Dos miradas sobre el paisaje literario latinoamericano

La escritora boliviana Liliana Colanzi y su par colombiana Margarita García Robayo han sido destacadas en la última década como parte fundamental de la narrativa contemporánea de América Latina. En sus libros han desarrollado temáticas distintas a las de sus padres y abuelos literarios, con escenarios que incluso tienen que ver con la ciencia ficción y el horror social. La próxima semana estarán en Santiago como parte del jurado del Premio Manuel Rojas 2023.


Las preguntas se repiten: ¿Hay un nuevo boom literario en América Latina? ¿Esa irrupción posee rostro de mujer? ¿Quiénes son las mejores plumas de la región? ¿Se puede cartografiar la literatura latinoamericana? ¿Los autores contemporáneos del continente son los hijos o los nietos de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar? ¿O no tienen nada que ver con ellos?

Así como de tanto en tanto la revista Rolling Stone publica rankings sobre los mejores discos o las bandas imprescindibles del último tiempo, los listados literarios son también una marca registrada que ayudan a descubrir nuevas obras y autores por país. En marzo pasado, la revista mexicana Letras Libres, dirigida por Enrique Krauze, intentó zanjar ciertas disyuntivas a través de la publicación de un extenso “mapa de la literatura latinoamericana del siglo XXI” como un ejercicio reivindicatorio de la calidad y diversidad del presente literario de la región. “Más que un mapa, sería mejor hablar de una mirada a un paisaje que nunca se está quieto y que, gracias a su inestabilidad, sigue significando”, señaló Letras Libres.

Desde hace una década, en este mapa en permanente movimiento se repiten varios nombres, entre los cuales destaca la escritora boliviana Liliana Colanzi (Santa Cruz, 1981) y la narradora colombiana Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, 1980). La próxima semana, ambas autoras estarán en Santiago como parte del jurado del Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, concedido por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio -a través del Consejo Nacional del Libro y la Lectura-, a un autor iberoamericano de destacada trayectoria. El galardón, que en 2021 lo obtuvo el escritor y periodista argentino Mempo Giardinelli, será anunciado el miércoles 27.

Liliana Colanzi y Margarita García Robayo nacieron con apenas un año de diferencia y sus recorridos bien podrían representar buena parte de las propuestas de la literatura contemporánea de la región.

La escritora boliviana Liliana Colanzi

“Me parece difícil enumerar las búsquedas de los autores contemporáneos o hablar desde un marco tan equívoco como lo es el de ‘la generación’. A mí misma me cuesta decirte ahora lo que estoy buscando; si supiera qué es lo que busco, no podría escribir”, plantea Colanzi, autora de los libros de cuentos Vacaciones permanentes (2010), La ola (2014), Nuestro mundo muerto (2016) y Ustedes brillan en lo oscuro (2022). En 2017, Colanzi fue elegida como parte de los 39 narradores de ficción más prometedores de América Latina, en el marco de Bogotá39, que promueve el Hay Festival de Cartagena de Indias. “Nacieron en 1977 o después y son parte de la llamada última generación analógica”, reseñó la BBC.

En el caso de Bolivia, Letras Libres indicó en su reportaje que en el último cuarto de siglo la literatura de ese país, “tradicionalmente aislada de los grandes movimientos del continente, se ha incorporado a la literatura latinoamericana e incluso ha marcado tendencia en la popularización de géneros tan en boga como las distopías o la ciencia ficción”. Así, la publicación destacó a Rodrigo Hasbún, Edmundo Paz Soldán, Diego y Álvaro Loayza, Giovanna Rivero y Liliana Colanzi.

En cuanto a los temas que están marcando las temáticas de la narrativa actual en América Latina, como la migración, el feminismo o la pobreza, la autora boliviana sentencia: “La literatura no es un compendio de temas y tendencias, sino una inmersión en la oscuridad y los límites de una lengua. Bajo la etiqueta de lo nuevo se venden muchas fórmulas”.

A juicio de García Robayo, “los escritores, con más o menos conciencia, terminamos contando el mundo que nos tocó en suerte, retratando las dinámicas que se nos exponen y se nos imponen, cada cual con su búsqueda y con su forma. La migración es un tema central en el mundo contemporáneo, no porque en el pasado la gente no migrara, sino porque nunca lo hizo con tanta facilidad como ahora. Esa dislocación que implica la migración: situarse en un lugar distinto para mirar, pensar, intentar entender, me parece interesante como tema narrativo”.

