Columna de Rodrigo Guendelman: Ni satánicas ni de Dios

Foto: Andres Perez 22 Abril 2022 Vistas Santiago, Ciudad, Edificios, Departamentos, Skyline, barrio financiero, panoramicas, Sanhattan, Providencia, Las Condes. Foto: Andres Perez


Por Rodrigo Guendelman, Conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.

El título de esta columna es un robo-homenaje a uno de los héroes de nuestra capital, Juan Parrochia Beguin, el arquitecto y urbanista responsable de la existencia del metro de Santiago, coautor del Primer Plan Intercomunal de Santiago y autor del Primer Plan Regulador de Transporte Metropolitano. Ya hemos escrito antes de él en este mismo diario (“La Línea 6 no es de Michelle ni de Sebastián, es de Parrochia”, 11/11/2017), pero un libro recién aparecido que se titula “Parrochia Urbanista. Escritos, Entrevistas, Conferencias” (Ril, Editores) de Natalia Escudero Peña y María Isabel Pavez Reyes, nos permite volver a inspirarnos en este Premio Nacional de Urbanismo (1996) y robarle frases, títulos de textos e ideas que aquí aparecen, con un doble objetivo: contribuir a que el nombre de Juan Parrochia sea cada vez más conocido y apoyarnos en uno de sus escritos compilados en este libro para hablar de la importancia de las metrópolis.

“Ni satánicas ni de Dios” escribe Parrochia en 1989 y parte diciendo que “las grandes ciudades no son buenas ni malas… estos grandes asentamientos humanos responden a factores naturales, al igual que lo hacen las ballenas en el mar, las langostas en las pampas o las hormigas en las estepas, agrupándose en una y otra forma según fuerzas instintivas, misteriosas y poderosas que guían el accionar de todos los seres vivos”. Y agrega que “a medida que crece el número de habitantes van superando sus niveles culturales, de producción económica de todo tipo, de conocimientos científicos, de tecnología, de niveles de atención médica, de investigación, de arte, literatura… Las aldeas no producen esos conocimientos, los pueblos producen algo más, las ciudades intermedias aún más y así sucesivamente. Sólo las grandes ciudades hacen grandes aportes al conocimiento, a la cultura y a la sabiduría de los pueblos”.

Le gustaban las metrópolis y las megalópolis a Parrochia, algo evidente por lo que escribe y, sin duda, relacionado con su experiencia como viajero global. Parrochia visitó cada ciudad del mundo donde hubiera sistema de metro subterráneo mientras estudiaba el proyecto que sería el definitivo para Santiago. Propongo un ejercicio. Hay una alta probabilidad de que esta columna la estés leyendo de vacaciones en algún lugar del borde costero o lacustre de Chile. Un pueblito o pequeña ciudad donde se respira un aire más fresco que en esa mediana o gran ciudad en la que vives y en donde uno se enfrenta a una naturaleza exuberante. Las fotos son para saturar Instagram, la familia anda más contenta, no hay que levantarse temprano y hasta puedes leer un libro tranquilo. Ahora, imagina que no hay fecha de vuelta. Que ese es el lugar donde vives. No de vacaciones para siempre, por supuesto, sino que con una rutina que implica productividad y pagar las cuentas a fin de mes. ¿Crees que podrías quedarte un año, dos, cinco o el resto de tu vida allí? Por favor, recuerda que debes abandonar esa idealización que producen las vacaciones. ¿Qué tal los colegios de la zona? ¿Cuántas universidades hay cerca? ¿Hay diversidad de servicios, de entretención, de cultura, de gente? ¿Qué tal el sistema de salud? ¿Hay trabajo?

Volvamos a Parrochia. El urbanista nos explica que “en el caso de Chile, a pesar de todo lo que la gente dice sin pensar mucho, le debemos bastante a la ciudad de Santiago, pues ella nos ha permitido un alto estándar en el conocimiento, en la ciencia, en el arte y en la industria. Santiago ha sido líder de todas las provincias, y mientras más crecen ellas, más crece Santiago”. Y, ojo, que esto fue escrito en 1989. Treinta y cuatro más tarde, es decir hoy, Santiago es una ciudad inmensamente más potente, heterogénea, interesante, atractiva y diversa. Basta ver la programación cultural de la que disfrutó Santiago en enero: Teatro a Mil, Bienal de Arquitectura, tres festivales de luces chinas en diversos parques de la ciudad, decenas de muestras gratuitas en las decenas de galerías, centros culturales y museos de la capital, y muchísimo más.

Es rico salir de la gran ciudad por un rato. Y hace bien. Pero ahí estará esperándote a la vuelta de tus vacaciones. Con todos sus defectos y sus grandes virtudes. Ni satánicas ni de Dios. Inevitables. Imposibles de disminuir. Grandes. Muchas veces injustas y muchas veces contundentes en todo lo que te pueden ofrecer.

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