Napoleón, las mil caras del Emperador

Más allá de los errores históricos de la película de Ridley Scott, la cinta protagonizada por Joaquin Phoenix volvió a relevar la figura del hombre que mantuvo en jaque a las monarquías europeas de principios del siglo XIX y que sentó las bases de la Francia moderna. Para algunos es un tirano y megalómano, para otros, quien ayudó a consolidar el legado de la Revolución Francesa. Como apunta el historiador británico y autor de la más reciente biografía de Bonaparte, Micheal Broers, “Napoleón puede ser todo, para todos”.


“La mejor película jamás filmada”, nunca se hizo. Durante el montaje de 2001 Odisea en el espacio, Stanley Kubrick comenzó a trabajar en el proyecto. Sería la versión definitiva sobre Napoleón, una obra monumental, con 30 mil extras y para la cual incluso el director les pagó a estudiantes de Oxford para que leyeran todo lo que él no había alcanzado a revisar sobre el personaje. Kubrick quería sumergirse en la psicología de Napoleón y reclutó a Jack Nicholson para encarnar al general francés heredero de la revolución, devenido en emperador, que mantuvo en jaque a las monarquías europeas de inicios del siglo XIX. Pero el proyecto se derrumbó. El fracaso de taquilla de Waterloo, la superproducción de Sergei Bondarchuk de 1970, selló su destino.

“Será la mejor película jamás hecha”, les dijo Kubrick a los estudios para convencerlos. Pero fue inútil. Los filmes históricos no estaban de moda. Así, las más de 15 mil fotografías de locaciones, las 17 mil imágenes y diseños e incluso el primer borrador del guion quedaron guardados en un cajón. Alison Castle los recuperó para editar un extraordinario libro titulado precisamente Stanley Kubrick’s Napoleon: The greatest movie never made (Napoleón de Stanley Kubrick, la mejor película nunca realizada). Y en enero pasado Steven Spielberg volvió a desempolvarlos al anunciar que el proyecto se convertirá en una serie de HBO. A eso se suma la recién estrenada Napoleón, de Ridley Scott. Todo ello ha vuelto a poner a Napoleón Bonaparte en el centro del debate.

Joaquin Phoenix en Napoleón (2023) de Ridley Scott.

Dicen que es el personaje sobre el que más se ha escrito después de Jesús de Nazaret. Difícil comprobar el dato, pero como lo evidencia el revuelo causado por la recién estrenada cinta del director de Alien y El último duelo, Napoleón sigue despertando pasiones y reflexiones. Para el historiador británico Antony Beevor, el caso de Napoleón encarna “el arquetipo del gran hombre, una corriente de pensamiento de gran éxito en el siglo XIX, que consideraba que la historia está determinada sobre todo por los grandes hombres”. Incluso recordó en el diario El País que el ensayista e historiador del siglo XIX “Thomas Carlyle llegó a afirmar que la historia del mundo es solo la vida de los grandes hombres”. La pregunta es ¿qué tipo de hombre fue Napoleón?

“Napoleón fue una figura única, incomparable a cualquiera que haya venido antes que él”, dice el historiar británico Michael Broers, autor de Napoleon, the decline and fall of an empire (Napoleón, el declive y caída de un imperio). “Nadie había surgido desde tanta oscuridad hasta ser casi todo poderoso; nadie había ascendido tan rápido para ser luego derrocado y enviado al exilio, como lo fue él”, agrega. Quizá por eso su figura ha despertado fascinación. Y no solo eso, “muchos han intentado imitarlo a lo largo del mundo, la mayoría dictadores militares”, comenta Boers, y “el 18 de brumario (en Francia) puede ser visto como el primer ‘pronunciamiento’”. Según el académico de Oxford, “cualquier líder decidido quiere aparecer encarnando al menos algunas de sus características”.

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No hay una sola opinión sobre la figura de Napoleón y su legado. “Después de morir, en 1821, muchos lo aclamaron como un héroe”, recuerda Beevor, “lo consideraban un liberal y modernizador, en una época en la que imperaba la Santa Alianza, profundamente reaccionaria”. Mientras otros, agrega, “no estaban tan convencidos y pensaban que era un tirano y megalómano”. Y ese debate sigue abierto. Como escribió hace algunas semanas The Economist, “los europeos todavía no se ponen de acuerdo dónde poner a Napoleón”. Para algunos, decía el semanario, “es un tirano cuya ambición trajo ruina y muerte”. Sin embargo, al contrario de dictadores del siglo XX como Hitler y Stalin, “su reino legó instituciones, leyes y reformas que permitieron una Europa más libre y mejor dirigida”.

Para los franceses prima más esta última imagen que la de un tirano, megalómano y ambicioso. Y en parte detrás de ello está la polémica desatada en Francia por la versión que presenta Ridley Scott en su película. La cinta, apuntaba el historiador francés Patrick Gueniffey, autor de Bonaparte y de Napoleón y De Gaulle, dos héroes franceses, al semanario Le Point, “retoma la vieja caricatura que se hizo de Napoleón justo después de su caída y que procedía de la Restauración o del enemigo inglés”. Un punto que también destaca el escritor Arthur Chevallier en una columna en Le Figaro: “Ridley Scott no es norteamericano, es inglés, y como todos saben, quien fue inglés cinco minutos lo es para toda la vida, y entrega una versión muy británica del vencedor de Austerlitz”.