Este año, la narradora colombiana publicó La encomienda, su cuarta novela y la primera en el sello Anagrama. Ganadora del Premio Literario Casa de las Américas 2014, la última obra de García Robayo rescata elementos de su propia existencia y dialoga con aspectos como la identidad y lo extranjero.

La escritora colombiana Margarita García Robayo.

Respecto del Realismo mágico, la corriente que hizo célebres a García Márquez e Isabel Allende, García Robayo tiene una posición clara: “Desde hace varios años hay una generación de escritores jóvenes que tomó distancia del Realismo mágico. ¿Qué están buscando los autores contemporáneos? A mí me ocurre que yo crecí irradiada de realismo mágico, y no lo digo solo en un sentido literario. En el Caribe colombiano estamos expuestos a situaciones más que surreales, bizarras, permanentemente, y uno tiene que aprender a naturalizarlas desde muy temprano. No es mi intención insertarme en el Realismo mágico como movimiento literario, entre otras cosas porque hay una distancia generacional importante. Esos autores podrían ser mis abuelos, y si bien uno admira y respeta a sus abuelos, no quiere ser como ellos. Pero también creo que, más allá de la tradición literaria, las circunstancias particulares que forjaron la mirada de cada quien se cuelan en los textos y no me sorprende (ni me ofende) que eventualmente algo de lo que hago remita alguna vez a ese registro”.

De la literatura colombiana actual, Letras Libres mencionó que en la narrativa de ese país hay tanta muerte como reconciliación. Entre los autores jóvenes más destacados mencionó a Orlando Echeverri Benedetti (Criacuervo), Juan Sebastián Cárdenas (Volver a comer del árbol de la ciencia), Vanessa Londoño (El asedio animal) y Laura Ortiz Gómez (Sofoco).

¿De qué forma se está construyendo la identidad latinoamericana a través de la ficción, si es que existe tal identidad latinoamericana? Para Colanzi, “la pregunta sobre si la literatura debe ayudar a construir identidad atraviesa toda la literatura moderna latinoamericana, con respuestas que oscilan desde los proyectos nacionales del romanticismo a la búsqueda de la autonomía del arte del modernismo, o desde la propuesta de una Latinoamérica mágica del Realismo mágico a la fantasía de una Latinoamérica híper tecnificada del prólogo de la antología Macondo. Creo que todavía podemos aprender del legado de las vanguardias, de sus tensiones, de su deseo radical de experimentación, renovación y ruptura, pero también de definir un arte latinoamericano”.

A juicio de García Robayo, “creo que hay cosas que nos aúnan como región, sin duda, y otras tantas que nos fragmentan. A mí, Latinoamérica como universo narrativo me interesa. Los temas sobre los que escribo son esencialmente latinoamericanos, tercermundistas, porque parten de la incomodidad, la molestia de habitar un territorio desigual, excluyente, más allá del sector desde el cual narres. A mí me interesa particularmente la clase media latinoamericana, esa población que está en el medio de un sándwich cuya capa superior es una lonja delgada inalcanzable, aislada, porque prefiere no untarse, y la parte inferior es una torreja gruesísima y dura que, para los clase media, representa la amenaza eterna del descenso en la anquilosada pirámide social. Esa clase media me interesa, porque siento que me presenta una serie de contradicciones y complejidades que me interpelan en la vida y que me empujan a llevarlas a la literatura”.

Sobre el Premio Manuel Rojas -que ha distinguido a autores como Rubem Fonseca, Ricardo Piglia, César Aira, María Moreno y Juan Villoro, entre otros-, Liliana Colanzi apunta: “Existen pocos premios de proyección continental que tomen en cuenta a toda una trayectoria; la mayor parte de los premios literarios se da a un libro, pero no al conjunto de una obra”. Sobre lo mismo, Margarita García Robayo complementa: “Me gusta que exista un premio a la trayectoria, porque nos permite mirar con detenimiento la propuesta autoral de alguien, ¿qué nos estuvo intentando decir a lo largo de los años y de los libros? ¿Dónde puso su mirada, dónde focalizó, es coherente, evolucionó, sofistico su abordaje, cambió?”.

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