Carta Magna a una democracia que sea realmente moderna y reconocible. Entonces, si a Gran Bretaña le tomó 700 años, eso te da una perspectiva de que no deberíamos ponerle la pistola en la cabeza a un país, de que si no celebra elecciones en tres meses vamos a recortar la ayuda exterior o algo así. La democracia es un proceso: cualquiera puede celebrar elecciones, pero lo que importa son las instituciones y la gobernanza.

Vivimos ahora en una era de populismo autoritario, que no llega al poder después de un golpe de Estado, sino que seduce a la gente para que vote por ellos y luego destruye las instituciones. ¿Cómo luchar contra estas fuerzas?

Creo que lo que hace las cosas particularmente difíciles han sido las redes sociales, porque en la era de la imprenta y la máquina de escribir había que desplegar tus argumentos de forma profesional. Y la imprenta y la máquina de escribir eran amigables con la moderación, porque los problemas son complejos y si puedes desplegarlos en miles de palabras puedes hacerte una idea de la complejidad. Las redes sociales, por su brevedad, no son solo respuestas simples sino respuestas extremas; se trata de ira, favorece los extremos. Entonces creo que los avances tecnológicos, la inteligencia artificial y las redes sociales han sido un aspecto de este fenómeno populista que hemos estado experimentando. Por ejemplo, no se podría imaginar a Donald Trump sin las redes sociales, él no existiría, sería un desarrollador inmobiliario de clase baja en Manhattan, y eso es todo lo que sería, y eso era antes de las redes sociales y todo esto. Entonces, lo que sabemos es que la democracia occidental ha existido básicamente en la era de la imprenta y la máquina de escribir durante unos pocos cientos de años. Estamos atravesando un cambio tecnológico en las comunicaciones que es tan extremo como cuando Gutenberg creó la imprenta, y eso llevó a los 30 años de guerra. Eventualmente lo superaremos. Pero creo que tal vez los populistas necesiten llegar al poder para exponerlos, para exponer el hecho de que no tienen soluciones.

Donald Trump habla con periodistas durante uno de los juicios en su contra en Nueva York, el viernes 3 de mayo. Foto: Reuters.

¿Pero qué pasa si mientras tanto corrompen las instituciones? Por ejemplo, en el caso de Donald Trump, muchos expertos piensan que esta vez sería más peligroso en ese sentido.

Sí, tienes razón, creo que, en primer lugar, sería peor. La segunda administración Trump no solo sería más extrema, sino que será menos profesional porque muchos de los profesionales de Washington que trabajaron para él en el primer mandato no volverán a cometer el mismo error. Entonces tienes razón, no tengo respuestas específicas a esto, puedo explicar por qué está sucediendo, y creo que a los griegos no les habría sorprendido…

¿Por qué?

Debido al caos, la inestabilidad, el mundo es bello pero no es perfecto: esa es la idea griega; el mundo es una lucha. Y el caos tiene su propio lugar y, por lo tanto, hay respeto por el orden. No un orden extremo sino un orden iluminador, esencialmente. Shakespeare podría haber escrito una obra sobre Donald Trump, podría haberlo convertido en una obra profunda y conmovedora, eso sería una especie de tragedia. Todo lo que digo en este libro es que no tengo respuestas, pero que sí sé qué leer para comprender mejor las preguntas.

¿Es que los no populistas del mundo, me refiero a las personas que creen en la democracia, deberían prestar más atención a lo importante que es el orden?

Creo que la mayoría de la gente, la mayoría de la gente promedio, no los votantes sofisticados, valoran el orden y no quieren ver cambios en sus vidas a menos que sean mejores. No quieren ver delincuencia en las calles, eso es una forma de desorden, quieren ver la basura recogida, quieren las calles limpias, eso es lo que quieren. Pero las elites políticas están involucradas en cuestiones diferentes, dan por sentado el orden y piensan en soluciones más perfectas, por así decirlo. Y el votante -recuerda que la democracia es una persona, un voto-, alguien que no es nada sofisticado y a quien las redes sociales le han lavado el cerebro por completo, obtiene un voto, y eso es algo con lo que todos tenemos que vivir. Entonces, cuando las elites fracasan en ofrecer un mejor nivel de vida, se abre la puerta a respuestas simplistas, y normalmente no hay respuestas simplistas.

Primarias en New Hampshire, el 23 de enero. Foto: Reuters

También usted dice que las decisiones de los líderes la mayoría de las veces no son entre elegir entre lo bueno o lo malo, sino entre malo y menos malo...

Una de las principales tragedias del liderazgo es que las opciones son a menudo muy malas, y no hay buenas opciones que satisfagan a los votantes, los encuestadores o las elites. Y como dije antes, cuando solo sabes el 30% de lo que hay ahí fuera pero tienes que tomar una decisión al respecto, eso tendrá consecuencias profundas con solo el 30% de la evidencia, eso es difícil, esa es la tragedia del liderazgo. Y, nuevamente, puede que solo enfrentes malas decisiones. Quiero decir, el mundo puede ser vasto y panorámico, pero tus opciones son estrechas y malas, y esa también es la tragedia del liderazgo. Franklin D. Roosevelt hizo una alianza militar con Joseph Stalin, uno de los grandes criminales de guerra del siglo XX, para derrotar a otro criminal de guerra, Adolf Hitler.

Después de todo lo que usted ha reporteado y reflexionado, ¿por qué en pleno siglo XXI, con todo el desarrollo tecnológico, los seres humanos todavía inician guerras en lugar de buscar otro tipo de solución para la resolución de conflictos?

Se debe a que la tecnología no nos hace más iluminados, seguimos siendo como los antiguos. La tecnología, especialmente al proporcionar más ocio y más control, puede empeorar nuestro carácter, no mejorarlo. Así que tenemos la ilusión de que porque poseemos alta tecnología estamos iluminados, pero ambas cosas no necesariamente van juntas. No se trata solo de los peligros de la IA y todo eso. Recuerde que la Primera Guerra Mundial ocurrió en el apogeo de la Revolución Industrial, la Segunda Guerra ocurrió en la culminación de la Revolución Industrial, así que eso fue una prueba de que el desarrollo tecnológico no necesariamente necesita personas más ilustradas.

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