Napoleón, decline and fall of and empire (2023), de Michael Broers.

Una reciente encuesta en Francia reveló que un 74% de los franceses considera que Napoleón fue positivo para el país. Y cuando se avanza en los detalles, un 40% destaca como su mayor legado el Código Civil, seguido por la creación de los liceos públicos y los avances en educación en general. En esa misma línea, para el historiador francés y director de la Fundación Napoleón, Thierry Lentz, “Napoleón dejó a Francia más pequeña territorialmente, pero más grande moralmente de lo que la encontró”. Para él, Napoleón es un personaje que sigue vivo en la historia de Francia y más allá de las distintas opiniones, “en lo que están de acuerdo todos los franceses es que es un tema que influye en la comprensión de nosotros mismos, en nuestra identidad”, dice Arthur Chevallier.

Napoleón fue también quien restableció la esclavitud en Francia luego de que la Revolución la aboliera. Por eso, su figura incluso entre los propios franceses es controvertida. Como escribió el columnista Janan Ganesh en The Financial Times, es mucho más que “solo la mirada moral en negro y blanco” que presenta Ridley Scott. El propio Presidente francés, Emmanuel Macron, lo tuvo en cuenta cuando en 2021 encabezó los actos por los 200 años de la muerte de Bonaparte –ninguno de sus antecesores durante cuyos gobiernos se produjeron hitos de la historia de Napoleón había participado en uno–. Por eso se preocupó de aclarar que la ceremonia no era una “celebración”, sino una “conmemoración” de la figura del general muerto en el exilio.

“Napoleón se convirtió en el prototipo del ‘salvador’, el hombre fuerte, y esta herencia sigue causando divisiones”.

Michael Broers, autor de Napoleon, decline and fall of and empire.

Napoleón puede ser el alma del mundo o el demonio de Europa”, dijo el mandatario francés en esa oportunidad, en referencia a las palabras del filósofo alemán Frederick Hegel cuando en 1806 vio a Bonaparte saliendo a caballo de la ciudad de Jena, donde enseñaba lógica y metafísica. “Vi al emperador, el alma del mundo (…), es realmente una sensación maravillosa ver a ese individuo salir de la ciudad a inspeccionar su reino”, escribía Hegel mientras los monarcas europeos se referían a él como “el monstruo”. Según Macron, si bien con el restablecimiento de la esclavitud “traicionó el espíritu de la Ilustración (…), los franceses amamos a Napoleón porque nos enseñó el gusto de lo que es posible si aceptamos la invitación a tomar riesgos”.

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“Hay muchas razones por las que Napoleón sigue siendo tan controvertido”, dice Michael Broers. Según el historiador británico, “desde el principio dividió a los franceses de tres maneras: estaban los que se oponían a la Revolución y se oponían a él por perpetuarla; los que tenían una visión radical de la Revolución y se oponían a él porque sentían que la había traicionado, aunque lo preferían a los Borbones, y, por último, estaban los que lo apoyaban, ya sea porque salvó partes de la Revolución o porque restauró el orden y el gobierno autocrático a partir de la anarquía”. Sin embargo, según Boers, al margen de todo ello, lo central es que Napoleón “se convirtió en el prototipo del ‘salvador’, el hombre fuerte, y esta herencia sigue causando divisiones”.

La retirada de Napoleón de Rusia, óleo de Adolph Northen

Todo ello ha alimentado el revuelo desatado por la cinta de Ridley Scott. Más allá de los errores históricos que varios expertos se han preocupado de relevar –jamás les disparó a las pirámides, ni conoció personalmente al Duque de Wellington o estuvo presente en la ejecución de María Antonieta, entre otras imprecisiones de la cinta–, demostró que la controversia en torno a la figura de Napoleón sigue presente. “Como profesor de historia en La Sorbonne desaconsejaría ver esta película”, dijo el historiador francés Jean Tulard en un coloquio de Le Figaro, mientras que Michael Broers, quien participó en reuniones durante la elaboración del guion, matiza el punto: “(Ridley Scott) jugó un poco con la cronología, pero le facilitó mucho el seguimiento a los espectadores”.

Pero más allá de la polémica, sobre lo que todos coinciden –y el interés en torno a su figura lo demuestra– es que su vida tiene todos los elementos de una gran historia. “Napoleón puede ser todo para todos”, dijo el autor de Napoleon, the decline and fall of an empire, “el hombrecillo que ascendió al poder por casi nada; el ogro que aterrorizó a Europa; el líder que reformó gran parte de Europa y le dio su esfera pública moderna”. “La suya es una vida que hay que afrontar y tener en cuenta en cualquier intento de comprender el mundo moderno”, agrega. El propio Napoleón lo tenía claro. En 1816, ya en su exilio en Santa Elena, mientras conversaba con el conde de Las Casas, compañero de exilio, de pronto se quedó callado y exclamó: “¡Mi vida, qué novela!”. b

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