Columna de Valentina Verbal: La fiesta del 18, un retorno a la normalidad

El Presidente Gabriel Boric junto a sus Ministros y autoridades del país, durante las celebraciones del 18 de Septiembre. Foto: Andrés Pérez


Por Valentina Verbal, historiadora

Esta semana volvimos a celebrar la “fiesta del 18″. Los historiadores coinciden que esta fiesta surgió como una imposición “desde arriba”, con el objeto de promover la lealtad de la población, especialmente de los sectores populares, al nuevo orden —independiente y republicano— que se estaba construyendo. Pero también coinciden que se trata de una fiesta que, desde muy temprano, fue reconfigurada “desde abajo”. Si bien el 18 tuvo sus ceremonias oficiales —cívicas y religiosas— también tuvo sus celebraciones “paralelas” o extensivas, más allá de las fechas establecidas por las autoridades.

Además, pese a su anualidad, se trató siempre de una fiesta extraordinaria, que suponía una “pausa de la normalidad”, representada por el trabajo duro e intenso. Sin embargo, y paradoja mediante, hoy el 18 puede ser mirado como un “retorno a la normalidad”, esto es, a la política que ya no existe y que se basa en la amistad cívica entre quienes piensan distinto. En este sentido, el 18 de 2023 ha sido una oportunidad para escapar del ambiente tóxico en el que hoy se encuentra la política.

Dos ejemplos ilustran lo anterior. El primero es el intento del gobierno de imponer una versión oficial sobre la Unidad Popular y, especialmente, sobre la figura de Salvador Allende. Si bien el mejor escenario hubiera sido una declaración conjunta de Chile Vamos con el gobierno, la verdad es que este hizo todo para que eso se volviera (políticamente) imposible.

El segundo ejemplo guarda relación con el proceso constitucional en curso. ¿Acaso no debería ser la Constitución un marco común, de unidad, no solo entre las fuerzas políticas, sino también para el conjunto del país? Sin embargo, el Partido Republicano y algunos dirigentes de Chile Vamos están empeñados en aprobar una Constitución que, aunque nunca será tan mala como la propuesta de 2022, no deja de ser —hasta ahora— un documento programático y partisano. Todo muy lejos de la fiesta del 18 que, al menos, nos da un respiro de la política realmente existente.

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